Lado B
La Malinche: organizarse contra la destrucción
Por Lado B @ladobemx
08 de noviembre, 2022
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Aranzazú Ayala / Heriberto Paredes

@aranhera/ @Bsaurio

Tradicionalmente conocida como La Malinche, la Matlalcueyatl es uno de los volcanes más altos de México. Con poco más de 4 mil 600 metros de altura, sus faldas se extienden majestuosas y dan pie a un bosque templado que sirve de acuífero para los cultivos de maíz y hortalizas de la región.

Ahí, en uno de los principales puntos de recarga de agua de toda la zona metropolitana de los estados de Puebla y Tlaxcala, “a veces talan en las noches”. En San Miguel Canoa, una comunidad en las faldas de La Malinche, casi todo el pueblo sabe quiénes son los que suben al monte y se llevan los árboles. 

Hace años, al principio de este siglo, se hacían guardias comunitarias, había un programa y presupuesto estatal para ello, pero dicen los habitantes de la zona que con los cambios de gobierno del estado se fue perdiendo el interés. 

Delfino Gachupín Pérez, danzante, honguero y habitante de San Miguel Canoa, explica que la problemática es muy compleja pues también hay quienes se dedican a la tala ilegal por no tener otra opción laboral, y porque históricamente la comunidad ha sido abandonada por las autoridades y reducido las posibilidades de trabajo. 

En 2015, la comunidad de San Miguel Canoa era una de las que tenía mayores índices de rezago y pobreza de acuerdo con el “Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social” del Coneval 2015. El actual Ayuntamiento de Puebla, al que esta localidad pertenece, ha reconocido que sus habitantes padecen carencias y pobreza extrema.

Por otra parte, la tala clandestina también obedece a una demanda específica, como bien explica Delfino: “polines para la construcción, tablas o tablones, aquí no hacen muebles pero pues lo venden para eso, y es cuando más van sobre nuestros árboles, que son importantes (…). Y es cuando precisamente talan, pues codiciando a los árboles, aunque tengan dueño, pues lo hacen escondidas durante las noches.”

El abandono histórico de La Malinche, decretado Parque Nacional en 1938, es visible y alarmante, incluso a pesar de que en 2013 se estableció un programa de manejo como área natural protegida, y existe, además, un acuerdo interinstitucional a nivel estatal y federal, para el manejo y conservación del lugar, es visible el deterioro que la tala excesiva ha causado, así como la construcción de supuestos parques ecoturísticos. 

Apenas en agosto de este año, el gobernador Miguel Barbosa anunció que iniciaría los trámites para que la parte correspondiente a Puebla (alrededor de un 30% del bosque) se decretara como Área Natural Protegida (ANP), ya que hasta ahora sólo la parte de Tlaxcala cuenta con esta designación. Sin embargo, hasta el 18 de octubre nada de esto se ha concretado, y al cierre de esta edición, la Secretaría de Medio Ambiente, Desarrollo Sustentable y Ordenamiento Territorial no había dado respuesta a LADO B sobre qué ha pasado al respecto.

La industria por encima de la vida campesina

Foto: Heriberto Paredes

Ubicado en el costado suroriental de la Matlalcuéyatl, en el límite de Tlaxcala y Puebla, el municipio de Zitlaltepec comparte la problemática de la tala inmoderada e ilegal del bosque. Esta comunidad cuenta con alrededor de 4 mil 800 hectáreas de tierra laborable para actividades agrícolas, principalmente de maíz y hortalizas, sin embargo, este año se ha registrado una severa sequía, y en parte se identifica esta problemática como una consecuencia de la deforestación que no se detiene.

“Hace 56 años que no había una sequía como ahora”, afirma don Edén León, hombre mayor, ejidatario y miembro del Consejo Municipal Obrero Campesino, organización cercana al Congreso Nacional Indígena (CNI) y al Concejo Indígena de Gobierno (CIG) que ha promovido la reforestación a través de la siembra de cerca de 10 mil árboles.

“La madera se baja en trozos y en el pueblo la hacen leña, luego la venden en los pueblos vecinos, ya que la madera es de ocote y no sirve para muebles porque se dobla muy rápido”. Poco a poco se va acabando el bosque y se afecta con ello el ciclo del agua, lo que irremediablemente se expresa en sequías inesperadas”, dice, mientras explica cómo un lugar que se ve tan verde, tan fértil, está también al borde de una catástrofe ambiental.

Para los campesinos organizados como don Edén, la tala es parte de un modelo extractivista que también tiene el objetivo de generar temor y con ello favorecer la venta de tierras para la construcción de industrias, como sucedió con la planta armadora AUDI, que se encuentra a tan sólo 15 kilómetros en el vecino estado de Puebla, desde la perspectiva de su análisis. “Hay temor porque comenzaron a haber muchos asaltos en la comunidad y esto es inusual”

“Mucha gente que tiene miedo por los asaltos vende sus tierras y llegan personas de fuera. Pensamos que el proyecto del gobierno es crear el corredor industrial entre Puebla y Tlaxcala, por eso también se habla de que si no se venden habrá expropiación de tierras, para construir industrias”.

En Zitlaltepec, como en la mayoría del campo mexicano, fue en la década de los años 80, con el movimiento conocido como la Revolución Verde, cuando llegaron los llamados paquetes tecnológicos que junto con los bancos y sus créditos fortalecieron el monocultivo. “En menos de 50 años nos hemos acabado el campo, este fue el proceso que nos hizo perder nuestra capacidad de producción independiente y se fue perdiendo la fertilidad de la tierra”.

“Cuando las empresas –argumenta don Edén– vinieron a ofrecernos sus semillas de maíz híbrido nos dijeron que resistirían a la sequía y que no requerían mucho fertilizante pero ahora que tenemos esta situación los primeros maíces en secarse son los híbridos y sólo los criollos sobreviven”.

Debajo de las tierras de Zitlaltepec corren ríos subterráneos, una de las razones por las que empresas automotrices y refresqueras han mostrado su interés en establecerse aquí. Un modus operandi que otras empresas del ramo han aplicado en distintas regiones de México, como la cervecera Heineken en el territorio yaqui, en Sonora, o la multinacional Constellation Brands en Mexicali, Baja California. 

Esta situación acabaría con la vida campesina que hasta ahora han intentado conservar ejidatarios como don Edén, quien además de sembrar sus tierras también trabaja la apicultura, una de las maneras que ha encontrado de mantener la diversidad de flora en su comunidad.

La cereza del pastel son las minas de arena que se han expandido desde el año 2007, justo cuando el precio de las semillas híbridas y los fertilizantes aumentó. Actualmente muchos campesinos ya no pueden sostener la inversión que representa el campo y comienzan a rentar sus tierras a empresas constructoras de Puebla. Según estimaciones y mediciones de don Edén estas minas han alcanzado ya alrededor de 5 kilómetros del territorio cultivable y esto ha despertado las alertas entre los campesinos que defienden el territorio y el bosque. 

“Jodidos vamos a seguir siendo, pero ahora en lugar de sombrero nos vamos a poner un casco”, sentencia don Edén tras finalizar un recorrido por las zonas de minas de arena en donde antes florecía el maíz criollo y los árboles frutales.

La resistencia comunitaria en Tlaxcala: presos políticos y asedio

Foto: Heriberto Paredes

Mientras que en Puebla la defensa del bosque se ha mantenido en un perfil muy bajo, en Tlaxcala ya ha habido conflictos sociales y alarma de parte de habitantes por represión y hostigamiento a quienes se han organizado para cuidarlo.

Tal y como reportó Escenario Tlaxcala, el pasado 14 de julio fueron detenidos Saúl Rosales Meléndez, presidente de la comunidad de San Pedro Tlalcuapan, perteneciente al municipio de Santa Ana Chiautempan, y Raymundo Cahuantzi, habitante de la misma localidad. Ambos fueron detenidos por la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) acusados de homicidio calificado, ocurrido durante un linchamiento en abril de este mismo año. 

Sin orden de aprehensión, los detenidos fueron acusados sin que hasta ahora se haya podido comprobar su participación en el linchamiento. A raíz de esta detención, tanto la comunidad como los familiares de los presos han sufrido acoso policial y hostigamiento en las afueras del penal, a donde han acudido no sólo de visita, sino para manifestar la exigencia de libertad.

Para habitantes de la comunidad de Tlalcuapan estas detenciones están relacionadas con la defensa del bosque que han encabezado Saúl y Raymundo. “A raíz del de la plaga del gusano descortezador, diversas instituciones y personas con intereses particulares entran a nuestro territorio e intentan saquear, lo que buscan es obtener un beneficio principalmente económico y lo que sucede a raíz de eso es que las comunidades nos empezamos a organizar, en particular Tlalcuapan, pues empieza a ser asamblea, se hace un comité para defender o para vigilar que se hiciera de la manera adecuada el saneamiento y sin permitir que se extrajeran nuestros recursos. En ese comité estaban don Raymundo y don Saúl”, contó a LADO B un habitante que prefirió no dar su nombre por temor a represalias.

Bajo el marco legal de usos y costumbres, la comunidad nahua de Tlalcuapan ha buscado los caminos adecuados para conseguir el reconocimiento de su autonomía, sin embargo, la respuesta de parte del gobierno de Tlaxcala ha sido la marginación y la ausencia de respuesta ante las demandas de seguridad y respeto a las asambleas comunitarias, instancias que funcionan para la toma de decisiones y la aplicación de justicia local.

Gracias a esta labor comunitaria de organización es que en 2018 lograron desactivar a una banda de extorsionadores compuesta por integrantes de la Policía de la Montaña, cuerpos de seguridad oficiales destinados a la protección de la Matlalcuéyatl. Esta banda-policía intentó cobrar entre 3 mil y 7 mil pesos mensuales por derecho de piso a aquellos pobladores que contaban con un ejido en la zona del bosque. En aquel entonces el presidente de la comunidad era Raymundo Cahuantzi. “El gobierno está enojado con lo que Raymundo hizo para defender a la comunidad”.

Respecto al proceso de saneamiento de la zona de bosque que le corresponde a esta comunidad, las quejas contra las autoridades van desde un desconocimiento del territorio hasta la ignorancia sobre cómo debe llevarse a cabo este procedimiento. 

En entrevista para LADO B, uno de los pobladores comentó que el primer problema fue el proceso burocrático que les impedía, de entrada, participar. Ya que antes de comenzar CONAFOR pretendía acreditar la propiedad del terreno y eso resultaba problemático, “ya que en nuestra comunidad las tierras se heredan de palabra y no con papeles, sin embargo, negociamos en las oficinas de México porque el gobierno estatal no dio respuesta para ayudarnos a comprobar la propiedad, y logramos que nos aceptaran unas constancias emitidas por nuestros presidentes de comunidad y avanzamos”.

Sin embargo, vuelve a presentarse una situación que genera molestia entre la comunidad de Tlalcuapan, pues se dieron cuenta que el delegado de Conafor “y la Secretaría de Medio Ambiente de Tlaxcala empiezan a utilizar el trabajo comunitario como una bandera de la institución, como si ellos hubieran hecho todo el trabajo, entran a nuestro territorio una vez más, sin el permiso de nuestro presidente de comunidad, nos damos cuenta que una vez más las comunidades estamos siendo utilizadas y nuestro trabajo está siendo mostrado como el trabajo de alguien más”.

Al cierre de esta edición, los dos ejidatarios nahuas continúan presos. Sus familias y miembros de la comunidad continúan la lucha por su libertad y señalan al presidente municipal de Santa Ana Chiautempan (al que pertenece Tlalcuapan), Gustavo Jiménez, de ser responsable de estas detenciones arbitrarias. 

La gobernadora, la morenista Lorena Cuéllar no ha emitido ninguna resolución ni se ha declarado al respecto de los desencuentros institucionales entre la comunidad y las instituciones encargadas del saneamiento del bosque (alrededor de 1000 hectáreas), ni sobre la situación de los pobladores encarcelados.

El gusano descortezador

La Malinche

Foto: Heriberto Paredes

La plaga del gusano descortezador, según relata Grisel Cuecuecha, integrante de Culturas del Pasado Voces del Presente, colectivo que participa activamente en el cuidado del bosque y en la recuperación de las tradiciones culturales nahuas desde distintos municipios, incluyendo San Luis Teolocholco, de donde es originaria, se extendió en el bosque de la Matlalcuéyatl por descuido de las autoridades. 

Al menos desde 2018 las comunidades que se dieron cuenta de la presencia de este gusano y dieron avisos a la Secretaría de Medio Ambiente de Tlaxcala sin que obtuvieran respuesta. 

Se trata de un gusano que va comiendo la madera por dentro y mata los árboles por debajo de la corteza de los troncos, “los gusanos se meten en las venas de los árboles y se los comen, antiguamente nos decían los abuelos que había que ponerle cal al árbol y que poco a poco iría limpiándose, pero ahora con estos nuevos procedimientos que les llaman saneamientos se cortan los árboles”.

Uno de los métodos para combatir esta plaga es evitar que los árboles se polinicen pero no se han obtenido tantos resultados, así que tanto especialistas biólogos y algunos representantes de CONAFOR coincidieron en tomar la decisión de cortar los árboles enfermos, aunque la herida se volvió profunda porque “ya no se hablaba solamente de 10 o 100, se hablaba de miles de árboles” que tenían el follaje café –uno de los síntomas más visibles de la presencia del gusano– y que debían tirarse.

Sin embargo, por la falta de vigilancia de estos procedimientos, los grupos de talamontes en distintas zonas del bosque reforzaron su actividad ilegal bajo el pretexto de que tiraban los árboles enfermos. Lo que han presenciado varios habitantes de las comunidades del bosque es que por los caminos pavimentados bajan camiones llenos de grandes troncos que no se ven enfermos y estos grupos en algunos casos tienen gente armada. Un elemento natural, como el gusano, se ha vuelto un peligro para el bosque y tiene como consecuencia un aumento en la tala ilegal.

“Los abuelos nos dicen que este escarabajo siempre ha estado en la montaña. Siempre ha estado y que debe de estar porque precisamente ellos son quienes, cuando un árbol ya está muy viejo se lo empezaban a comer, es como un ciclo. Ya estás muy viejo y tienes tu depredador natural en este caso su depredador natural de los árboles, pues es el escarabajo. Ahora le llamamos estrés de la montaña, la tala de los árboles, todo eso ha hecho que se propague”, explicó Grisel a LADO B.

El gusano y la tala representan ahora los problemas más visibles, pero detrás de ellos viene un proceso de afectación del ciclo del agua y el agotamiento de los mantos acuíferos que alimentan los cultivos de las comunidades cercanas. Una de las posibles soluciones que comunitariamente están implementando es la reforestación de árboles, con el cuidado y el conocimiento de usar los tipos de árboles adecuados para mantener la diversidad de este bosque, considerado por expertos como un ecosistema joven.

Otra de las medidas implementadas, desde 2018, por las comunidades de la región noreste del bosque es limitar el corte de hongos tal y como se hace en muchas zonas del centro de México en la temporada de lluvias. “Estamos platicando con la gente más cercana para que le platique, a su vez, a la gente más cercana que tiene, que no hay que cortar hongos porque los hongos le ayudan al árbol a combatir el estrés ya que los hongos están en conexión con las raíces de los árboles y les ayudan sanarse”.

Según testimonios (que prefirieron mantener el anonimato por temor a represalias) mientras las comunidades se organizan para curar al bosque, los grupos de talamontes cortan árboles constantemente, sobre todo de noche y al día siguiente bajan los troncos en camiones. Existe la sospecha de que estos grupos criminales entregan dinero a la policía de la Montaña para que haya poca vigilancia en el bosque.

“En las casetas no se vigila nada, le piden todos los papeles a los pequeños madereros y a los talamontes no les dicen nada, no los investigan, nadie dice nada ante este crimen contra nuestro bosque”.

Ante estas problemáticas la respuesta ha sido la organización, que aunque incipiente, se trata de una respuesta que toma en cuenta la relación que tienen las comunidades con el bosque y, a diferencia de lo que ocurre con las instituciones (estatales y federales), más que quejas, a las distintas personas que viven en esta región, se les suman iniciativas y apoyos. 

Las soluciones comunitarias

Foto: Heriberto Paredes

Grisel sabe muy bien que hay que cuidar a la Matlalcuéyatl: ella nació y creció viviendo a las faldas del bosque de una de las montañas más grandes e importantes del centro del país, cuyo bosque, fuente de vida, cada vez peligra más ante la tala, la sequía, las plagas y el abandono del Estado.

“Los pueblos cercanos a la montaña, la estamos defendiendo bajo sus usos y costumbres, bajo toda su cosmovisión, tienen el cuidado de una montaña sagrada. Porque eso es para para la gente de de las comunidades, es nuestra Madre Tierra. Nos da todo y la defendemos bajo nuestra cosmovisión de pueblo originario, de ser nahuas, de ser indígenas”, asegura.

El mismo sentimiento e ímpetu lo comparten las y los habitantes del bosque de la parte de Puebla. Aquí no hay una división territorial imaginaria, sino que los pueblos sienten la cercanía por coexistir alrededor del imponente volcán inactivo. 

Como Miguel, su hermano Jorge y sus demás compañeros de San Miguel Canoa, que tienen muy claro cómo van a luchar contra una problemática que tiene décadas arrastrando al bosque. Contra los grupos armados y organizados, y sin leyes claras que castiguen la tala, crearon el colectivo Yoaltépetl, que significa “corazón de la comunidad” en náhuatl.

Conformada en su mayoría por jóvenes, esta iniciativa nació cuando Miguel y su hermano regresaron a Puebla, luego de ocho años fuera y fueron recibidos, recuerda sentado en una banca de madera con la silueta de la Matlalcuéyatl recortando el cielo azul, “una mañana muy negra” en medio de un terrible incendio forestal. Ahí se sumaron a las brigadas, el pueblo logró detener el incendio, pero los daños al bosque se iban acumulando.

Ante el aumento de la tala, Canoa se ha enfocado en la reconstrucción del tejido social y comunitario, distinto a la forma de organización de otras comunidades en el vecino estado de Tlaxcala. Miguel y Jorge, junto con Delfino Gachupín Pérez, Miriam Toxqui, Irving Segobia, Óscar Diego Sánchez Mena y Javier Arce conforman varios colectivos dedicados a las danzas prehispánicas, a las tradiciones, cultura ambiental y comunicación comunitaria.

Así, en Canoa han elegido otra manera de luchar contra la destrucción del bosque, y le han apostado a su rescate mediante la recuperación de la cultura y tradiciones. Miguel y su hermano iniciaron también la organización de la Feria del Hongo Silvestre. Para su cuarta edición este 2022, la feria siguió reuniendo a decenas de personas en Canoa para conocer la cultura, tradiciones y aprender de la importancia de cuidar el bosque. 

Históricamente en la zona de Canoa muchas personas se han dedicado a recolectar hongos comestibles, que tanto comen como venden. Esta sabiduría ha pasado de generación en generación y se ha tratado de preservar, enseñando qué hongos se pueden cortar, cuáles son medicinales, y sobre todo hacerlo de manera cuidadosa y consciente para no dañar el bosque o devastar su equilibrio ambiental.

La presencia de hongos es un indicador de humedad, de vida, y la mayoría de los que se recolectan son comestibles; muchas familias los venden en los pueblos cercanos y también cocinan platillos típicos, como mole, desde hace décadas. 

Si no hay hongos, no hay bosque, y por eso los recorridos micoturísticos que organizan enseñan a las personas tanto locales como foráneas las maravillas y bondades de las entrañas de la Matlalcuéyatl. “Anhelo llegar a los niños, para que hagan algo cuando yo ya no pueda”, dice Miguel.

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