Lado B
Otros medios y otras audiencias son posibles en comunidad
Hoy los medios independientes y sus investigaciones reciben premios nacionales e internacionales, generan alianzas y crean sinergias con otros medios. Son la luz en la oscuridad y, ¿qué creen? Cuesta. En México una bala puede callar una voz, pero la falta de recursos puede callar un medio. No es de hoy, es de siempre. Aquí es donde entramos las audiencias
Por Gabriela Di Lauro @
18 de julio, 2022
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En el año 2000 cumplí 26 años, era estudiante de maestría en Literatura, profesora de redacción en la UDLA Puebla y me fui a vivir sola.  Fue un año especial porque, a diferencia de 1994, las elecciones federales me llegaban en un contexto de constante consumo de noticias, obligada un poco por ser profesora y, otro poco, porque incorporé en mi vida independiente la rutina de salir los domingos a caminar al centro del pueblo, comprar el periódico y pasar horas en el portal de Cholula entre café y letras.

Este hábito de consumir noticias, pero sobre todo columnas de opinión, me planteó la necesidad de comprar, al menos, dos periódicos distintos: uno de marcada izquierda y otro más de derecha. Ahí es donde se me reveló otra verdad: los noticieros nocturnos de la televisión abierta tenían la misma línea editorial que los segundos y los incipientes programas de análisis político también.

Era joven, tenía energía y al menos 120 estudiantes que tres veces por semana tuvieron que aguantarme en una odiosa clase de redacción que tenía, para mi fortuna, un contenido de argumentación.  Empecé entonces a cuestionarles de dónde venía aquello en lo que creían, según quién entendían el mundo como lo hacían, desde dónde construían su idea de país.  Desde el año 2000 hasta el 2006 fui inventándome una metodología para análisis de contenidos que después pude utilizar en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) pero con resultados nefastos: las y los estudiantes se quejaron con el coordinador porque los puse a analizar el discurso de Andrés Manuel López Obrador a propósito del desafuero.  Me acusaron de hacer proselitismo a favor de la persona que representaba un peligro para México y era el enemigo número uno del proyecto de nación de la derecha mexicana encarnado en la figura de Felipe Calderón. Lo que me movió, más allá de quién ganara las elecciones, fue la convicción de que podían formarse su propia idea si, al menos, leyeran, compararan y analizaran.  Salvo gloriosas excepciones, fracasé rotundamente: no hubo manera de que al menos leyeran La Jornada o Proceso además de El Sol de Puebla; que vieran Primer Plano además de Hechos y que escucharan a Carmen Aristegui y Javier Solórzano además de a Pedro Ferriz.  

Lo que viví en 2006 lo miro como lo que tal vez ha sido el tercer proceso electoral más controvertido en la historia de los últimos cincuenta años en México.  El primero, sin duda, el de la caída del sistema con Manuel Bartlett y con el que se inauguraba el salinismo en 1988; el segundo, el que posibilitó la anhelada alternancia abriendo la puerta al fallido foxismo y al que hice referencia arriba.

También puedes leer: Radios comunitarias: entre medios de comunicación y asociaciones civiles

Además del fenómeno Andrés Manuel López Obrador, el país ardía en llamas, como hoy, pero no lo sabíamos.  Al ganar Felipe Calderón las elecciones, inaugura su mandato vestido de militar declarando la guerra al narcotráfico con 50 mil miembros del ejército desplegados en el territorio nacional a lo largo de su periodo como titular del ejecutivo.  

El autor del “haiga sido como haiga sido” se enarboló como el salvador de la patria, quien terminaría con los malos casi casi como Fox prometió resolver el conflicto zapatista en quince minutos. Pero veníamos, apenas unos meses después de las elecciones, en octubre de 2006, de que la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) se declarara en alerta máxima.  Los dos noticieros nocturnos de la televisión abierta mostraron imágenes seleccionadas para hacer ver a las y los maestros como agresores y a las fuerzas de Ulises Ruiz como las víctimas.  La APPO estaba destruyendo Oaxaca, desincentivando la llegada de turistas, perjudicando la economía de la ciudad.  Lo que los medios tradicionales nunca analizaron y nunca dijeron a sus audiencias es que “[e]ste movimiento constituyó una síntesis del rechazo de sujetos múltiples.  Grupos urbanos barriales, etnias, campesinos, artistas, amas de casa, taxistas, estudiantes, intelectuales, creyentes de diversas religiones, vendedores ambulantes perdieron el miedo en la colectividad” (Oaxaca 2006-2016 Antagonismo, subjetividades y esperanza., pág. 11) y, además, todos estos actores “tuvieron como elementos clave la configuración de dos formas organizativas, que dieron cuenta de que las relaciones sociales se pueden tejer más allá de lo que dicta su fetichización: las barricadas y la toma de medios de comunicación” (Baca Feldman, 2016, pág. 169).  

2006, a decir de algunas personas activistas, defensoras y comunicadoras comunitarias en Oaxaca, sembró la semilla de lo que sucedería después en 2018.  

Julio 2012, Manifestante sostiene una revista Proceso en marcha anti EPN días después de las elecciones presidenciales de 2012 / Foto: Marlene Martínez

Tal vez sea el trabajo de las radios comunitarias en Oaxaca el mejor ejemplo de democratización de los medios y, también, de persecución y asesinato de comunicadoras y comunicadores que en sus territorios denunciaron, y siguen denunciando, el despojo y destrucción con los proyectos extractivistas y parques eólicos que, en el discurso de Calderón, significaban desarrollo.

Las audiencias nos dividíamos entre quienes consumíamos sólo televisión abierta, escuchábamos medios locales y leíamos medios impresos de gran tiraje local o nacional; y quienes buscábamos el lado b de la información en lo que tuviéramos al alcance: periódicos extranjeros con ediciones en español o mexicanas, programas de análisis de Canal 11, nuevamente La Jornada y Proceso… no había mucho para escoger, sobre todo para quienes no vivíamos en la Ciudad de México y nuestras fuentes de información eran pobres y escasas. Sin embargo, años de desinformación, de cortinas de humo, de chupacabras, nos programaron por igual en 2008 cuando el H1N1 llegó a nuestro país. Tal como sucedió con la aparición del SARS COV 2, un sector de la población eligió no creer en la influenza y, otros más, encerrarse en el miedo a algo que, si bien era posible que amenazara su vida, les generó pánico y ansiedad a partir de la información difundida en los medios nacionales.  Vivíamos en blanco y negro: o todo es verdad o todo es mentira.

El calderonismo fue una etapa obscura de información, y sin una ley general de víctimas que no sería publicada sino hasta 2013 por Enrique Peña Nieto.  A propósito recuerdo el caso Carmen Aristegui, que insistió en discutir si la salud del presidente de México era o no un tema de interés público después de que diputados del Partido del Trabajo mostraran una manta en San Lázaro que hacía referencia al supuesto alcoholismo del presidente. También Calderón fue retado ese mismo año por Javier Sicilia y el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que clamó por un cambio en la estrategia de seguridad que dejó, al final de su sexenio, “121 mil 35 muertes violentas, miles de desaparecidos, desplazamientos forzados, entre otras (…) consecuencias” (Comisión Nacional de Derechos Humanos. México.)

Nada, en términos de Derechos Humanos, salía bien para el presidente Felipe Calderón, no sólo se trataba de la guerra contra el narcotráfico que costó la vida de personas civiles y que el presidente llamó daños colaterales, también está la falta de procuración de justicia en el caso de San Salvador Atenco cuando, siendo gobernador Enrique Peña Nieto, se llevó a cabo un operativo para terminar con la oposición a un proyecto para la construcción de un nuevo aeropuerto para la Ciudad de México. La denuncia llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 2008 y llegó a la Corte Interamericana hasta 2016, diez años después cuando el responsable de las violaciones a Derechos Humanos ya era presidente de México.

Las imágenes que los medios transmitieron sobre los hechos en Atenco, como siempre, “conmocionaron al país”, pero parece que todo nos conmociona y ahí queda la cosa: en la indignación que no pasa de la sobremesa y de la que no podemos hablar más porque simplemente no hay información, porque, como sucedería también en 2014 en Ayotzinapa, hay una “verdad histórica”. ¿A quién y cómo reclamar el derecho a la información?  Ya no hablemos del derecho al acceso a la información pública, nos conformábamos con saber qué era lo que los medios no nos estaban diciendo al apoyar y difundir la versión sobre Atenco o de los daños colaterales de Calderón y su guerra. 

Las y los jóvenes universitarios lo tuvieron claro en mayo de 2012. El cada vez mayor acceso a internet permitió que esa generación de estudiantes viera, a través de sus dispositivos, el efecto movilizador que las redes habían tenido para la Primavera Árabe entre 2010 y 2012 y para el Occupy Wall Street en 2011, “estas olas de indignación concretaron una nueva cultura de protesta global a partir de ciertas características compartidas: el uso de la Web 2.0 como medio principal de convocatoria y comunicación, la ausencia de líderes y dirigentes para encabezar la acción colectiva, y el rechazo a los partidos políticos y los medios de información comercial” (Rivera Hernández, 2014), esto facilita el nacimiento de #YoSoy132 respondiendo a la provocación de los medios nacionales y del propio candidato a la presidencia Enrique Peña Nieto, tras su visita a la Universidad Iberoamericana de la CDMX.  

En México, tal vez por primera vez, lo que no nos estaban diciendo los medios, nos lo estaban diciendo las y los estudiantes a través de sus dispositivos y sus redes sociales.  Se volvieron generadores de contenido que replicaron esos lados b a los que mi generación miró como creíbles, dignos, éticos.

Hablar del papel que jugó #YoSoy132 para la construcción de procesos cada vez más democráticos, al menos en la comunicación, merecería un trabajo de investigación profundo que por hoy no me ocupa, sin embargo, en mi ejercicio de memoria, sí veo a Carlos Galeana en la marcha de mayo en Puebla. Carlos era estudiante de Comunicación en la UPAEP, la misma universidad en la que en 2006 fracasé y, en su Tuxtepec, había fundado en la preparatoria un medio que se llamó Café Radio, que con los años evolucionó a lo que hoy conocemos como Manatí, espacio virtual que se presenta como un “[m]edio de comunicación independiente en Puebla que informa sobre hechos sociales, culturales y de género”, según declara en su página de Facebook y que sin duda aprendió de otros medios independientes como Animal Político (2010) de LADO B (2011) o Pie de Página (2015).  Bueno, ese Carlos Galeana del 2012, junto con muchas y muchos más en esa y otras universidades, tuvieron otra experiencia en su autoconstrucción como audiencias porque les tocó ser, al mismo tiempo, creadores de contenido. 

Hoy los medios independientes y sus investigaciones reciben premios nacionales e internacionales, generan alianzas y crean sinergias con otros medios.

Ernesto Aroche (LADO B), Daniela Pastrana (Pie de Página), Jordy Meléndez (Distintas Latitudes), Daniel Moreno (Animal Político) y Daniel Lizárraga (El Faro) en el cuarto aniversario de LADO B / Foto: Marlene Martínez

Ayotzinapa es un caso ejemplar de la sinergia entre los medios independientes y el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro (Centro Prodh) que acompaña a las familias de los 43 estudiantes víctimas de desaparición forzada en 2014.  

La construcción de la “verdad histórica” cansó únicamente a Murillo Karam, Procurador General de la República en ese año, porque ni las familias, ni las organizaciones, ni los medios independientes cesaron en la campaña de información y en la búsqueda de la verdad, a pesar de los intentos de descalificación a las madres y padres de los estudiantes: “¿quién les paga?”, les preguntó alguno al aire en programa de televisión.

En estos y varios otros hechos que no estoy mencionando, se volvieron fundamentales y tenían una vocación clara: “queríamos ser el lado b de las noticias”, me dijo Ernesto Aroche en una entrevista que le hice en 2015. Hoy veo y entiendo a los medios independientes no sólo como ese lado b sino también como un refugio para mujeres y hombres que hacen periodismo de investigación y que juegan un papel fundamental en la construcción de nuestra “democracia”.  Se trata de un gremio que ha requerido de formación y acompañamiento para saber cómo, cuándo y dónde o con quiénes más publicar, que se ha formado a base de recursos de revisión en el ejercicio del derecho al acceso a la información pública, que necesita de trabajo de defensoría y abogacía en un país en el que, sin sonar a cliché, ser periodista es peligroso. En este sentido, el trabajo de la Red de Periodistas de a Pie y de Artículo 19  ha sido fundamental.

Hoy los medios independientes y sus investigaciones reciben premios nacionales e internacionales, generan alianzas y crean sinergias con otros medios.  Son la luz en la oscuridad y, ¿qué creen? Cuesta. En México una bala puede callar una voz, pero la falta de recursos puede callar un medio. No es de hoy, es de siempre. Aquí es donde entramos las audiencias.

El 15 de febrero de 2022 amanecimos con la noticia de que LADO B se ponía, y nos ponía a todes, en pausa “para retomar aire”, dijeron, y agradecieron a “nuestra Comunidad Lado B.” (…) a las personas que (…) han donado y es que creo que ahí está el detalle: crear comunidad con el medio digital que hemos elegido como página de inicio o que buscamos inmediatamente para verificar información, necesita que de verdad hagamos comunidad con ellas y ellos y, así, audiencias y medios, transformemos esta realidad que nos rebasa.  Hoy celebro este regreso, me celebro, les celebro, nos celebro porque nos tenemos y deseo que esta vez nos sostengamo$ en comunidad.

Hoy tengo 48 años, soy formadora en derechos humanos e investigadora social y mi trabajo sin estos medios que me hacen pensar que otra realidad es posible, cojearía de una pata.

#ApoyemosElPeriodismoIndependiente

#LargaVidaLadob

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Baca Feldman, C. (2016). La APPO, experiencia de lucha que resuena 10 años después en el panorama mediático oaxaqueño. En Oaxaca 2006-2016 Antagonismo, subjetividades y esperanza (págs. 169-190). Oaxaca, Oaxaca, México: Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y MA Porrúa.

Bautista Martínez, E., Garza Zepeda, M., Matamoros Ponce, F., & García Vela, A. (2016). Oaxaca 2006-2016 Antagonismo, subjetividades y esperanza. Oaxaca, México: Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y MA Porrúa.

Comisión Nacional de Derechos Humanos. México. (s.f.). Represión en San Salvador Atenco. Recuperado el julio de 2022, de https://www.cndh.org.mx/noticia/represion-en-san-salvador-atenco

Comisión Nacional de Derechos Humanos. México. (s.f.). Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad – Inicia Caravana por la Paz. Recuperado el julio de 2022, de https://www.cndh.org.mx/noticia/movimiento-por-la-paz-con-justicia-y-dignidad-inicia-caravana-por-la-paz

Pardo Veiras, J., & Arredondo, Í. (14 de junio de 2021). Una guerra inventada y 350,000 muertos en México. The Washington Post. Recuperado el julio de 2022, de https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2021/06/14/mexico-guerra-narcotrafico-calderon-homicidios-desaparecidos/

Rivera Hernández, R. (mayo/agosto de 2014). De la Red a las calles: #YoSoy132 y la búsqueda de un imaginario político alternativo. Argumentos. Recuperado el julio de 2022, de http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0187-57952014000200004

 

*Foto de portada: Marlene Martínez

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Autor Lado B
Gabriela Di Lauro
Gabriela Di Lauro Bentivogli es Investigadora social, profesora universitaria y activista. Tiene una Licenciatura en Literatura, una Maestría en Literatura Hispanoamericana por la UDLAP y otra Maestría en Comunicación y Cambio Social por la IBERO Puebla. 
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