Se llamaba Ebony Ortiz, tenía 21 años y era muy talentosa. Le gustaba el arte, la actuación, la foto, el skate, pero sobre todo la música. No la conocí, más que de oídas, por las referencias que hizo la gente cuando desapareció en Atlixco, el 16 de noviembre del 2021.
Era popular. Era bonita, era sexi, era, sobre todo, libre. Un vistazo a sus fotos lo confirman. Pero en esta sociedad una mujer bonita y libre es una mujer peligrosa y en riesgo. Las mujeres no podemos ser bonitas y libres, o talentosas y libres, mucho menos inteligentes y libres. No. Se nos juzgará si nos atrevemos.
Muchas viviremos haciéndonos chiquitas, siendo exageradamente modestas, porque eso sí le gusta a la gente: hay que destacar pero poquito, siguiendo el mandato esquizofrénico de género.
Y Ebony no era así. Ella era, lo diré una vez más, libre. Y si una mujer libre desaparece, la culpa es de ella. Y si esa mujer es asesinada, el dedo patriarcal se asoma indolente y soberbio para señalarnos a todas y advertirnos: ¡se los dije!
Pero cada vez tenemos menos miedo, porque la libertad de Ebony ahora se reproduce en todas las mujeres que salieron a las calles a exigir justicia por su feminicidio. Porque cada vez somos más y estamos más juntas y estamos enojadas. Ya no gozarán con la comodidad de nuestro silencio.
|