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Aumento de pubertad precoz, otro mal de la pandemia
Desde México hasta Argentina, las consultas por desarrollo prematuro se multiplicaron durante la emergencia por covid-19. Los médicos alertan sobre la brecha entre la madurez biológica a tan temprana edad y la madurez psicoemocional que solo se alcanza al final de la adolescencia. Muchos padres preocupados piden mayor atención sobre este asunto de salud pública
Por Connectas . @
11 de enero, 2022
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 Jennifer González, Paula Bistagnino y Ana Lucía Duque Salazar

En marzo de 2021, en Argentina, Analía Reyno llevó a su hija de 7 años a la consulta pediátrica para el control anual. Un año antes todo estaba bien, pero esta vez la pediatra observó la presencia de vello en las axilas de la nena. Dos meses después, cuando tuvieron turno con la endocrinóloga, ya se le había formado el botón mamario, tenía vellosidad en todo el cuerpo y el cabello graso.

Los estudios clínicos confirmaron las sospechas: era pubertad precoz (PP). Con el fin de completar el diagnóstico, le hicieron radiografía de la mano izquierda para obtener la edad ósea, que les daba cinco meses adelantada, y placa de ovarios y útero, que detectó presencia de folículos en los ovarios. Los análisis hormonales de sangre estaban completamente desfasados con la edad.

Incluida en el Catálogo Internacional de Enfermedades vigente (CIE10), la PP ocurre cuando las niñas comienzan a desarrollar caracteres sexuales secundarios antes de los 8 años y los niños antes de los 9. También se cataloga así a la aceleración de los cambios fisiológicos, aunque hayan comenzado después de los 8 años.

La pubertad tiene tres fases: comienza con un ‘estirón’. Luego, viene el desarrollo de los caracteres sexuales secundarios: aparece el vello en las axilas, el rostro y la zona genital; en ellos, aumenta el tamaño de los testículos; en ellas, comienzan a crecer los pechos. En la etapa final, ambos adquieren capacidad reproductiva. Entre cada fase transcurren al menos seis meses, pero cuando es precoz, el periodo entre cada cambio puede disminuir.

El caso de la hija de Analía está lejos de ser aislado. Desde la aparición de la covid-19, endocrinólogos pediatras de todo el mundo reportan aumentos en la consulta y los diagnósticos de esta condición. Aunque los datos no están consolidados, sí han prendido las alarmas en la comunidad médica y empiezan a ser discutidos y estudiados por diferentes asociaciones, entre ellas las de pediatría.

El asunto también preocupa a los padres de familia. No solo se sienten confundidos por la falta de conocimiento de algunos médicos sobre esta condición, lo que demora los diagnósticos y hace que el mal avance, sino por los altos costos de los tratamientos. Esto los ha llevado a unir fuerzas para presionar a los gobiernos y a los congresos a diseñar políticas públicas para enfrentarla y a incluirla dentro de los planes obligatorios de salud.

Poco después de que Italia decretó su primer confinamiento, médicos del Hospital Infantil Bambino Gesù detectaron que la consulta por sospechas de pubertad precoz se duplicó entre marzo y septiembre de 2020 en comparación con 2019. Por cada niña diagnosticada antes de la pandemia, 2,5 recibieron un diagnóstico durante y después del confinamiento. E infantes que habían sido diagnosticados antes de la emergencia sanitaria estaban regresando porque la progresión de su desarrollo se aceleró durante el encierro.

Lo mismo sucede en Argentina. “El primer vínculo que vimos entre pandemia y pubertad precoz es observacional: se quintuplicó la proporción de pacientes pediátricos, fundamentalmente niñas, con consulta al endocrinólogo en relación al desarrollo puberal precoz respecto de los años anteriores. Esa proporción se confirmó en los diagnósticos”, reporta Guillermo Alonso, jefe de Endocrinología Pediátrica del Hospital Italiano de Buenos Aires.

“Estoy recibiendo por lo menos un caso nuevo cada semana, cada dos semanas. Es decir, fácil se han duplicado los diagnósticos, pero esto es un aproximado, es mi experiencia. Falta mucho para reunir estadísticas”, dice Pía Martínez Gigena, endocrinóloga pediatra de un hospital regional en la ciudad de Aguascalientes, México. En 15 años de carrera no había visto tantos casos. Por eso se comunicó con colegas dentro y fuera del país y confirmó sus observaciones: “En la Ciudad de México es donde más se concentran, pero hay en todos los estados: en Nuevo León; en la zona del noroeste, por Baja California; en el sur de México… En República Dominicana, El Salvador y otros países de Centroamérica”.

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En Colombia, según la médica Estefanía Pinzón, que presidió la Asociación Colegio Colombiano de Endocrinología Pediátrica entre 2019 y 2021, durante la pandemia la consulta por pubertad precoz aumentó 40 por ciento y en departamentos como Antioquia y Valle del Cauca llegó a 50 por ciento. Tras la valoración, no todos los casos se diagnostican así, pues puede tratarse de pubertad temprana, cuyo tratamiento es diferente y no siempre requiere fármacos.

Las consecuencias

“No quiero que nadie más pase por lo que pasé yo”, dice Paola García, una mamá de la provincia de Misiones, en el norte de Argentina, donde conseguir especialistas es difícil. Ella pierde la cuenta de todo lo que hizo durante tres años para encontrar el diagnóstico de su hija, que hoy tiene 9. Los primeros síntomas habían aparecido a los 5 y aún estaba en educación inicial. “Ahí empezó el peregrinaje por médicos de todas las áreas: íbamos al traumatólogo y nos decía que no tenía nada, fuimos al alergista porque entre dolores abdominales y acné nos dijeron que podía ser una alergia alimentaria, fuimos a dos gastroenterólogos. El tiempo pasaba, los síntomas seguían y no teníamos nada”.

Aún sin diagnóstico, llegó la pandemia. La nena ya tenía 7 años y aparecieron nuevos síntomas. Al fin, en junio de 2020, una consulta con una ginecóloga infanto-juvenil le dio la clave: “Ni bien entramos al consultorio, sin tocarla, la médica ya me dijo que veía los síntomas de pubertad precoz. Para ese momento, ya se le estaba formando el botón mamario y tenía flujo vaginal estrogenizado, como si fuera una mujer adulta”.

Comenzó entonces un nuevo peregrinaje con la cobertura médica. Paola investigó porque faltaba información y así encontró los primeros estudios que hablaban de las razones de lo que le pasaba a su hija. “El impacto de la pandemia es notable: de no encontrar nada cuando mi hija empezó con esto pasamos en un año a encontrar cientos de casos en todo el país, casi todos aparecidos durante el confinamiento”.

Pero hay que tener en cuenta que el adelanto del comienzo de la pubertad ya venía de antes de la pandemia, un fenómeno que los científicos relacionan con la mejora en las condiciones de nutrición infantil en el último siglo. “El inicio de la menarquia se ha ido acortando más o menos de dos a tres meses por cada década”, precisa la médica Pía Martínez.

*Foto de portada: Sharon McCutcheon | Pexels 

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