Lado B
¿A dónde vamos los medios?
Por Samantha Paéz @samantras
26 de enero, 2022
Comparte

De Lily, Liliana Lozada, lo que más me gusta es la forma en la que sonreía, una sonrisa amplia donde mostraba todos sus dientes superiores, que se contagiaba, porque sin pensarlo, de verla sonreír, sonreías. Así hay muchas cosas lindas que se me vienen a la cabeza cuando escucho o leo su nombre.

Durante las últimas semanas la cosa ha sido complicada, a veces cuando leo sobre ella siento rabia, coraje y asco. La gente que me conoce sabe que hay muy pocas cosas que me dan asco, pero hubo notas y publicaciones de medios en redes sociales sobre Lily que me hicieron sentir un hueco en la boca del estómago, unas tremendas ganas de vomitar. 

Desde que se hizo pública su desaparición, el 4 de enero, hasta el hallazgo de su cuerpo sin vida, el 22 de enero, una a una he visto las malas prácticas que hay en los medios de comunicación. Son tantas que me costaba tanto trabajo creerlo. Me sigue costando leer a colegas dando por cierto, replicando, lo que la Fiscalía filtró a un señor sin el más mínimo de ética, un señor que todo el mundo sabe coludido con el poder y que muchas veces critican o se burlan de él, pero que retomaban sin cuestionar la veracidad o la legalidad de sus palabras.

Y hay que decirlo, las filtraciones que hacen las autoridades no solo perjudican la investigación, son ilegales: el artículo 106 del Código Nacional de Procedimientos dice claramente “en ningún caso se podrá hacer referencia o comunicar a terceros no legitimados la información confidencial relativa a los datos personales de los sujetos del procedimiento penal o de cualquier persona relacionada o mencionada en éste”. Incluso habla de sanciones para el funcionariado público que revele estos datos, a pesar de ello hasta medios nacionales replicaron las filtraciones.

Hubo poco respeto al derecho a la intimidad, empezando por las autoridades, que filtración tras filtración, violaban las disposiciones que marcan en todo procedimiento penal se debe respetar la vida privada de las personas y sus datos personales, también los datos sensibles. Esto generó una ola de revictimización contra Lily, justificando su desaparición, adjudicándole a ella el ponerse en riesgo. ¿Qué riesgo más grande hay en Puebla que ser una MUJER que sale a trabajar?

Pero no son solo las filtraciones, cuestionar y exigir respuestas por parte de la familia me parece también muy revictimizante. Ya había hablado de ello en una columna anterior, pero no quiero pasar de largo este punto: como periodistas debemos entender que las personas de a pie, las que no ostentan cargo público alguno, que no forman parte de empresas u organizaciones que se benefician del gobierno, no nos deben nada, no podemos exigirles. Quizás solo podemos cuestionarles si hubo alguna ilegalidad o violación a alguna norma, pero si, por el contrario, son las víctimas, simplemente no es ético pedirles que justifiquen sus palabras.

Creo que otro de los peores momentos, al menos para mí, fue cómo se esparció el hallazgo del cuerpo de Lily, sin que sus seres más cercanos hubieran tenido la oportunidad de corroborarlo. ¿Qué ganamos siendo el primer medio en difundir información que no ha sido confirmada? Dejemos de largo la falacia de “ganar la nota”, sobre todo cuando estamos generando un dolor y una incertidumbre que no se imaginan, que no les deseo que experimenten.

Fue muy doloroso para mí leer publicaciones de colegas a quienes considero cercanos, que considero que hacen bien su trabajo, dejándose arrastrar por la idea de que ya estaba en todos lados y por ello no solo era verdad, sino que tenían que publicarlo también, alimentando así la confusión y el morbo. 

También puedes leer: ¿Quién enseña a las familias sobre desaparición?

Las horas siguientes no puedo decir más que fueron terribles, entre que se confirmó el hallazgo de Lily sin vida (yo aún tenía la esperanza de volverla a ver y darle un gran abrazo), y leer que la poca información que daban las autoridades, con una exactitud extraña, se replicaba en las notas y en redes sociales de medios. ¿Cómo era posible? En esas horas leía de forma compulsiva las notas, las redes sociales, porque las autoridades siempre prefieren filtrar, revictimizar, a dar la cara a las familias.

Luego vino algo que para mí fue el colmo: leer notas de tweets míos, la única palabra que se me vino a la cabeza fue “rapiña”, me sentí rapiñada, que cualquier cosa que escribiera iba a ser utilizada para una nota y me dio tanto asco que borré algunos mensajes. No es que no supiera que lo que publico lo puede leer más gente de la que imagino, pero algo muy distinto es que hagan notas de ello. Así se me quitaron las ganas de escribir algo más sobre Lily, aunque hay tantas cosas buenas que decir de ella.

Es por ello que estos últimos días me he estado preguntando: ¿a dónde vamos los medios con estas prácticas?, ¿podremos algún día ser mejores, más éticos?, ¿algún día las personas nos sentirán cercanos y saldrán a protestar por la muerte de periodistas? Todas estas preguntas se arremolinaban en mi cabeza. Entonces leí, por azar, un texto de Raúl Cruz Villanueva sobre la crisis de los medios de comunicación y fue tan claro de dónde viene todo este asco: modelos de negocio fallidos, precarización laboral y directivas sin más línea editorial que el dinero.

Yo agregaría más cosas: falta de ética en la formación, no me refiero a la educación formal, sino a la formación que nos dan a los periodistas en los espacios laborales. Como ejemplo, cuando empecé a reportear la única indicación que me dio el entonces jefe de información fue: donde veas a colegas con una grabadora, te paras junto y grabas. Seguro a muchas y muchos periodistas les enseñaron en sus redacciones todas estas cosas que, a la luz, generan repulsión.

Otra cosa es el poco crecimiento profesional y laboral que hay en los medios: ¿qué es a lo que más podemos aspirar las y los periodistas?, ¿a ser dueños de una página que nos permita obtener algún convenio?, ¿realizar una gran investigación que devele algún asunto de importancia nacional? Con el grado de violencia que hay, desde luego que es un camino más fácil buscar el convenio.

Antes de cerrar este texto, que lo he escrito con más tripa que otra cosa, quisiera poner un poco de corazón: gracias a todas las colegas (fueron muchas más mujeres) y los colegas que se tomaron el tiempo de escribirme y que, más allá de pedir información, mostraron su solidaridad, preguntaron cómo hacerle para no revictimizar a Lily, en ustedes pongo mi esperanza de que esta profesión no está perdida. 

Creo que todas las personas de este gremio podemos detenernos unos segundos a pensar en las víctimas, sobre si aquello en lo que se está trabajando es puro clic o si hay algo más que investigar, que aportar. Les juro que podemos hacer la diferencia, si cada quien desde su rama, desde su ámbito, decide erradicar estas prácticas, la forma de comunicar va a transformarse y la sociedad también lo hará.

Comparte
Autor Lado B
Samantha Paéz
Soy periodista y activista. Tengo especial interés en los temas de género y libertad de expresión. Dirigí por 3 años el Observatorio de Violencia de Género en Medios de Comunicación (OVIGEM). Formo parte de la Red Puebla de Periodistas. También escribo cuentos de ciencia ficción.
Suscripcion