Ahora le dejo el espacio a Ara, quien no necesita presentación, ya la conocen, y hoy nos habla de un tema súper rudo pero del que también debemos hablar:
Si pudiera elegir cubrir feminicidios, diría que no. Por supuesto que no. Pero llevo poco más de siete años cubriendo este doloroso tema y en lugar de que cada vez sean más esporádicas las notas, pasa lo contrario.
Nunca olvidaré el primer feminicidio que cubrí y que me tocó sin saberlo. En 2014 Judith Coatl Cuaya desapareció en Tlaxcalancingo, en Cholula. Mi compañera fotógrafa Quetzal y yo empezamos a acompañar a la familia para hacer algo sobre desapariciones (en ese entonces las desapariciones no existían en esta entidad), para visibilizar el caso de Judith. Justo cuando estábamos por terminar el video (que por cierto fue el primero que hicimos juntas), Judith apareció muerta.
Su vecino Gerardo junto con otro amigo la invitaron a salir, y la asesinaron, la tiraron en un pozo a unas calles de sus casas. Judith estuvo todo el tiempo ahí, a pocos metros de su familia, de su mamá doña Feli, de sus hermanas, una familia bellísima, amorosa y fuerte. Lo peor de todo fue cómo dieron con el maldito feminicida: Gerardo asesinó a otra chica, una joven llamada Laura, de Acajete, y su familia fue la que logró dar rápido con el tipo.
A la familia de Judith las autoridades no le hicieron caso.
Hace un par de meses me encontré a la hermana de Judith, Emma, en un evento en Tlaxcalancingo con los compas de la radio comunitaria, y todo regresó a mí como un golpe en la cara. ¿Qué cambió en siete años?
Judith nunca volverá a su casa, su mamá sigue en terapia psicológica, su familia sigue con una tristeza que nunca se va por completo, y los feminicidas tienen la posibilidad de recuperar su libertad.
En ese entonces tenía muy poco que se había tipificado el feminicidio en Puebla (lo cual ocurrió en 2013), y prácticamente la única periodista que cubría el tema de una manera ética y responsable era Mely Arellano, mi jefa y mi maestra en tantas cosas. Ella me enseñó a cubrir este tema, a acercarme a las víctimas con respeto, y a no ser un buitre de la información. Siempre insistía en tratar estos temas con mucho cuidado, trabajarlos con perspectiva de género, y nunca poner en riesgo a las víctimas ni su confianza con tal de “ganar la nota” o “tener la exclusiva”: las víctimas, las familias, siempre al centro. |