La Marcha de las Putas es una movilización que se hace en todo el mundo a partir de algo que pasó en Canadá, cuando un oficial de policía en una charla en una escuela dijo que a las mujeres las violaban porque “se vestían como putas”. En respuesta, cientos de mujeres salieron vestidas “como putas” y tomaron las calles, cuestionando la clásica y estúpida idea de que la manera en que nos vestimos es una invitación o justificación para que algún machito de mierda abuse de nosotras.
En México, y específicamente en Puebla, La Marcha de las Putas lleva haciéndose desde hace 11 años. Las chingonas y poderosas compas de El Taller han insistido y luchado para que las calles sean nuestras, y hemos acompañado ese caminar desde hace ya varios años.
Personalmente ir a la marcha antes era un espacio liberador, donde iba a apropiarme de mis calles, de mi espacio, de mi seguridad, pero durante los últimos años se ha convertido en algo muy doloroso cubrir esos eventos como periodista. Es muy triste y desesperanzador escuchar las mismas historias una y otra vez, darme cuenta que la justicia no llega, que las agresiones aumentan, que los feminicidios, las violaciones, el acoso, los abusos, parece que no tienen fin, y que cada vez hay más mujeres, más jóvenes y más viejas, más enojadas.
Este domingo ha sido uno de los días donde más enojo e impotencia he sentido en toda mi vida cuando escuché a Yanelli, tomando a su hijita de la mano, contar su historia.
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