“Nunca he podido volver a tener relaciones sexuales, siento que en ese aspecto estoy muerta (…) y ni qué decir del terreno emocional”, dice una mujer bajita, delgada, de cabello lacio y voz tranquila, la representante mexicana en el Foro Mundial sobre Salud Reproductiva y Derechos Humanos de 1994, en El Cairo.
Es Carmen Rincón, quien ni siquiera sabía qué eran los derechos sexuales y reproductivos cuando tuvo que defender los suyos en septiembre de 1987. Tenía 28 años, y una mala práctica médica, realizada en un hospital particular de Pachuca, Hidalgo, la había dejado sin hija y sin útero.
Convencida de que merecía justicia emprendió un camino tortuoso, como son los que se transitan en esos casos. En ese camino logró hacer alianzas con periodistas como Sara Lovera y Elena Poniatowska, quienes posicionaron su caso a nivel nacional, y obtuvo una relevancia que le permitió enfrentar un largo juicio con pocas esperanzas y menos dinero.
Cinco años después de denunciar y pasar por todas las instancias judiciales, Carmen obtuvo una sentencia contra el médico que la violentó, pero no se detuvo ahí. |