Lado B
¿Por qué las personas creen en conspiraciones?
Por Lado B @ladobemx
27 de agosto, 2021
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Axel Lima

Hemos escuchado ampliamente el término “teoría de conspiración”. Mucho antes de la llegada de la pandemia por COVID-19, este tipo de narrativas ya estaban incrustadas en los medios y plataformas de comunicación, como las redes sociales. Sin embargo, la crisis sanitaria ha propiciado mucha desinformación, como estas “teorías” y hoy quiero dilucidar un poco sobre el tema. 

Desde mi punto de vista, considero que hay —al menos— cinco razones por las que estas narrativas (pues en realidad no son propiamente teorías) tienen un alto impacto en la sociedad.

1. Dan sentido y control

Un equipo de investigadoras en Psicología experimental, encabezado por Anna-Kaisa Newheiser, de la Universidad Yale, publicó hace ya un tiempo un artículo donde describen la naturaleza funcional de las teorías de conspiración. 

Según esta investigación, este tipo de sistemas de creencias dan sentido de explicación y control sobre lo que no se entiende, especialmente en contextos de falta de confianza en las instituciones. 

2. Son útiles

De acuerdo con lo anterior, las teorías de conspiración también resultan útiles para explicar el mundo, especialmente fenómenos complejos. Anthony Latian y su grupo de investigación de la Universidad de París, llevaron a cabo diversas pruebas para determinar la capacidad de pensamiento crítico (en términos de lenguaje y argumentación) entre algunos de sus estudiantes y su relación con la creencia en teorías de conspiración. 

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Encontraron que existe una relación entre menores habilidades de pensamiento crítico y propensión a creer en esta teorías. Es decir, cuando una persona tiene menos herramientas para interpretar correctamente argumentos es más probable que crea este tipo de cosas. 

3. Siempre tienen una dosis de realidad

¿Por qué este tipo de creencias son relativamente fáciles de aceptar como válidas? Una razón de esto es que siempre tienen algún tipo de anclaje a la realidad: algún dato suelto, un video (aunque sea falsificado), una declaración, un rumor, cualquier indicio puede ser suficiente para su “corroboración”. Esto puede poner a estas “teorías” en una situación de igualdad artificial respecto a otras explicaciones rivales: una especie de “es mi palabra contra la tuya”. 

Un gran ejemplo de esto es la idea de que el gobierno de Estados Unidos espía a su población, lo cual resultó ser cierto (hasta cierto punto) cuando se develó la existencia del proyecto PRISM. A partir de dicha revelación resulta muy difícil argumentar contra alguien que sostiene que existe una vigilancia TOTAL del gobierno, aunque carezca de pruebas suficientes. 

4. Amplio acceso a fuentes no reguladas

El acceso a los medios digitales ha crecido vertiginosamente en los últimos años y con ello el acceso a fuentes de información no convencionales. YouTube, Instagram, grupos de Facebook, blogs, foros… Existen infinidad de fuentes de información falsa, distorsionada e incluso malintencionada (los medios de comunicación también pueden amplificar y ser parte de este ecosistema, pero dejemos eso para otra ocasión). 

Por ejemplo, más de 100 millones de mexicanos y mexicanas tienen acceso a Facebook, plataforma que ha sido señalada como la mayor distribuidora de desinformación respecto a la pandemia.

5. Puede ser imposible refutarlas (para quienes están convencidos)

Hay una multiplicidad de sesgos cognitivos por los que una persona puede no aceptar la falsedad de sus creencias, incluso ante evidencia concreta. Quizás uno de los más útiles para entender esto es el sesgo de confirmación: consiste en buscar información que corrobora lo que ya pensamos y desechar la que contradiga esas creencias, lo que nos lleva de nuevo a los dos primeros puntos de este artículo. 

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Es decir, podemos aceptar explicaciones fáciles de entender, que nos dan la sensación de control, con un muy ligero anclaje en la realidad y que reforzamos al fijarnos sólo en todo lo que nos confirma que son verdaderas. Un círculo vicioso del que es difícil salir sin las herramientas adecuadas (como el pensamiento crítico). 

En el contexto de México, donde alrededor del 54 por ciento de la población no accede a educación superior o media-superior y hay una creciente falta de confianza (creencia) en la ciencia, no es descabellado pensar que las llamadas “teorías de conspiración” llenan un vacío ante la falta de habilidades para acceder y procesar de manera crítica información de suma importancia, como es el caso de la información relacionada con la salud pública. 

Lejos de estigmatizar o ridiculizar a quien asume estas creencias, creo que debemos pensar en cómo contrarrestar su impacto en nuestros entornos cotidianos con empatía y respeto.

*Foto de portada: Oleg Magni | Pexels

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