De hecho, apenas hace un par de días, mi Karen de la Torre recordaba cuando una vez íbamos caminando por la calle, un tipo nos dijo algo y yo comencé a gritar mientras lo señalaba “¡acosador, acosador!”. Toda la gente nos veía como unas locas, o quizás —en honor a la verdad— como una loca y su amiga (jajajaja), pero nos valió. Ahhh, no saben qué sensación tan poderosa. Esa fue la primera vez que hice algo así.
Otra vez, le vi toda la intención a un baboso de decirle algo a Quetzal a.k.a. Marlene Martínez, y le eché una mirada tan amenazante que el vato ya ni dijo nada. Y también, me sentí como Wonder Woman.
Recuerdo también, en mi primera juventud, cuando con mi amiga Gabriela Cruz, “la Bruja”, salíamos a caminar en la madrugada, al terminar la jornada en el periódico donde trabajábamos, recorríamos toda la 2 Norte hasta el zócalo: las calles vacías, nosotras hablando, riendo y hasta bailando sin temor. |