Francisco, un señor de 49 años desplazado de Honduras, decidió reiniciar su vida en México en 2019, dejando atrás los problemas que lo obligaron a huir de su país de origen. Solicitó asilo en Chiapas, y ahora que ha sido reconocido como refugiado ante el gobierno mexicano, ha podido reubicarse en Puebla, encontrando un nuevo empleo y un hogar.
Su vida ha cambiado totalmente, confiesa ante el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Ahora se siente integrado, con los recursos para salir adelante y con los servicios necesarios para poder vivir.
Como el caso de Francisco, hay muchos. Así, aunque existe la creencia de que el estado de Puebla —y todo México— es un territorio únicamente de tránsito para las personas en situación de desplazamiento forzado, que tienen como fin último llegar a los Estados Unidos, el país se ha convertido en un espacio de asilo, creando comunidades de personas refugiadas que han decidido reiniciar su vida acá, dejando atrás las violencias y problemas que vivieron en sus países de origen.
Acnur, desde su oficina en Puebla, busca integrar a esas personas refugiadas que han recibido el asilo por parte de las autoridades mexicanas (o están en proceso de ello) desde el Programa de Integración Local, mismo que comenzó en 2016 a nivel nacional.
Este año, la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (autoridad que determina la condición de una persona refugiada en el país) ha reportado un aumento en sus registros de solicitudes de asilo respecto a los años anteriores, cuenta Alejandra Domínguez, Asociada de Protección en Acnur Puebla.
La tendencia ha ido al alza: entre los años 2014 y 2019, el número de solicitudes de asilo registradas pasó de 2 mil 137 a 70 mil 302, representando un incremento de más del 3 mil por ciento. Además, de acuerdo con la Organización Mundial de las Naciones Unidas, el número de solicitudes de asilo en México batió su récord mensual en marzo de este año con más de 9 mil peticiones.
La característica principal de una persona refugiada es que se ve obligada a huir de su lugar de origen o residencia, es decir, no se mueve porque sea una decisión por gusto propio, considera Domínguez, por lo que apela a que las autoridades escuchen la necesidad de las personas desplazadas y atiendan su deseo de iniciar una nueva vida en México.
Empezar de nuevo para las personas refugiadas, como Francisco, ha sido posible gracias al Programa de Integración Local de Acnur, que fomenta la creación de comunidades de acogida; apoya en la revisión de documentos (explicando cuál es su validez), en la vinculación laboral con 14 empresas en la entidad, en la búsqueda de una vivienda cerca del lugar del nuevo empleo; fomenta el acceso a la educación; da apoyos económicos para medicinas o recursos básicos, y brinda información acerca de servicios de salud, justicia y capacitación técnica.
Cabe destacar que toda persona que haya sido reconocida como refugiada por las autoridades mexicanas o esté en proceso de hacerlo, puede pedir el apoyo de este programa en Puebla y en todo México.
Desde la oficina de Acnur en la entidad explican que Puebla capital, San Andrés Cholula, San Pedro Cholula y Cuautlancingo han sido espacios de crecientes comunidades de personas refugiadas; esto de acuerdo con los testimonios que recaudan por medio de visitas domiciliarias que hacen a aquellas personas que forman parte del programa. Además, la oficina también tiene casos registrados en Atlixco, Tehuacán y Teziutlán.
De acuerdo con Domínguez, una comunidad de acogida se va creando en un lugar gracias a las personas refugiadas que reconstruyen su vida ahí, trabajando, llevando a sus hijas e hijos a la escuela y realizando actividades cotidianas. Esta no depende de un número de personas, ya que con que una sola reconstruya su vida ahí, quiere decir que inició la integración y el proceso comunitario. Y es ahí en donde intervienen programas como el de Acnur, que ayudan a las personas a crear estos espacios y apoyar a los ya existentes.
En cuanto a inclusión laboral, la integrante de Acnur detalla que han podido crear una vinculación exitosa con las empresas, sobretodo formal. Ella explica que la persona puede reconstruir su vida, a la vez que se dignifica a través del trabajo. Además de que este proceso combate los discursos de odio, estereotipos, racismo y xenofobia en contra de las comunidades de migrantes y refugiadas en el país, integrándoles en espacios laborales.
Por su parte, las empresas dejan de tener temor a sanciones por parte de las autoridades migratorias (como multas, redadas o cierres de su establecimiento), agrega Domínguez. “Lo que pide el Acnur es que no sea el desconocimiento [del sector privado acerca de que pueden emplear a personas refugiadas] lo que se apodere de negarles esta oportunidad”.
Asimismo, entre otros apoyos, la oficina del Acnur ha ayudado a jóvenes a reiniciar sus estudios en instituciones de la entidad con soportes económicos y en la elaboración de trámites en todos los niveles de educación básica y licenciatura.
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Y las personas refugiadas mayores han podido obtener sus beneficios por parte del Instituto Nacional de las Personas Mayores (Inapam), al igual que han podido inscribirse a la vacunación contra la COVID-19, derivado de que han sido reconocidas por el Estado mexicano y, por ende, tienen derecho a la salud pública.
Toda persona que haya solicitado asilo en la Comar y haya sido reconocida como refugiada obtiene una tarjeta de residencia permanente para poder permanecer en el país, teniendo permiso para trabajar, recibiendo una CURP (Clave Única de Registro de Población) y la posibilidad de tramitar un Registro Federal de Contribuyentes (RFC), así como un número de seguridad social.
Este proceso puede realizarse de forma gratuita de la siguiente manera:
Es importante que las personas que hayan ingresado en situación de desplazamiento forzado al país sepan que tienen la posibilidad de iniciar este trámite en cualquier momento, explican desde Acnur.
El procedimiento para saber la resolución final entorno a la residencia permanente dura 45 días hábiles, más 10 días de notificación —seis de cada 10 solicitudes son positivas, informa Acnur—. Sin embargo, hay casos que demoran más, advierte el Alto Comisionado.
Esto sucede en gran medida porque la capacidad de la Comar ha sido limitada, lamenta Domínguez, debido a los altos flujos de personas desplazadas y al aumento de las solicitudes de asilo en el país; además de que esta autoridad no tiene presencia física en todos los estados de la república.
Mientras esperan una resolución, desde el Alto Comisionado informan que las y los solicitantes pueden tramitar una Tarjeta de Visitante por Razones Humanitarias —que se otorga en Puebla de entre dos a tres semanas— que es idéntica a la de residencia permanente, pero con la diferencia de que esta tiene un vencimiento de un año. Esta funge como validación de su proceso frente a cualquier autoridad mexicana, e incluso permite a la persona recibir una CURP temporal y poder tramitar un RFC.
En el Acnur, asesoran a las personas que buscan asilo a realizar este trámite sin tener que desplazarse a la oficina de la Comar más cercana (que en el caso de Puebla, sería la de Ciudad de México). Destacan que el trámite debe terminarse en la entidad donde se empieza.
En los lugares donde no hay oficinas de la Comar, o incluso de Acnur para recibir apoyo, se puede realizar el trámite en el Instituto Nacional de Migración.
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Si quieres contactarte con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, puedes llamar al número gratuito: 800 226 8769, enviar un Whatsapp al 554 944 7052 o 562 046 2974, o un correo electrónico a mexme@unhcr.org.
*Foto de portada: Cortesía
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