Tres días antes del 8M una niña de seis años fue asesinada a golpes por su mamá y su padrastro. Se llamaba Kimberly, y en su cuerpo tenía quemaduras de cigarro y señales de violación. Cuando llegó al hospital ya estaba muerta.
¿Qué clase de Estado permite que cosas como esa ocurran? Porque por desgracia no es un “hecho aislado”, es una historia que hemos leído o escuchado tantas veces que ha dejado de sorprendernos, de conmovernos y de indignarnos.
El mismo Estado que permite que estas historias se repitan, con sus omisiones y desinterés, es el que permite y promueve que desde los medios de comunicación esas historias se aborden desde una narrativa que criminaliza, revictimiza y juzga. Porque antes de cuestionar qué clase de madre hace eso, habría que reflexionar, otra vez, sobre qué clase de Estado ignora a su población al punto de que eso suceda; cuánta violencia tiene que vivir una mujer, o tiene que haber en una familia, o en una comunidad, para cometer tales conductas, para normalizar el maltrato como una forma de relación, o incluso de cariño.
La influencia que los medios de comunicación ejercen sobre la sociedad construye estereotipos y “valores”, que a veces ocultan otras carencias, y que por supuesto benefician al Estado. |