En el 2018, todavía durante la administración de Enrique Peña Nieto, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) tuvo asignado un presupuesto de 27 mil 225 millones de pesos; el presupuesto aprobado para el mismo organismo, en 2021 ya con López Obrador a cargo del gobierno federal, es de 26 mil 573 millones de pesos.
No parece una reducción sustancial al presupuesto de ciencia y tecnología. Sin embargo, hay que considerar dos cosas: 1) el presupuesto del Conacyt no es el único rubro en el que el gobierno invierte en ciencia y, 2) saber cuánto se gasta nos dice poco sobre el porqué de la actividad científica (mucho menos de cómo se ejerce este presupuesto).
El debate que se ha generado en los últimos meses sobre la re-organización del gasto público en ciencia y tecnología ha dejado de lado otra cuestión fundamental:
¿Por qué y para qué un país debe hacer ciencia?
Veamos…
El 17 de noviembre de 1944, el entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Roosevelt, envió una carta a Vannevar Bush, director de la Oficina de Investigación y Desarrollo Científico (OSRD, por sus siglas en inglés). En dicha carta, el presidente le pedía su asesoría para cuatro temas fundamentales:
“Nuevas fronteras de la mente se abren ante nosotros y, si son colonizadas con la misma visión, decisión y empuje con la que hemos peleado esta guerra, podremos crear empleo pleno, así como una vida más plena y fructífera” (1).
Así resumía Roosevelt su visión sobre la utilidad de la ciencia para la sociedad. Bush, compartiendo en buena medida el entusiasmo, tituló su informe como “Ciencia: la frontera sin fin”, que sigue siendo parte del núcleo duro de ideas que tenemos alrededor de la relación ciencia-sociedad. A grandes rasgos: que el gobierno debe financiar la investigación científica (especialmente la ciencia básica) porque esta eventualmente tendrá aplicaciones útiles para mejorar la economía, la salud de la población y en general el bienestar humano.
Bush también planteaba que la ciencia era fundamental para la creación de más y mejores armas que pudieran garantizar la supremacía norteamericana… pero dejemos ese tema de lado por el momento.
Es innegable que la ciencia tiene un papel fundamental en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida actual. Computadoras, celulares, máquinas industriales y medicamentos están relacionados directa o indirectamente con investigaciones científicas, pero ¿en qué medida?
En 1994, el geólogo e investigador sobre política científica, Daniel Sarewitz, publicó Las fronteras de la ilusión: tecnología y la política del progreso (2), libro en el que esbozó una fuerte crítica a lo que denominó “mitos” sobre la actividad científica, que generalmente son utilizados como argumentos para pedir más recursos y que pueden resumirse de la siguiente manera:
Sólo como comentario general digamos que la ciencia no es una actividad perfecta: las investigaciones no siempre producen conocimiento nuevo ni inmediatamente útil; científicos y científicas tienen muchas obligaciones más allá de una mera persecución desinteresada por el saber; las políticas públicas no siempre se guían por evidencia científica y el impacto de la ciencia en la sociedad siempre tiene repercusiones de ida y vuelta. En suma: existen formas críticas de entender la ciencia como actividad social y política.
Pero ¿para qué se hace ciencia en México?
La ciencia en México siempre ha estado vinculada fundamentalmente al aprovechamiento de recursos naturales y a los procesos educativos. No es casualidad que la mayor parte de la producción científica en México se realice en universidades públicas, centros de investigación públicos (como los que están a cargo del Conacyt), sector salud y empresas como Pemex (3).
En el documento Informe General 2020 y Plan Estratégico 2021-2024(4) se plantea como prioridad orientar la investigación científica a resolver los problemas nacionales: como la producción de insumos médicos, el acceso a la educación, la explotación de hidrocarburos y la soberanía energética etc.
Podemos decir que en términos generales la orientación de la política científica en México no ha cambiado mucho con el cambio de gobierno federal. A pesar de que la desaparición de 91 fideicomisos relacionados con la ciencia y tecnología ha causado mucha controversia, lo cierto es que en términos netos la inversión total del Estado en este ramo pasará de aproximadamente 98 mil millones de pesos a 102 mil millones de pesos.
Parece una idea ampliamente aceptada que los gobiernos deben invertir en ciencia pero poco se debate sobre el porqué. Para tener beneficios sociales o económicos no es suficiente destinar sendos recursos al desarrollo científico, ya que existen diversas metas y objetivos a los que orientar esta actividad. Entender los marcos conceptuales de la política científica nos puede ayudar a comprender mejor la actividad científica y a reflexionar sobre los potenciales beneficios que traerá a la sociedad mexicana.
Referencias:
(1) Science the Endless Frontier
(2) Frontiers Of Illusion: Science, Technology, and the Politics of Progress on JSTOR
(3) Principales indicadores cienciométricos de la producción científica mexicana
(4) Informe General 2020 y Plan Estratégico 2021-2024
*Foto de portada: RF._.studio | Pexels
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