Desde que recuerdo el obtener “una plaza” significa una solución de vida para muchas personas en México. Según las aspiraciones de cada quien, tener empleo de base en alguna institución pública es asegurar el futuro; si uno cuidaba sus pasos, con el correr de los años no solo podían obtenerse ascensos jerárquicos con salarios generosos, además de buenos aguinaldos y adquirir una vivienda, sino también exención en el pago de ciertos impuestos y la posibilidad de asegurarse un buen retiro (a veces antes de los 50 años de edad). Posteriormente está la posibilidad de heredar la plaza a un familiar o cualquier otra persona que uno decida, y el ciclo vuelve a comenzar. Esto ocurre todavía en muchos lugares, siendo el magisterio el caso más conocido, pero sabemos que lo mismo pasa con otras entidades como la CFE y la UNAM.
No tengo por seguro que las prácticas antes mencionadas se hubieran replicado en las llamadas cátedras CONACYT, entendidas como aquellas “plazas de servidores públicos de carácter académico, y que forman parte de la plantilla de servicios profesionales” del organismo antes citado. Creadas en 2014 durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, este programa surgió como una solución a la fuga de cerebros y falta de oportunidades para los científicos jóvenes de hacer investigación en el país. Sin embargo, este proyecto había sido considerado tan solo un programa del gobierno, más que una institución. Ahora es noticia que desde el pasado 10 de marzo se ha creado un sindicato que representará los intereses laborales de sus miembros.
Las nuevas condiciones contractuales de los investigadores adscritos, así como la reducción en el número de plazas a casi dos terceras partes de las 1,500 que existían hasta hace unos años, así como restringir el acceso a investigadores de universidades privadas son tan solo algunos de los detonadores que motivaron esta decisión.
Uno de los objetivos es asegurar la firma de un contrato colectivo, aunque también incrementar el número de contrataciones. Si bien lo que reclaman me parece justo y necesario en términos laborales, no dejo de pensar ¿por qué no lo hicieron antes? Creo que se confiaron, nunca se les ocurrió considerarse como empleados esenciales del gobierno ni tuvieron previsión ni habilidad de relaciones públicas y comunicación para mantenerse en la agenda diaria.
Los cambios los agarraron en curva. A estas alturas ya todos deberían saber que la ciencia nunca ha sido ajena a la política, y al entrar en el terreno del sindicalismo tendrán que hacerse de las habilidades de negociación y mañas propias de esta práctica. Por supuesto y no menos importante hacer pública la importancia de su trabajo, hacer que su voz se escuche entre la sociedad que paga sus salarios.
Estas son algunas de las noticias de ciencia que me gustaría compartir con ustedes.
Siempre será importante destacar el trabajo que se realiza desde las aulas. En Lado B mencionamos