Mejor dossier no pudo acompañar la decisión que tomó la Fiscalía General de la República (FGR) de no ejercer la acción penal en contra del general Salvador Cienfuegos que el que confeccionó la revista Nexos para la sección Agenda de su edición del mes de enero. Y mejor título tampoco. Su elocuente portada da cuenta de la veloz expansión del poder que han ganado las Fuerzas Armadas en apenas dos años con cuatro palabras: Hasta en la sopa.
Un par de artículos, el de Fernando Escalante y el de Jorge Javier Romero, ofrecen claves importantes para entender que no se trata de un poder novedoso, que estiró de la noche a la mañana, ni ajeno a nuestra historia posrevolucionaria. Pero tanto el primero como el firmado por Jorge Andrés Castañeda y Ricardo Alvarado reportan cómo dicho poder ha ganado terreno en el sexenio más inesperado para ello.
Como se ha documentado ya en este espacio, se trata de un empoderamiento por la vía de nuevas atribuciones y responsabilidades administrativas que, en palabras de estos últimos autores, atrofia las capacidades de un gobierno civil de suyo debilitado en tareas que le eran propias y, a la vez, las capacidades de las Fuerzas Armadas a la hora de concentrarse en su quehacer original de defensa nacional. Pero no sólo eso, el militarismo, entendido como la preponderancia del poder militar sobre el poder civil y la influencia de la esfera castrense en la toma de decisiones políticas más allá de aquellas que tienen que ver con la seguridad, es una amenaza para la democracia.
En su registro del protagonismo militar, Castañeda y Alvarado recuerdan que el expediente en particular del Ejército en cuanto a obra pública no es uno precisamente meritorio. La construcción de la barda perimetral del que iba a ser el nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México en Texcoco tuvo un sobrecosto de casi dos veces lo presupuestado con contratos de más de 10 millones de pesos con empresas fantasma. Adicionalmente, un rasgo que caracteriza a la actividad castrense es el de la opacidad, bajo un uso desmedido del argumento de la protección de la seguridad nacional que impide el escrutinio público.
Escalante, por su parte, da en la diana al distinguir la disciplina y la lealtad, valores no necesariamente democráticos, en la genética militar, al grado de que la eficiencia de esta institución se aprecia en el cumplimiento de órdenes, no en la eficacia de su despliegue. Este autor es enfático al sostener que el paréntesis civilista —que inició con la presidencia de Miguel Alemán y comenzó a obturarse con el uso de las Fuerzas Armadas para el combate al narcotráfico en 2006— se ha cerrado.
Sin embargo, da un paso más al afirmar que el proceso de militarización —de militarismo desde una perspectiva más amplia— ha sido aceptado con una inquietante tranquilidad al asumir, sin cuestionar ni problematizar demasiado, que el Ejército es pueblo, siendo que esta afirmación no pasa el mínimo examen. Y es así porque los integrantes de las Fuerzas Armadas “no están sometidos a las vicisitudes que padece el pueblo”, por más que de ahí provengan y ese sea su origen.
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Por su parte, Catalina Pérez, Estefanía Vela y Laura Atuesta fijan su mirada en el saldo que ha tenido la actividad militar en materia de derechos humanos, llamando la atención las quejas ante la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) por detenciones arbitrarias, tratos crueles e inhumanos y empleo arbitrario de la fuerza pública; y la relación que puede establecerse entre la militarización de la seguridad pública y el aumento en los homicidios de mujeres, así como la forma en que han sido asesinadas.
Ninguno de estos atributos es prometedor para la Cuarta Transformación. No lo es la corrupción, tampoco lo es la opacidad y menos lo es la obediencia a ciegas —como la lealtad que reclama el presidente hacia su proyecto de transformación— ni la afectación a los derechos humanos, en especial los de las mujeres. No obstante, como apunta Escalante, si algo es claro es “que las Fuerzas Armadas van a ser uno de los factores del nuevo régimen político”, a costa del debilitamiento de la administración pública y, puntualmente, de los gobiernos locales.
En este sentido, si la aceptación del militarismo que venturosamente no es unánime crece con la idea de que la solución de nuestros problemas pasa únicamente por las Fuerzas Armadas, el panorama por venir puede ser todavía más sombrío. La llamada exoneración del general Cienfuegos es sintomática del cierre del paréntesis.
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Aquí puedes leer el dossier de Nexos: Hasta en la sopa.
*Foto de portada: @Luis_C_Sandoval | Twitter