Desde la década de 1950 la industria tabacalera conoce la naturaleza carcinógena de sus productos, y desde los 60s sabe muy bien que la adicción a la nicotina es la clave para mantener a flote su negocio. Sin embargo, a la fecha quienes dirigen este multimillonario mercado insisten en no reconocer lo primero e intentan disimular lo segundo. Para ello se han dado a la tarea de invertir miles de millones de dólares en investigaciones científicas ‘a modo’ para verse favorecidos y desacreditar a cualquier otro estudio que se atreva a demostrar sus mentiras. Que la ética científica pueda doblegarse ante el sonido del dinero no es un secreto, y lo hemos visto en infinidad de casos que van desde la industria azucarera hasta el infame caso de emisiones contaminantes por motores diesel de Volkswagen.
Actualmente, ante la situación que prevalece debido a la pandemia y la urgencia para reactivar la economía, podemos ver los primeros casos similares. Pero financiar tu propia investigación para mostrar resultados favorables alcanzó una nueva cuota con el comité organizador del festival Primavera Sound, en España.
Con el propósito de encontrar soluciones para devolverle la vida a los conciertos musicales, los organizadores de este evento anual que se lleva a cabo en Barcelona, uno de los más importantes en el mundo, publicaron en su página oficial los resultados de un estudio que en principio luce novedoso.
“El estudio PRIMA-CoV es un ensayo clínico aleatorizado 1:1 que prueba la hipótesis de que un concierto en vivo realizado en condiciones seguras no estaría asociado con un mayor riesgo de infecciones por SARS-CoV-2. El estudio fue aprobado por el comité de ética del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol de Badalona (Barcelona).”
Sin embargo, en principio el comité de ética antes mencionado está integrado por una sola persona, el propio autor del estudio, quien al parecer no cuenta con publicaciones científicas previas. Se trató de un “concierto de laboratorio”, experimento que si bien luce bastante interesante su diseño hace que uno levante la ceja, porque entre otras cosas fue un evento en el que no hubo sana distancia y se permitió ingerir bebidas alcohólicas y bailar, aunque a todos los asistentes, 1,047 para ser exactos, se les realizó pruebas de detección de antígenos para SARS-CoV2 que dieron negativo (sin comentar, apropiadamente, sobre la posibilidad de falsos negativos) antes de ser admitidos en un recinto al aire libre. La conclusión según ellos fue:
“…asistir a un concierto de música en vivo con una serie de medidas de seguridad que incluían una prueba de antígeno negativa para el SARS-CoV-2 realizada el mismo día, no se asoció con un aumento de las infecciones por COVID-19.”
Esto último lo concluyen porque a los asistentes se les pidió que una semana más tarde volvieran a realizarse otra prueba para saber si se habían contagiado, encontraron que todos estaban a salvo. ¿Así de simple? Ante resultados tan maravillosos siempre hay que ser escépticos. Se sabe que las medidas sanitarias son un requisito indispensable para cualquier actividad en esta época, pero quisiera creer que fueron ingenuos al aseverar que sus resultados son contundentes cuando estos no han sido enviados a revistas de revisión por pares.
De hecho los resultados únicamente han sido publicados en la página oficial del evento, y para colmo la última frase que puede leerse en el comunicado es “los datos serán enviados a revistas médicas y autoridades sanitarias”. Admiten (¿cándidamente?) que el estudio fue pagado por Primavera Sound, lo que ya incurre en un conflicto de interés. El problema además es la viralización irresponsable de esta nota por supuesto, ya que además se tiene evidencia que los jóvenes han sido uno de los principales vectores de contagio del SARS-CoV2.
Todos queremos que nuestros viejos hábitos y costumbres regresen, que la economía se recupere, pero no podemos acelerar este proceso y menos usar la epidemiología a nuestra conveniencia para lograrlo.
Nos leemos el próximo martes.
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Gerardo Sifuentes @sifuentes
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