“Esta es una lucha de mujeres”, dice tranquila y claramente Yesenia Zamudio, porque “las mujeres estamos hartas de palabras”.

No puede haber más verdad en las frases que va soltando para explicar, a quien quiera entender, que se acabaron las instancias a quien recurrir, que se les agotaron la paciencia y los modos, que no les queda más que furia, un fuego inmenso que alimenta su valor y que se aviva con lágrimas de rabia.

Pero Yesenia no se representa nada más a ella, nos representa a todas.

Representa a María Elena Ríos Ortiz, a quien ayer hace un año le deformaron el rostro con ácido en Oaxaca; a Mara Castilla, a quien asesinaron hace tres años; a Yaz y Mitzi, dos hermanitas que sufrían violencia, una está internada de gravedad por lesiones, la pequeña falleció hace dos meses; representa también a Amada Barranco y Rocío Limón, mamás de Araceli Vázquez y Paulina Camargo, víctimas de feminicidio que siguen impunes.

Representa a la mujer que anoche no pudo escapar de la violencia de su esposo porque desconfía de la policía; a la que tuvo que enviar a su hija lejos porque un vecino amenazó con matarla, y las autoridades le dijeron que no podían hacer nada; a la que huyó de su casa con sus hijos pero no sabe leer ni escribir.

Y sí: estamos hartas de las palabras. De que nos mientan en la cara, de su incompetencia, de sus ganas infinitas de callarnos, de invisibilizar la violencia contra nuestros cuerpos, de hacernos creer que somos exageradas, de valorar más una pared o un cuadro que la vida de las mujeres, de tratar de invalidar nuestras demandas de justicia so pretexto de que los crímenes que denunciamos ocurrieron en otros gobiernos.

Porque no, señores presidente, gobernador y fiscal, si ustedes creen que “lo que pasa en el sexenio se queda en el sexenio”, les tenemos noticias, es su responsabilidad investigar y hacer justicia por delitos del pasado y del presente. Y si no pueden, renuncien.

Deseo, con todo mi corazón, que el valor de Yesenia Zamudio y todas las mujeres que han tomado la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se nos transmita de alguna manera, que no se apague el fuego de su digna rabia. Por eso las convoco a hacer algo, una acción, lo que puedan, al menos algo pequeño en apariencia pero significativo para ustedes: díganle a ese vato del camión que cierre las piernas, grítenle en la calle a su acosador, usen lenguaje incluyente aunque su jefe lo odie, díganle a esa amiga que sufre violencia que cuenta con ustedes, tomen de la mano a la mujer que está siendo acosada en la calle, señalen ese micromachismo de su novio, hagan algo, lo que puedan, que corra el fuego, que corra la voz: lo vamos a tirar.