Lado B
Formación ética-crítica y ciudadanía: a propósito del V informe
Señor presidente: ¿Si todo está tan bien, por qué está tan mal?” preguntaban varios tuiteros a Enrique Peña Nieto
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
05 de septiembre, 2017
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“Una estructura invariante del bien humano es algo que puede hallarse en cualquier sociedad humana. Sin embargo, al presentar esta estructura invariante, debemos hablar no sólo acerca del bien humano sino también acerca del mal, porque el bien humano no está separado del mal, sino en tensión con él. Mucho de nuestro esfuerzo por el bien es luchar contra el mal”.

Bernard Lonergan. Filosofía de la Educación, p. 22.

“…mi noción del bien humano es intercambiable con una noción de la estructura de la historia…”

Bernard Lonergan. Filosofía de la Educación, p. 21.

[dropcap]“S[/dropcap]eñor presidente: ¿Si todo está tan bien, por qué está tan mal?” preguntaban varios tuiteros a Enrique Peña Nieto después del mensaje que pronunció con motivo de su quinto informe de gobierno el sábado pasado.

En efecto, siempre ha sido contrastante el discurso triunfalista de los presidentes y gobernadores cuando hablan de sus gestiones al frente de un estado o del país y la experiencia vivida, la percepción de la realidad que tenemos los ciudadanos “a nivel de calle”, los que nos movemos cotidianamente en la realidad nacional que no cabe y la mayoría de las veces está muy lejos de las cifras y los conceptos con los que los gobernantes tratan de adornar sus ceremonias para tratar de convencernos o de auto convencerse de que han hecho muy bien su trabajo.

Cuando se escuchan estos informes de gobierno que desafortunadamente nunca han podido cumplir con la función de evaluación y rendición de cuentas a la sociedad para la que fueron creados, porque han sido históricamente ceremonias de auto elogio y de culto a la personalidad del gobernante en turno por parte de un Congreso de la Unión sometido al  titular del ejecutivo –en los tiempos del viejo régimen presidencialista priísta- o de un grupo de invitados apoyadores incondicionales –en esta época en la que los diputados y senadores han impedido que el presidente pise la sede del congreso pensando absurdamente que hacen un bien a la democracia-, es normal que un ciudadano común piense que quien lee el informe está hablando de otro país o de algún planeta lejano.

Esta es la dialéctica que hemos vivido siempre y por ello consideramos como normal y natural, de manera que la simulación se sigue perpetuando. Por un lado, los gobernantes se encierran en un lugar a modo con invitados que son convocados a aplaudir todo lo que se diga, en una dinámica de auto engaño en la que nadie cree. Por otra parte, los ciudadanos –que por lo regular ya ni siquiera escuchamos o leemos lo que se dijo en la síntesis del informe aunque se transmita por todos los medios- nos limitamos a decir que nada de lo que se mencionó en el discurso presidencial es verdad y que absolutamente todo está mal.

Se trata de un juego de irresponsabilidades cívicas en las que el gobernante sabe que puede decir lo que le convenga y maquillar cifras y resultados sin que exista ninguna consecuencia y el ciudadano no cree en nada de lo que le dicen pero no tiene ni la voluntad ni la capacidad crítica para exigir que realmente le rindan cuentas.

En este juego que lamentablemente todos seguimos jugando en México, lo que menos importa, lo que queda siempre relegado es la búsqueda genuina y el compromiso corresponsable de construir el bien de la sociedad que es la tarea fundamental que debemos procurar los ciudadanos y los gobernantes en interacción.

Porque para el gobernante es muy cómodo decir que todo está bien y para el ciudadano es lo más cómodo quejarse de que todo está mal.

Sin embargo, la estructura del desarrollo histórico de la sociedad, que es intercambiable con la estructura del bien humano en construcción como afirma Lonergan, es dialéctica y en ella nunca puede afirmarse que todo esté bien, como tampoco puede decirse que todo esté mal.

Porque como afirma el filósofo canadiense, el bien no está separado del mal sino en tensión permanente con él y mucho de nuestro trabajo por la construcción del bien consiste en luchar contra la prevalencia del mal.

El compromiso de un ciudadano bien formado y la tarea de un gobernante que es antes que nada un ciudadano comprometido con el bienestar de su sociedad consiste en trabajar por la construcción del bien humano, siempre en tensión con el mal, lo cual significa también trabajar por revertir el mal que muchas veces está instalado y se regenera continuamente en las estructuras sociales.

¿Cómo juzgar el nivel de cumplimiento de esta tarea? ¿De qué manera podemos ejercer nuestra ciudadanía trascendiendo la visión simplista del gobernante que dice que todo está bien y la visión maniquea del ciudadano que afirma que todo está mal?

[quote_box_right]Cuando se escuchan estos informes de gobierno que desafortunadamente nunca han podido cumplir con la función de evaluación y rendición de cuentas a la sociedad para la que fueron creados, porque han sido históricamente ceremonias de auto elogio y de culto a la personalidad del gobernante en turno por parte de un Congreso de la Unión sometido al  titular del ejecutivo.[/quote_box_right]

La formación de ciudadanía requiere de un desarrollo ético-crítico o crítico-ético que sea capaz de analizar el avance o retroceso del bien humano –o del mal humano- en sus distintos niveles para evaluar y tomar decisiones responsables que contribuyan a mejorar las condiciones para que la sociedad pueda avanzar hacia la humanización de todos.

Como afirma Lonergan, el primer nivel es el de los bienes particulares que se oponen dialécticamente a los males estadísticamente medibles. Un primer análisis tiene que ver con la revisión de las acciones particulares que han atendido y resuelto de manera más o menos eficaz alguna necesidad social concreta –de alimentación, vivienda, salud, cultura, convivencia, seguridad, etc.- o que han ayudado a combatir algún mal particular que aqueja a determinado grupo social.

El segundo nivel es el del bien de orden que se contrapone al mal estructural. Porque como afirma Lonergan, el problema del bien humano es que no solamente requerimos bienes particulares las personas o grupos particulares sino que necesitamos que existan ciclos de esquemas de recurrencia de actividades, instituidas y normadas, que garanticen el flujo sistemático y continuo de todos los bienes particulares para todos los miembros de la sociedad.

De manera que un segundo nivel de análisis está relacionado con la revisión de las estructuras institucionales, el funcionamiento sistémico del gobierno y de la sociedad civil organizada, la legislación y el flujo de los recursos que pongan las condiciones para garantizar que los bienes particulares –vivienda, salud, alimentación, seguridad, educación, cultura, etc.- puedan llegar de manera continua a todos los grupos sociales.

El tercer nivel de la estructura del bien humano es el del bien como valor terminal que se opone al mal como aberración de la cultura. Se trata del nivel relacionado con los significados y valores que rigen nuestras formas de convivencia social que pueden estar orientados hacia la humanización que implica la paz, la justicia, la búsqueda de felicidad para todos o bien hacia la deshumanización, la violencia, el abuso, el éxito a costa de lo que sea y la exclusión de los más débiles.

Es por ello que un tercer nivel de análisis está dirigido a revisar el estado de la cultura que rige a nuestra sociedad, para descubrir si los significados y valores que determinan los modos concretos en que hoy vivimos y convivimos se orientan desde el respeto a la dignidad humana y hacia la construcción de una sociedad más justa e incluyente o bien está dominando la aberración cultural que condiciona comportamientos injustos, violentos, excluyentes y discriminatorios.

Para poner un ejemplo concreto de aplicación de esta estructura de análisis crítico-ético de la situación social que debe caracterizar el ejercicio ciudadano, podemos hablar del tristísimo caso del socavón en el llamado Paso exprés de Cuernavaca.

La construcción de una ampliación del libramiento que cruza la ciudad de Cuernavaca es un bien particular que resolvería una necesidad de traslado ágil para un buen número de conductores de transporte privado y público, pero el que se haya realizado una construcción técnicamente deficiente por omisión o corrupción de las partes involucradas es parte de un mal que puede contabilizarse estadísticamente.

Pero en el nivel del bien de orden puede contraponerse por una parte la política pública de inversión en la red de carreteras del país como una acción sistemática parte del bien de orden, contra un sistema gubernamental cuyo funcionamiento está marcado por la negligencia y la corrupción que regenera continuamente acciones como la que produjo el problema del socavón, haciendo que este tipo de problemas no sean casos aislados sino hechos que se repiten continuamente.

En el nivel de la aberración de la cultura, el caso del socavón es uno más de una larga cadena a la que desgraciadamente los mexicanos ya estamos acostumbrados y que también como de costumbre quedará impune. El ciclo de corrupción-negligencia-impunidad es parte de los significados con los que funciona nuestro sistema político y la sociedad mexicana ya no reacciona con indignación sino con resignación ante casos como este.

El ritual de este V Informe de gobierno y la reacción de resignada y cómoda inconformidad por parte de la ciudadanía hace evidente la necesidad cada vez más urgente de una formación ética-crítica para construir la nueva ciudadanía que requiere el país democrático al que aspiramos.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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