Son las diez de la mañana y una mujer vestida completamente de negro, cabello suelto y gafas oscuras espera desde hace unos minutos en las afueras del juzgado penal del CERESO de San Miguel. Está acompañada de un joven. Carmen también está ahí.
“Ni perdón ni olvido ante los feminicidios”, un grupo de mujeres levanta una manta ahí mismo. Encima de un “61” escrito con tinta roja, hay rayoneado un 76. Hasta hoy van 76 feminicidios en Puebla, de acuerdo al conteo de Reconstruyéndonos como Mujeres.
La mujer de negro es la madre de Diana Lugo, víctima de feminicidio, el joven es su hermano. Carmen, su amiga.
A la muerte, se le define como el término de la vida. La muerte no viene “a secas”, tiene una clasificación, un apellido, digamos, y el apellido de la muerte de Diana es violenta.
El lunes 30 de mayo del 2016, en un caudal del Río Atoyac encontraron el cuerpo sin vida de Diana. Estaba decapitada.
El sábado quedamos de ir a un evento, una fiesta. Habíamos quedado de llamarnos, porque ella se fue a su casa a dormir y yo entré a trabajar, entonces yo le marco como a las once y treinta de la mañana y no me contesta. Pensé: “sigue dormida”, como trabajó doble turno, sigue dormida.
Pasaron dos horas más, casi era como la una y media y le volví a marcar; ya le insistí más. Como no me contestaba le mandé mensajes: que por favor me mandara un mensaje, si seguía durmiendo y no la molestaba hasta más tarde. Así sucesivamente hasta las siete, le volví a marcar, marcar, muchas llamadas, no; mensajes, tampoco.
El domingo, a las nueve de la mañana, al no tener una respuesta favorable, decido marcarle a su mamá, avisarle que desde el día sábado no he podido localizar a Diana por teléfono y que la iba a ir a buscar yo a su departamento.
Entonces llegué a buscarla yo a su departamento y la puerta estaba abierta.
No estaba.
Me alarmé.
Recuerda Carmen.
Han pasado 163 días desde que el cuerpo de Diana, sin vida, fue localizado. Desde ese mismo día Jesús Hernández Martínez fue detenido como presunto responsable, y hoy es la diligencia de careo: cara a cara quien es acusado y quien acusa.
La espera -una hora y 55 minutos- sólo se suma a los 163 días del reclamo por justicia para Diana. La diligencia comienza y cuando al fin estuvieron ahí, la primera persona en hablar es el inculpado: mientras éste detalla los hechos, la madre aguanta y decide ser fuerte.
Volví a llamar a su mamá, su mamá dice: voy para Puebla.
Fui a la delegación y no pude ni levantar una acta de desaparición de persona porque no habían pasado las horas suficientes, supuestamente. Entonces llegó la mamá de Diana y tampoco pudo porque no habían pasado las horas.
El lunes a las nueve de la mañana fuimos a levantar el acta: nos traían de delegación en delegación, que no se podía, que tenían mucho trabajo y así. Hasta que fuimos a la del norte, ahí nos atendieron y pues ya ahí levantaron el acta y le tomaron los datos y declaraciones que sabía su mamá y ya luego me pasaron a mí a preguntarme que si era mi amiga que cómo vivía: que si tenía amigos, enemigos, problemas.
Nota: Desde el jueves 12 de marzo del 2015 está vigente el Protocolo de Investigación de los delitos relacionados con Desapariciones de Mujeres para el Estado, y en el punto 3, de Procedimientos, fracción primera, establece para el personal de los cuerpos de Seguridad Pública y Policía Ministerial: “Recibir inmediatamente y sin dilaciones la denuncia por parte de los familiares, Testigos o las personas que tengan un interés legítimo”.
Contrario a la versión pública, Jesús y Diana no eran pareja; eran compañeros de trabajo. Diana sufría acoso de su parte, en todo momento, un lunes anterior a su asesinato estaba tomando la decisión de irse de Puebla, no lo soportaba más.
Carmen fue testigo de toda la “relación”, como se le ha llamado. Hoy es un día importante, hoy va a enfrentar al asesino de su amiga.
Yo declaré que tenía problemas con Jesús. Él anduvo diciendo que eran pareja, que él la mantenía y no era cierto. Yo agregué que él ya la había acosado, todo tipo de acoso: sexual, laboral.
En el trabajo le comenzó a hacer la vida imposible. La acusaba con los jefes que estaba platicando, la presionaba que ya se iba a llevar material que todavía no se debía llevar, que no lo habían liberado.
En unas ocasiones ella me comentó que él se acercaba y le decía: ¿hoy de qué color traes la tanga?
Nosotras llegábamos a un lugar a comer, a tomar algo y, cuando menos nos dábamos cuenta él ya estaba en ese lugar.
Él ya le había robado en un par de ocasiones: la primera vez le robó la cartera y le robó el celular. En otra ocasión le robó las llaves con las que pudo entrar al departamento, y nos seguía.
Diana y Carmen denunciaron la situación ante sus jefes, y el feminicidio que pudo evitarse pareció un chiste entonces: no hicieron nada, lo tomaron a broma. Incluso a Jesús le decían en la empresa que invitara los desayunos con la tarjeta robada de Diana.
Se han sumado al acompañamiento por el careo más mujeres afuera de donde se realiza la diligencia, con ellas hay más carteles: “En Puebla, si tocan a una, respondemos todas”, “Justicia para Diana, justicia para todas”.
En todo momento era burla.
Hasta le decían que si ya se la había chingado.
Carmen hace pausas largas, cierra los ojos y respira hondo para tomar aliento.
La muerte también es definida como destrucción, aniquilamiento y ruina. La cabeza de Diana aún no ha sido localizada.
EL PEPO