Lado B
Crisis de humanidad III: especie
La crisis de la humanidad como especie empezó un día lejano, tal vez desde el principio de los tiempos, tal vez más enfáticamente en el desarrollo de la modernidad, un día lejano en que el hombre olvidó “un mar, un continente, un planeta…”
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
17 de mayo, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“Sin embargo, la idea de desarrollo aún continúa trágicamente
subdesarrollada…todavía no se ha
repensado realmente, ni siquiera en la idea de desarrollo sostenible”.
Edgar Morin. La agonía planetaria.

 

[dropcap]“H[/dropcap]oy, el hombre se encuentra enfrentado a otra de esas grandes crisis y también sufre el inevitable acompañamiento de guerras, de sensación de desamparo y, muy claramente, de un fuerte desconcierto ideológico; los valores e ideales de nuestros padres ya no son aceptados pero tampoco son sustituidos por otros nuevos”. Con esta cita de Gonzalo Crespí de Valldaura introduje el tema que ha ocupado las dos últimas semanas de esta educación personalizante: la crisis de humanidad que hoy vivimos.

Hasta ahora he abordado aquí la crisis de humanidad en la dimensión del individuo y la crisis de la humanidad en la dimensión de la sociedad. Termino hoy esta serie de tres columnas dedicadas al tema con el abordaje de la crisis de humanidad en la dimensión de la especie humana, la dimensión planetaria.

“Un día un hombre olvida
un mar un continente y un planeta

olvida las facciones de su padre
y las huellas de su propia mano

olvida el fulgor de sus ojos en otros ojos
y el sonido del agua en su cabeza

olvida el timbre de su voz y el ruido de su sueño
que despierta a otros pero no a sí mismo

olvida el traje y la casa que habitó
la calle y la ciudad que lo olvidaron

olvida el amor la revelación la muerte
el espejo que no devuelve ya su imagen

Un día un hombre se olvidará a sí mismo
olvidará que olvida”.

Homero Aridjis. Un día un hombre olvida.

La crisis de la humanidad como especie empezó un día lejano, tal vez desde el principio de los tiempos, tal vez más enfáticamente en el desarrollo de la modernidad, un día lejano en que el hombre olvidó “un mar, un continente, un planeta…” el mar, el continente y el planeta en el que vive o mejor dicho convive con todo el sistema de la vida en un frágil e inestable pero posible equilibrio que empezó a romperse por este olvido.

Un día en que la humanidad olvidó el traje y la casa que habitó, la casa común a la que Morin llama Tierra-patria, esa casa que tendríamos que cuidar entre todos, que tendríamos que volver hogar que acoge a todos. Ese traje que viste nuestra infinita pequeñez, nuestra limitada aspiración a lo sin límites, nuestra insignificante pero eterna presencia, nuestro ser a la vez polvo de estrellas e inteligencia crítica, racional y moral, nuestra libertad nacida de la consciencia, del misterio de ser la única especie que se da cuenta de su propio darse cuenta.

Todo empezó aquél lejano día que se ha prolongado ya por siglos, ese lejano día en que el hombre se olvidó de sí mismo y empezó a olvidarse de que olvida.

A partir de este olvido combinado con la soberbia de sentirnos totalmente separados de la naturaleza, de autoerigirnos como dueños absolutos de todo lo creado y no como parte sustancial de la creación, empezamos a pensar que podríamos usar y abusar de los recursos, disponer y manipular a la naturaleza sin que hubiese ningún límite, crear un supuesto progreso que nos llevaría a la felicidad por el arte de magia de la técnica.

Entonces todo empezó a degradarse y la humanidad a degradarlo todo y a degradarse con todo.

[quote_box_center]“Actores, representantes de organizaciones civiles y autoridades municipales realizan una serie de actividades para lograr que los animales domésticos sean considerados como “personas no humanas”, y por lo tanto tengan derechos”.

Hecho histórico en México: perros y gatos serán ‘personas no humanas’. Zócalo, Saltillo. [/quote_box_center]

Ahora estamos despertando de este exceso, despertando de la pesadilla de la razón que produjo muchos monstruos y que nos tiene montados en un Titanic que va directo a la catástrofe ambiental entre calentamiento global, cambio climático y destrucción de la biodiversidad.

Estamos despertando para entrar en otro sueño, el sueño de que somos otra especie, simplemente una especie más entre todas las especies. Un sueño romántico y emotivista –si la modernidad mató a Dios y puso a la razón en su lugar como afirmó Camus, este tiempo líquido ha matado a la razón y busca poner a la emoción en el lugar de Dios- en el que vamos perdiendo los matices y matando la capacidad de distinguir.

Por huir del desarraigo total de la especie respecto a la naturaleza estamos ahora en el extremo opuesto del péndulo mirándonos exclusivamente como seres arraigados al universo, olvidándonos nuevamente de nosotros mismos, olvidando nuestro traje de seres conscientes y libres, olvidando nuestra casa que está en la natura pero es cultura, olvidando ahora que olvidamos nuestra capacidad y necesidad de tomar distancia del mundo para estar plenamente, humanamente en el mundo.

Y olvidando el espejo que no devuelve ya nuestra imagen real sino la de una especie animal como cualquiera, vamos olvidando la dignidad humana y preocupándonos y ocupándonos más de los animales a quienes pretendemos definir como “personas no humanas” y otorgarles derechos y lujos que seguimos negando a millones de personas “sí humanas” a las que explotamos y excluimos de la humanidad sin ningún remordimiento.

La crisis de la humanidad como especie sigue así cobrando víctimas a diario. Millones de personas que mueren de hambre o de enfermedades curables, millones de personas excluidas de toda posibilidad de acceso a condiciones adecuadas de vivienda, salud, alimento, trabajo, educación y todo lo que mínimamente merecen como miembros de nuestra misma familia humana.

Entre los residuos vivos de la modernidad y su visión de humanidad como ajena y dueña absoluta de la naturaleza y las crecientes concepciones de la humanidad como una especie más del mundo natural, esta crisis planetaria nos sigue envolviendo porque como afirma Morin, la idea de desarrollo continúa “trágicamente subdesarrollada”.

Como dice el poema de Aridjis, estamos hoy viviendo en el olvido del amor, de la revelación, de la muerte y atrapados en esta tensión de un péndulo entre arraigo y desarraigo humanos que no encuentra el equilibrio. ¿Podremos superar esta crisis de humanidad como especie? ¿Surgirá un mundo nuevo lleno de esperanza y en el que todo estará por descubrir?

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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