Cuando Ronald Reagan se convirtió en presidente de los Estados Unidos, un joven muchacho islandés se mostró muy indignado.
«¡No puede ser presidente, es un hombre!», exclamó a su madre, al conocer la noticia en televisión.
Era noviembre de 1980 y Vigdis Finnbogadottir, una madre soltera divorciada, había ganado las elecciones presidenciales de Islandia ese verano.
El chico no lo sabía, pero Vigdis fue la primera mujer presidenta en Europa y la primera en el mundo elegida democráticamente jefa de Estado.
Muchos otros niños islandeses seguramente crecieron dando por hecho que presidir un país es cosa de mujeres.
Vigdis ocupó el cargo durante 16 años -que sembraron el camino para que Islandia llegara a ser conocido como «el país más feminista del mundo».
Pero Vigdis insiste en que jamás hubiera llegado a la presidencia de no haber sido por los eventos que tuvieron lugar un soleado 24 de octubre de 1975.
Ese día, el 90% de las mujeres del país estaba de huelga.
En lugar de ir a la oficina, dedicarse a las labores del hogar o a cuidar de sus hijos, tomaron las calles de Islandia para manifestarse por la igualdad de género.
Fue un evento -conocido en Islandia como «El Día Libre de las Mujeres»- que cambió la percepción sobre las mujeres en el país y ayudó a situarlo a la vanguardia de la lucha feminista.
Vigdis asegura que fue un momento decisivo.
«Lo que ocurrió ese día estableció el primer paso para la emancipación de las mujeres en Islandia. Paralizó el país por completo y abrió los ojos de muchos hombres«, le contó Vigdis a la BBC.
Bancos, fábricas y tiendas tuvieron que cerrar, al igual que las escuelas y las guarderías, dejando a muchos padres sin más remedio que llevar a sus hijos al trabajo.
Fue una prueba de fuego para algunos de ellos, lo que explica el otro nombre con el que se conoce a este evento: el «Viernes Largo».
«Escuchábamos a los niños jugar mientras los locutores leían las noticias en la radio. Era bueno escucharlos, pues sabíamos que los hombres tenían que estar a cargo ese día», dice Vigdis.
Cuando los presentadores de radio llamaban a los hogares de zonas remotas del país, en un intento de averiguar cuántas mujeres se estaban tomando el día libre, quienes atendían el teléfono eran, la mayoría de las veces, los maridos que se habían quedado en la casa cuidando a los niños.
[quote_right]Lo que ocurrió ese día fue el primer paso para la emancipación de las mujeres en Islandia. Paralizó el país por completo y abrió los ojos de muchos hombres: Vigdis Finnbogadottir[/quote_right]
En su casa de Reikiavik, en entrevista con la periodista de BBC Kirstie Brewer, Vigdis sostenía en su regazo una fotografía en blanco y negro del mitin en el centro de la plaza principal de la ciudad -el mayor de los más de 20 que tuvieron lugar en todo el país.
Vigdis, su madre y su hija de tres años estaban entre la multitud de más de 25 mil mujeres que se reunieron para cantar, escuchar arengas y discutir ideas.
Fue un gran evento para una isla de tan sólo 220 mil habitantes.
En esa época, ella era la directora de arte de la Compañía de Teatro de Reikiavik y abandonó los ensayos generales para unirse a la manifestación, al igual que sus colegas femeninas.
«Había un gran sentimiento de solidaridad y fuerza entre todas esas mujeres que estaban en pie, en la plaza, bajo el sol», explicó Vigdis.
Las mujeres en Islandia obtuvieron el derecho a voto hace 100 años, en 1915 -tan sólo por detrás de Nueva Zelanda y Finlandia.
Sin embargo, en los 60 años que siguieron, sólo nueve mujeres ocuparon asientos en el Parlamento.
En 1975 había solamente tres mujeres diputadas, el 5% del Parlamento.
En comparación con el porcentaje de otros países nórdicos -entre el 16% y el 23%- la cifra de Islandia era una gran frustración.
La idea de la huelga fue una propuesta de las Red Stockings (medias rojas), un movimiento radical femenino fundado en 1970, que algunas mujeres islandesas consideraban demasiado confrontacional.
«El movimiento de las Red Stockings causó un gran revuelo por sus ataques contra la visión tradicional hacia las mujeres, especialmente por parte de generaciones anteriores, que siempre trataron de ser las perfectas amas de casa», le contó a BBC Ragnheidur Kristjansdottir, profesor de Historia de la Universidad de Islandia.
Pero cuando la huelga fue rebautizada como «El Día Libre de las Mujeres» consiguió un apoyo casi total.
«El programa del evento reflejaba el énfasis que se puso en la unidad de las mujeres de todos los estratos políticos y sociales», dice Ragnheidur.
1883: Nueva Zelanda
1902: Australia
1906: Finlandia
1913: Noruega
1917: Rusia Soviética
1918: Canadá, Alemania, Austria, Polonia
1919: Checoslovaquia
1920: Estados Unidos y Hungría
1928: Reino Unido (sufragio limitado desde 1918)
1971: Suiza
Fuente: Enciclopedia Británica
Pero, ¿cómo se sintieron los hombres al respecto?
«Creo que lo encontraron divertido, no recuerdo a ningún hombre enojado», dice Vigdis.
«Los hombres se dieron cuenta de que si se oponían a ello o se negaban a dejar que las mujeres hicieran la huelga, perderían su popularidad».
Pero hubo uno o dos casos reportados de hombres que no se comportaron tal y como describe Vigdis.
Al parecer, al marido de una de las principales oradoras le preguntó un compañero de trabajo: «¿Por qué dejas que tu mujer aúlle así en lugares públicos? Yo nunca dejaría que mi mujer hiciera ese tipo de cosas».
Pero que el marido de la oradora le respondió: «Ella no es el tipo de mujer que se casaría con un hombre como tú».
Styrmir Gunnarsson era en esa época el redactor jefe de un periódico conservador, Morgunbladid, pero no tuvo ninguna objeción a la idea.
«Creo que jamás he apoyado una huelga, pero yo no vi esa acción como una huelga», le dijo a BBC.
«Era una petición de igualdad de derechos. Fue un acontecimiento positivo».
Ninguna mujer trabajó en el periódico ese día. Y, de acuerdo con Styrmir, ninguna dejó de cobrar o fue obligada a gastar un día de sus vacaciones.
Regresaron a medianoche para ayudar a terminar el número del periódico del día siguiente, que se publicó con menos páginas de las habituales (16 en lugar de 24).
«Probablemente, la mayoría de la gente subestimó el impacto de este día en aquella época; más tarde, tanto hombres como mujeres comenzaron a darse cuenta de que marcó un hito», dice Styrmir.
«Muchas empresas e instituciones se detuvieron y mostró la fuerza y la necesidad de las mujeres. Cambió por completo la forma de pensar».
Cinco años más tarde, Vigdis venció a tres candidatos masculinos en las presidenciales.
Se hizo tan popular que fue reelegida sin oposición en dos de las tres elecciones que siguieron.
Además, en la parlamentaria de 1983 aparecieron las primeras listas compuestas sólo por mujeres y un nuevo partido, el Women’s Alliance (Alianza de Mujeres), ganó sus primeras diputadas.
En el año 2000 se introdujo el permiso de paternidad remunerado, y en el 2010 una mujer, Johanna Sigurdardottir, asumió por primera vez el cargo de primera ministra de Islandia -y fue la primera líder gubernamental en el mundo abiertamente homosexual.
Pero Saadia Zahidi, directora de Iniciativas de Género del Foro Económio Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) dice que Islandia todavía tiene un largo camino por recorrer.
«A pesar de que hay más mujeres que hombres en la universidad, la brecha de género persiste en el trabajo y las mujeres ganan menos que los hombres en puestos de liderazgo», advierte.
No obstante, Islandia encabeza el Índice Global de la Brecha de Género del WEF desde 2009, lo que significa que es el país del mundo donde hay más igualdad entre mujeres y hombres.
Y cuenta a día de hoy con 28 mujeres en su parlamento (el 44%).
«En Islandia decimos que los pasos se llenan rápidamente de nieve porque hay una tendencia a relegar las cosas a la historia, pero todavía hablamos de ese día. Fue maravilloso», dice Vigdis.
[quote_box_left]Publicada originalmente en BBC Mundo[/quote_box_left]