Lado B
Mándenme a la hoguera por capitalista… O de cómo las mujeres nos relacionamos con el trabajo remunerado
¡Felicidades tienes trabajo!… (música de disco rayado)… No remunerado, indigno, de a gratis, estereotipado y en el “nombre del amor” (No aplica restricciones).
Por Lado B @ladobemx
19 de julio, 2015
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Natalí Hernández

@natali_ha

[dropcap]¡[/dropcap]Felicidades tienes trabajo!… (música de disco rayado)… No remunerado, indigno, de a gratis, estereotipado y en el “nombre del amor” (No aplica restricciones).

Cuando hablamos de la desigualdad que existe en el acceso al trabajo remunerado y en igualdad de condiciones para las mujeres, en realidad estamos hablando de un montón de cosas que pasamos desapercibidas (o mejor dicho, que hemos normalizado). ¡No! señoras y señores, no sólo se trata del dinero, de prestaciones, de días de descanso, se trata también de la casi reciente relación de las mujeres y lo que sea que signifique a las mujeres el concepto de “trabajo remunerado”, aunado a la estrecha relación que sostenemos con los hombres… Se trata de ¿cómo las mujeres hacemos para acceder a estos recursos y de cómo padecemos en el intento?

Para mí la reflexión empezó hace tiempo, cuando ante el trabajo que realizo me encontré llena de vergüenza por ponerle un precio –o como vulgarmente se dice, por cobrar por lo que hacía profesionalmente- no sólo me sentía pretensiosa de decir “mi trabajo cuesta tanto”, me encontré además preguntando cuánto cobraban otras personas por ese trabajo, es decir, ni había reparado en los costos de mi formación y desempeño. Pero sobre todo me di cuenta que a la menor provocación cedía a regalar mi trabajo o de mínimo hacer descuentos (no fueran a pensar que sólo me interesaba el dinero)… Hasta me encontré prefiriendo ser yo quien financiara las necesidades de los otros (sí ni dinero tenía).

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Así que comencé a indagar un poco más sobre cómo nos relacionamos las mujeres con esto del “trabajo remunerado”. También asistí a un taller de procuración de fondos feminista, y ahí muchas cosas cobraron sentido, era un grupo mixto, donde recuerdo que había reflexiones bastantes interesantes sobre cómo de manera diferenciada hombres y mujeres nos fuimos relacionando con el dinero desde nuestra infancia.

Y con este recuento traigo a colación algo que reciente me ocurre a mí y a otras compañeras, cuestionar/redistribuir/construir diversos caminos en esta relación mujeres – trabajo remunerado. Les cuento, soy integrante de una organización feminista en Puebla (conformada sólo por mujeres) que se llama El Taller A.C. Este año hacemos nuestra 4ª escuelita feminista, una iniciativa que iniciamos en el 2012, donde la propuesta es formarnos, reflexionar, discutir sobre diversos temas que tienen que ver con la condición de la mujer en nuestra sociedad. En esta edición de la escuelita, a diferencia de otras, no logramos financiamiento externo, así que nos vimos en la necesidad de cobrar 800 pesos por 14 sesiones con invitadas especiales, cuota que incluía los costos de materiales de todas las sesiones ¡Una verdadera ganga! ¿Verdad? (Tomando en cuenta que hay cursos de formación parecidos que oscilan entre los 15 mil y 30 mil pesos). Continuando con la anécdota, lo que obviamente ocurrió en esta escuelita es que muchas mujeres desistieron de su asistencia, la razón básicamente: No tener dinero para la cuota de recuperación. Por cierto, con esa cuota de recuperación sólo vamos a poder pagar algunos viáticos y consumibles de la escuelita y como nuestra apuesta es que las mujeres asistan y el dinero no sea un impedimento, nos vimos en la necesidad de implementar una serie de acciones, como buscar que otras personas (curiosamente fueron sólo mujeres) pudieran apoyar el financiamiento de becas. Con esta cuota nos seguimos encontrando en el dilema de solicitar a las compañeras especialistas en cada tema, que vengan a compartir su experiencia sin poder remunerar su trabajo.

[pull_quote_right]Por supuesto que abonando a la condición de género, nos encontramos con el factor: ¿para qué chingaos pagar una escuelita feminista?… ¿Cómo para qué invertir en el conocimiento propio? En algo qué sólo disfrute yo, que sea útil sólo para mi vida y me enriquezca de discursos que cuestionen los sistemas de opresión. ¿Para qué pagar algo que no me va a enseñar a cocinar, a ser una buena esposa, madre o mujer para los otros? ¿Para qué? ¡Ah, ¿verdad?![/pull_quote_right]

En resumen, nosotras –las mujeres- no tenemos dinero, no podemos pagar por formación, ni podemos pagar a otras mujeres que han invertido tiempo dinero y esfuerzo en su especialización, nosotras –las integrantes de El Taller- tampoco podemos financiar esta iniciativa, ni pagar a nuestro equipo las horas de trabajo que implican la organización y desarrollo de la escuelita -apenas podemos aportar a nuestro espacio con este recurso- y por si fuera poco, hasta nos sentimos apenadas de tener que solicitar una cuota de recuperación. ¿Ya se va entendiendo el punto?

Siguiendo con el ejemplo de la escuelita feminista, para sortear la asignación de becas, pedimos nos llenaran un formulario donde las mujeres nos compartían su interés y necesidad de beca. Entre otras cosas, como era de imaginarnos, nos encontramos las siguientes expresiones:

  • “Estoy estudiando y trabajando para cubrir mis gastos y no puedo solventar algo más”
  • Soy madre soltera, trabajo como profesionista pero recibo poca remuneración por eso.
  • No encuentro trabajo a pesar de que soy profesionista.
  • Tengo un empleo informal que apenas y me alcanza para mantenerme.
  • Soy estudiante.
  • Trabajo en los cuidados de mi familia y no tengo ingresos.
  • ¡No tengo dinero!

En efecto, las mujeres desempeñamos distintos roles donde no recibimos un sueldo, además el estado tampoco se hace responsable de brindar suficientes espacios para el cuidado de las hijas/os,  de modo que podamos salir a trabajar, estudiar, dispersarnos, sin pensar donde dejar a la cría.

Por supuesto que abonando a la condición de género, nos encontramos con el factor: ¿para qué chingaos pagar una escuelita feminista?… ¿Cómo para qué invertir en el conocimiento propio? En algo qué sólo disfrute yo, que sea útil sólo para mi vida y me enriquezca de discursos que cuestionen los sistemas de opresión. ¿Para qué pagar algo que no me va a enseñar a cocinar, a ser una buena esposa, madre o mujer para los otros? ¿Para qué? ¡Ah, ¿verdad?!

Como bien lo dice Silvia Federici: “el trabajo reproductivo y de cuidados que hacen gratis las mujeres es la base sobre la que se sostiene el capitalismo”. Este sistema capitalista que nos explota y sólo nos da migajas para hacernos creer que estamos en la línea correcta. Federici insiste, sí, ahora vemos que muchas mujeres han conseguido más autonomía a través del trabajo asalarido, pero más autonomía respecto de los hombres, no respecto del capital. Es algo que ha permitido vivir por su cuenta a muchas mujeres, mientras su pareja no lo tenía. De alguna forma esto ha cambiado las dinámicas en los hogares, pero en general no ha cambiado las relaciones entre hombres y mujeres. Y, muy importante, eso no ha cambiado las relaciones entre mujeres y capitalismo: porque ahora las mujeres tienen dos trabajos y aún menos tiempo para, por ejemplo, luchar, participar en movimientos sociales o políticos.

El dinero, el trabajo remunerado, mis queridas comadres, sigue siendo un tema complejo y pendiente en nuestro contexto. Qué bueno sería poder evadir el pago de luz, agua, transporte, renta… Qué ganas de que el capitalismo por fin se extinga y el dinero no sea la forma de intercambio… Pero en estos tiempos la comida, la diversión y hasta el conocimiento, ¡tienen precio! Y aún no hemos logrado desestructurar alternativas para nosotras, para tener condiciones más dignas en esta sociedad capitalista, patriarcal y heteronormada.

Tres ultimas peticiones:

1.     Compañero feministo, pro feminista y agregados. No seas un obstáculo para que las mujeres accedan al recurso destinado para ellas.

2.     Compañera feminista que alardea de que ella regala su trabajo, o lo da “de a gratis” (con tal de que las cosas cambien). No le hagas el favor al capital.

3.     Compañera feminista que le sobran los recursos, mejor dicho el dinero. ¡Recuerda!  Primero las mujeres. 

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Autor Lado B
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