Lado B
Liderazgo universitario
En un plano ideal, la universidad debe ser un semillero de ideas e innovación. Se trata del lugar donde conviven personas estudiosas de distintas disciplinas y se aprende a ver la realidad desde un enfoque crítico.
Por Armando Ishikawa @dobbyloca
28 de abril, 2015
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Armando Pliego Ishikawa

@dobbyloca

[dropcap]E[/dropcap]n un plano ideal, la universidad debe ser un semillero de ideas e innovación. Se trata del lugar donde conviven personas estudiosas de distintas disciplinas y se aprende a ver la realidad desde un enfoque crítico. Debe ser ese espacio en el que surgen propuestas y alternativas para hacer frente a las problemáticas actuales, y en lo personal creo que debe ser una pequeña utopía donde las cosas que no funcionan afuera de los campus y las facultades, sí funcionan adentro; donde los errores de los políticos al frente de nuestras instituciones gubernamentales son criticados y tomados en cuenta para no ser repetidos al interior de las casas de estudios.

Ahora, lejos de un plano ideal pero sí cerca de uno deseable, la universidad tiene que ofrecer sus oídos y respaldo a las iniciativas que allí surgen, generalmente desde los propios estudiantes, ya sea con apoyo de académicos o desde proyectos independientes. La universidad debería tender la mano y mostrar algunos de los caminos ya recorridos para facilitar ciertos procesos, y así incentivar la innovación y la creatividad que la población estudiantil manifiesta.

En el caso poblano, la universidad pública tiene los factores necesarios para cumplir con la anterior descripción. La Benemérita Universidad Autónoma de Puebla sin duda cuenta con académicos de alto nivel, y con algunos de los mejores estudiantes no sólo del estado, sino también del país. Tiene presupuesto propio y goza de autonomía, derecho que se logró a base de mucho esfuerzo y hasta de la sangre de algunas personas.

El caso de la BUAP sin duda es particular, pues su historia ha sido caracterizada por la lucha (hasta armada) que su comunidad emprendió por defender sus ideales. Primero por su construcción en 1587 (y no 1578, como la actual administración afirma) y posterior defensa encabezadas ambas por los jesuitas, hasta su expulsión de la Nueva España. Luego  fueron varios episodios críticos durante el largo proceso de la emancipación religiosa, que culminó hasta tiempos del México independiente a mediados del siglo XIX. Después le siguió la lucha por la autonomía, que inicia tras un intento de militarización de la universidad durante la primera mitad del siglo pasado. Este termina con la creación del Consejo Universitario y la emisión de la nueva Ley Orgánica en 1963. Pocos años después le sobrevino una serie de conflictos serios entre conservadores y liberales, cuyo desenlace resulta en la separación de los conservadores, que fundan la UPAEP en 1973.

Foto: @doddyloca

Foto: @doddyloca

En Puebla tenemos una universidad no sólo autónoma, sino que goza de una herencia histórica de lucha por una mejor sociedad desde antes de que México fuera un país. Grandes mentes transformadoras de la sociedad han egresado de esta casa de estudios, y en no pocas ocasiones la universidad fue la única línea de defensa contra el autoritarismo para el resto de la sociedad poblana.

Curiosamente de unos años a la fecha, el proceso de constante transformación de la BUAP tomó un rumbo distinto. Por una parte, la comunidad estudiantil universitaria perdió la influencia que antes tenía en la toma de decisiones, y su campo de acción es cada vez más reducido. Los consejeros ya no gozan de la simpatía de la comunidad que antes les caracterizaba. Ya no hay marchas encabezadas con mantas donde se leen los apellidos de quienes representan a la comunidad universitaria, ni se aprecian liderazgos evidentes luchando por un programa específico. En gran medida por la desidia que caracteriza a gran parte de la población del país por las propias condiciones en las que vivimos. Un número significativo de los jóvenes en México que pueden entrar a la universidad aspira sólo a conseguir un título e integrarse a un mercado laboral  cada vez más competitivo. Su interés en la transformación de la sociedad es nulo. En menor medida el fenómeno se debe a los propios procesos sistemáticos de cooptación y amedrentamiento siempre presentes en una democracia como la nuestra.

Tal fue la suerte de Gloria Matamoros, que hace unos meses era candidata a consejera universitaria suplente, y que fue secuestrada el día de la jornada electoral al interior de la BUAP y abandonada en Cuautla, Morelos. Personal de la universidad fue en su asistencia para traerla de vuelta a Puebla. La universidad sigue sin emitir un comunicado oficial hasta la fecha.

De la misma manera, las autoridades universitarias ya no son los líderes honorables de antes. Su figura se inclina cada vez más a lo mediático, y su política dista cada vez más de la universitaria. Esto es por la incesante pugna de poder que existe en el país y el aparente equilibrio de fuerzas opositoras e intereses cuyo punto de encuentro es la universidad. Los rectores quedan en medio, conteniendo a gobernadores por un lado y a partidos políticos por otro, con muy poco espacio de movimiento para poder perseguir sus propias metas personales y para la universidad.

Aunado a ello, la planta académica continúa con el debate filosófico de su labor: hay los que defienden el carácter social y humanístico de la universidad como espacio de discusión sobre las problemáticas actuales, de socialización de los eventos más relevantes y de discusión de soluciones, mientras sus opositores sostienen que la universidad sólo debería de ser un espacio para la discusión teórica, dejando las urgentes realidades del país y del mundo en segundo plano.

Al observar este panorama, considerando la desidia de la comunidad y las prioridades actuales de las autoridades académicas, no es difícil percibir que la universidad no es aquella punta de lanza que debería de ser. Ni la innovación, ni la participación, ni mucho menos la discusión son características generales de la población estudiantil. Mientras que su carácter científico y crítico tampoco se ve reflejado en las políticas universitarias emprendidas por las autoridades.

[quote_right]El problema, más que la accesibilidad de la zona, es la disposición a mejorarla. En una reunión con un funcionario universitario del gabinete del rector, se mencionó que se estaba trabajando en propuestas, y justo antes de abundar en ellas, la idea fue interrumpida por un “ese es tema del gobierno municipal, vayan con ellos, la universidad no tiene nada que ver».[/quote_right]

Todo lo anterior no es poca cosa, pero la situación se torna aún más grave si consideramos que en la actualidad la BUAP no es solo un espacio de investigación y enseñanza, sino también una institución que por encargo o iniciativa propia también está interviniendo en el espacio público más allá de los límites de su campus, como con el Parque Lineal Universitario, iniciativa de infraestructura ciclista plasmada en sólo un puñado de criterios obligatorios en la descripción de los trabajos, existente en el proceso de licitación para la elaboración del proyecto y su posterior construcción.

Existiendo la Facultad de Arquitectura, donde hay una licenciatura en Urbanismo y Diseño Ambiental en cuyo programa existe una materia llamada “Taller de propuestas urbanas” parece irresponsable no tomarla en cuenta e ignorar a quienes podrían ser referentes técnicos y científicos en el tema y en su lugar dejar la obra en manos de empresas que jamás han construido ciclovías ni tienen idea de cómo hacerlo, o insistir en la construcción de puentes -que difícilmente pueden integrarse a la calle sin convertirse en un elemento más bien disruptivo con el paisaje- sin ningún tipo de consulta previa a instituciones expertas en movilidad urbana sustentable.

Un ejemplo menor al interior de Ciudad Universitaria es la construcción de paradas de Lobobús (nuestro sistema de transporte interno) con espacios publicitarios como los de parabuses de Clear Channel o BTB Medios. En el caso de los segundos, como el ayuntamiento supuestamente no tiene dinero etiquetado para parabuses, tiene que concesionar espacios públicos para publicidad que sean empresas privadas las que construyan dichos parabuses y su manera de recuperar la inversión es a través de la renta de los espacios publicitarios. En el caso de la BUAP no existe necesidad alguna de colocar estructuras publicitarias en parabuses, sin embargo alguien lo vio en la ciudad y decidió reproducirlo en CU sin tomar en cuenta la contaminación visual o la invasión de los espacios peatonales que dichas estructuras implican.

En este mismo contexto, las deficiencias en la accesibilidad de CU también son muestra de que en la universidad no ha existido la iniciativa de pensar a futuro, y más bien continúa consolidando modelos arquitectónicos propuestos hace más de 50 años y que ya han sido superados en las ciudades más importantes del planeta. El caso obvio: los puentes peatonales. Hay dos de ellos afuera de Ciudad Universitaria, ambos en Blvd. Valsequillo, uno frente a Contaduría y otro frente a Arquitectura. Irónicamente es este último el más terrible de todos, pues por su orientación y pésimo diseño no sólo dificulta aún más el ya de por sí difícil trayecto para atravesarlo, sino que obstruye toda la banqueta y obliga al peatón a bajar al arroyo vehicular o a agacharse a una altura menor a metro y medio para poder avanzar.

El problema, más que la accesibilidad de la zona, es la disposición a mejorarla. En una reunión con un funcionario universitario del gabinete del rector, se comentó la situación con los puentes peatonales y los peligros que hay alrededor de CU de no hacer cumplir el reglamento de tránsito, que especifica que las zonas escolares tienen como límite de velocidad 30 km/h. Se mencionó que se estaba trabajando en propuestas, y justo antes de abundar en ellas, la idea fue interrumpida por un “Ese es tema del gobierno municipal, vayan con ellos, la universidad no tiene nada que ver».

Si bien es obvio que al ser un tema de vía pública es responsabilidad del ayuntamiento, también sería responsabilidad de la universidad trabajar de la mano con el gobierno municipal para mejorar las condiciones de seguridad y accesibilidad de las instalaciones, y de haber sido decisión mía, habría ofrecido toda la ayuda posible, o cuando menos un canal directo de comunicación con las autoridades pertinentes. Afortunadamente viví esa anécdota para poder compartirla y también entender un poco más el complejo panorama que se vive en la BUAP actualmente.

A pesar de todos estos rasgos –más los que faltan ser mencionados– es claro que hay gente con mucha capacidad e iniciativa, sin embargo no son muchos, ni están en los puestos adecuados para conseguir fomentar con gran alcance ese espíritu en el resto de la institución. Además, esta minoría se ve opacada por otras grandes figuras que si bien pueden destacar en intelecto, no lo hacen en su interés por consolidar a la universidad como un referente para las autoridades gubernamentales, o como ejemplo para el resto de la sociedad.  Por el contrario, en muchos casos son responsables de reproducir al interior de la universidad los errores que existen fuera de ella, y es por ello que la universidad necesita de la crítica y la participación de su comunidad en un proceso de verdadera transformación, que permita encaminar a la BUAP hacia todo aquello que debería ser y alejarla de todas esas fórmulas de inutilidad demostrada que actualmente los responsables de la universidad insisten en seguir llevando a cabo.

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Autor Lado B
Armando Ishikawa
Estudiante de las licenciaturas en comunicación por la BUAP y Ciencias Políticas y Administración Pública por la UNAM. Entusiasta del espacio público, la movilidad y la participación ciudadana.
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