Lado B
¿Educar para competir o para colaborar?
Por Lado B @ladobemx
17 de junio, 2014
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

1.-El ideal de la colaboración.

“En primer lugar se trata de suplantar el sistema competitivo al que se nos ha acostumbrado por un diseño totalmente opuesto, basado en la colaboración. Trabajar en equipo requiere no fiarse solo de uno mismo, sino diseñar con la ayuda del resto la manera de profundizar en el conocimiento. Colaborar, en lugar de competir, requiere un trato y una sabiduría a los que se está poco acostumbrado…

La respuesta políticamente correcta a la pregunta que da nombre a esta columna sería que la educación de nuestro cambio de época debe construirse sobre un nuevo paradigma de colaboración, dejando atrás, suplantando por completo el sistema competitivo que predomina en el sistema educativo actual y decir a la manera de Eduard Punset, autor del epígrafe aquí citado, que necesitamos un nuevo trato y una sabiduría a los que no estamos acostumbrados ni los educandos ni los educadores.

Porque la mayoría de los planteamientos pedagógicos actuales se sustentan en una crítica feroz al sistema educativo que promueve la competencia entre los estudiantes a través de las calificaciones, los concursos, las evaluaciones estandarizadas, los lugares dentro del ranking de cada grupo, los cuadros de honor y otras estrategias similares.

Buena parte de la oposición al enfoque educativo por competencias se centra en la idea –parcialmente cierta pero muchas veces exagerada y prejuiciada- de que se trata de una aplicación del modelo neoliberal al ámbito de la educación que pretende única y exclusivamente generar personas con habilidades técnicas e instrumentales para ser competitivas en el mercado laboral cada vez más exigente y deshumanizante.

En contraposición a este modelo que privilegia la competencia, se plantea que debemos construir un sistema educativo basado en un nuevo paradigma que se sustente en la colaboración para la construcción y profundización grupal del conocimiento.

En una sesión reciente de un programa de formación en pensamiento sistémico que tengo la oportunidad de cursar actualmente, el facilitador sustentaba esta propuesta de cambio de paradigma en la afirmación de que los seres humanos no somos competitivos por naturaleza sino colaborativos y que el rasgo competitivo del ser humano es algo aprendido culturalmente y reforzado por el sistema capitalista neoliberal en que vivimos.

Sin embargo, existen tantos ejemplos de comportamientos humanos primitivos que pueden sustentar esta idea como ejemplos contrarios que sustentan la visión de la naturaleza competitiva del ser humano.

2.-De la visión simplificadora a la perspectiva compleja.   

“Cada ser viviente integrado en un ser de grado superior (la célula en el organismo, la hormiga en el hormiguero), está condenado a la vez al egoísmo y al altruismo”.

Edgar Morin. El Método II. La vida de la vida[1], p. 244.

El problema consiste, desde mi punto de vista, en plantear la cuestión en términos disyuntivos: colaboración o competencia, cuando como afirma Morin, en la perspectiva de la complejidad “lo contrario a una verdad profunda puede ser otra verdad profunda”, es decir, el tema puede plantearse desde una lógica de conjunción: colaboración y competencia.

Porque como afirma el pensador planetario, en todos los seres vivos existen simultáneamente el egoísmo y el altruismo como principios motores de manera que “…cada ser viviente es portador a la vez de un principio de exclusión del otro, incluso de su gemelo, fuera de su puesto de sujeto, y de un principio de inclusión de sí en un circuito, una comunidad, una entidad transindividual y transubjetiva…” (p. 205).

La estructura biológica, mental y cultural de los seres humanos contiene entonces de manera simultánea el germen de la competitividad y el de la colaboración, de manera que en todo grupo o comunidad humana se presenta la dinámica de “…cada uno para sí, todos contra todos, cada uno para todos, cada uno para todo, todo para cada uno, todo contra cada uno…” que son “manifestaciones, rasgos de la misma realidad”.

( p. 81)

3.-Educar para competir y para colaborar.

De manera que la visión compleja de la educación que responda a las necesidades y desafíos del cambio de época tiene que tomar en cuenta esta naturaleza egoísta-altruista o competitiva-colaborativa del ser humano y trabajar para fomentar desde la dinámica del aula y en el funcionamiento de la vida escolar como el microcosmos en el que se experimenta el aprender a ser y a convivir en el marco del aprender a conocer y a hacer, un sano equilibrio entre colaboración y competencia para la búsqueda de crecimiento y armonía, de superación y solidaridad.

Educar implica el desarrollo de una sana competencia que promueve la mejora continua y el establecimiento de retos para el autocrecimiento y el crecimiento grupal. Competir con uno mismo para trascender los propios límites y ampliar el horizonte personal, competir sana y equitativamente con los demás para aprender de todos y estimular la superación de metas cada vez más amplias.

Educar significa también el trabajo sistemático para construir ambientes de colaboración y trabajo en equipo desde la visión de que como afirmaba Machado: “Todo lo que sabemos lo sabemos entre todos” y que es posible trabajar de manera que todos ganen en experiencia, aprendizaje y resultados.+

Construir una formación compleja, acorde con la naturaleza del ser humano educando implica en los educadores una conciencia operante de la dialógica entre competencia y colaboración en la que “…el interés particular trabaja al mismo tiempo contra y por el interés general, el cual trabaja al mismo tiempo contra y por el interés particular”. (  p. 80)

El problema del sistema educativo actual radica en la absolutización de la competencia y la minimización de la colaboración. La sociedad requiere personas capaces de competir por lograr cosas nuevas colaborando para que estas cosas sean para el beneficio de todos. Personas capaces de colaborar en el logro de metas comunes que a su vez fomenten la sana competencia para la superación individual.

La escuela es el lugar privilegiado para formar en el equilibrio frágil pero posible entre el egoísmo y el altruismo, entre la búsqueda del interés particular y la del bien común, el espacio para la construcción progresiva de “…un Mí que es un Nosotros y un Nosotros que es un Mí” (Hegel)” (p. 204)

—————————————————

[1] Todas las citas de Morin están tomadas de: Morin, E. (1997).  El Método II. La vida de la Vida. Madrid. Ediciones Cátedra. Se citan entre paréntesis las páginas de donde se tomaron.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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