Los hipsters también se ilusionan
pensando en recorrer las calles
con la tinta inundando su extremidades
sin el temor de que el tiempo los alcance.
Ellos piensan en aplanar el pavimento
con sus bicicletas de canastilla,
piensan en detenerse a beber cervezas artesanales,
contrarrestar el consumismo consumiendo
y mirar tras la vitrina de sus gafas de pasta
lo que aún consideran insondable.
Los hipsters son enamoradizos
porque saben que lo efímero
es la sustancia que los contiene.
Ellos suelen ir de safari fotográfico siempre
y su impronta de filtros vintage
muestra nostálgica la estela de su andar.
Me gustan mucho las causas nobles
por las que pelean en aguerridas batallas verbales,
su condición estoica de la búsqueda de la igualdad,
la forma en que interpretan al budismo,
me encanta su fuerza de voluntad para ejercer el veganismo,
aun en sus recaídas, cuando inflados por el alcohol
se alimentan de pizzas, kebaps y tacos de pastor.
A veces, suelo envidiarlos
por verse tan bien en todo momento,
porque al final de su empeño por parecer rudos
su estirpe tierna los delata.
Daniel Fragoso Torres (Pachuca, 1980) Le gustan la literatura, los puros, el cine, la música, el alipús variado, las mujeres y meterse en problemas, aunque no precisamente en ese orden. Autor de: Escuela del Vértigo (CECULTAH, 2011), Bitácora del desánimo (HgO Ediciones, 2008) y Epílogo de insomnio (Pachuco press, 2006).