Lado B
La educación en la era del “yo no fui”
Durante el año académico de 1997-1998 en el que tuve la oportunidad de hacer una estancia académica en el Lonergan Institute de Boston College me llamó muchísimo la atención la noticia acerca de la demanda millonaria en dólares ganada por un ciudadano a una conocida cadena comercial de donas y café.
Por Lado B @ladobemx
04 de diciembre, 2013
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

“…lo que está aconteciendo en nuestras sociedades (es) que reclaman una minoría de edad y una tutela permanentes para los ciudadanos. Hace más de veinte años…leí en Time lo siguiente: un ladrón se cuela en un aparcamiento, roba un coche, sale a toda pastilla y se empotra en un árbol; queda malherido y ha de pasar en el hospital varios meses; entonces demanda al aparcamiento por no haber tenido la vigilancia suficiente para haberle impedido robar el automóvil; de haber sido más cuidadosos, él no lo podría haber afanado, no habría salido escopetado ni habría sufrido roturas múltiples. El juez de turno admite a trámite la demanda, lo cual ya es asombroso…”

Javier Marías

Durante el año académico de 1997-1998 en el que tuve la oportunidad de hacer una estancia académica en el Lonergan Institute de Boston College me llamó muchísimo la atención la noticia acerca de la demanda millonaria en dólares ganada por un ciudadano a una conocida cadena comercial de donas y café.

El caso se desarrolló así: esta persona pasó a un establecimiento de esa cadena y compró un café para llevar. Salió de la tienda con el vaso desechable tapado y subió a su auto para dirigirse a su trabajo. Al subir puso el café entre sus piernas, en el asiento. Cuando iba manejando, en alguna maniobra el vaso se volteó y se abrió regando su contenido sobre las piernas del conductor que sufrió quemaduras más o menos importantes. El juez que estudió y dictó sentencia sobre la demanda de este ciudadano le dio la razón e impuso un pago exorbitante a la tienda porque el vaso no advertía por escrito que contenía una bebida caliente que podría causar daño si no se manejaba con precaución.

Recuerdo que en ese momento pensé y comenté con familiares y amigos mexicanos el caso y que a todos nos pareció absurdo ese fallo porque pensamos que era evidente que la responsabilidad de haberse quemado con el café era del consumidor puesto que resultaba de elemental sentido común saber que un vaso con café caliente tiene que manejarse con precaución porque puede causar quemaduras.

El fallo del juez en este y en otros muchos casos que conocí viviendo en los Estados Unidos implicaba tratar al ciudadano como un menor de edad, tal como señala la cita que encabeza esta columna.

Como afirma Javier Marías en ese mismo artículo aparecido en El País Semanal este domingo: “Todo lo estadounidense nos acaba llegando, sobre todo lo pésimo” y parece que esta cultura en la que los ciudadanos reclamamos ese trato de minoría de edad ya nos alcanzó y estamos viviendo en la era del “yo no fui”.

El escritor español relata la forma en que muchos jóvenes que sobrevivieron a la tragedia reciente del Madrid Arena en la que hubo gran número de muertos reclaman en declaraciones que los organizadores del evento en cuestión no les hayan exigido el documento nacional de identidad (DNI) (el equivalente al IFE para demostrar su mayoría de edad) para dejarlos entrar y que no les pusieran ninguna traba para ingresar con recipientes de bebidas alcohólicas hasta de cinco litros. Sin cuestionar la responsabilidad de los organizadores y del gobierno que emitió los permisos para este evento sin contar con garantías mínimas de seguridad, Marías se admira por la evasión de la responsabilidad de estos jóvenes que no llevaban DNI sabiendo que se requería y que cargaban con esos recipientes sabiendo que estaban prohibidos.

En nuestra sociedad mexicana estamos también ya invadidos de esta cultura de la minoría de edad ciudadana y de manifestaciones de la era del “yo no fui”.

Nos pasamos los altos en los semáforos, nos estacionamos en doble o triple fila, excedemos la velocidad máxima permitida, violamos continuamente los derechos de los demás pero cuando hay alguna consecuencia negativa –accidentes, conflictos, reclamaciones- le echamos la culpa al gobierno: “es que la autoridad no hace nada para sancionar”, “si se cumpliera la ley yo no actuaría así”, “¿Por qué voy a respetar las normas si los demás no lo hacen?”

En el ámbito escolar esta situación se refleja de manera muy preocupante en la constante actuación de los padres de familia para encubrir y justificar todas las acciones negativas de sus hijos y culpar a los maestros y a la escuela de cualquier intento de corrección de estas malas conductas.

“Mi hijo es incapaz de hacer eso”, “en mi casa nunca permitimos esto y por ello mi hijo no pudo haberlo hecho”, etc. son las justificaciones de los padres de familia que educan a sus hijos en la permanente actitud de “yo no fui” y los condenan a la minoría de edad, a la necesidad de ser tutelados y a la incapacidad para asumir sus propias responsabilidades.

De este modo, si una maestra o profesor llaman la atención, regañan o castigan a un alumno, los padres de familia en lugar de cooperar para el desarrollo de la responsabilidad en sus hijos acuden de inmediato a protestar porque “la culpa es de la maestra”, “el culpable es el profesor”, “es responsabilidad de la escuela”. El asunto ha llegado al extremo de demandas e incluso de intentos de violencia física de algunos padres contra profesores y directores escolares.

Los padres mandan a sus hijos con teléfonos celulares –muchas veces muy caros- a la escuela aunque estén prohibidos, sin embargo si estos teléfonos se pierden o son robados es culpa de la escuela por no cuidarlos. Los niños acuden sin la tarea o no llevan lo que se les solicita para su clase pero cuando esto se les señala a los niños resulta que es culpa del profesor que no indicó bien la tarea o no explicó adecuadamente lo que había que traer.

En esta dinámica van creciendo los futuros ciudadanos y cuando son jóvenes y se exceden en el consumo de alcohol, provocan violencia, manejan en estado de ebriedad con exceso de velocidad y estrellan su auto provocando daños o incluso perdiendo la vida, la culpa es de los establecimientos que les vendieron el alcohol, de las autoridades que no los detuvieron antes de la tragedia.

Así vamos formando generaciones de “yo no fui”, reforzando la era del “yo no fui”, promoviendo la irresponsabilidad, la culpabilización de otros, la transferencia de nuestros compromisos hacia el exterior.

“Deténganos de una vez y ahórrenos la violencia” decía el manifiesto del #1DMX que publicó el movimiento “yo soy 132” para convocar a la manifestación del 1º de diciembre para protestar a un año de la toma de posesión como presidente de Enrique Peña Nieto.

Esta declaración resulta muy representativa de la actitud de los jóvenes de la era del “yo no fui” pues en ella quizá sin darse cuenta admiten que han generado violencia (“ahórrenos la violencia”, es decir, deténganos antes de que hagamos violencia) o que la han generado al menos los grupos más radicales autodenominados anarquistas y por otra parte reflejan la dinámica recurrente del “yo no fui”  ya muy desgastada que entra en funciones en cada fecha conmemorativa: provocación, violencia, respuesta represiva, detenciones, victimización, culpabilización del gobierno.

Lo mismo pasa con muchos movimientos sociales que caen en acciones ilegales o incluso en franca violación de la ley. La respuesta es siempre que la culpa es del gobierno que no responde a sus demandas por irracionales que estas sean. Impedí el paso a otros ciudadanos, causé pérdidas al comercio y afecté a gente poniendo en riesgo su empleo, su salud, su seguridad…pero “yo no fui”, es culpa del gobierno que no nos escucha, que no nos da lo que pedimos.

Minoría de edad, tutela permanente. Sin dejar de lado los análisis estructurales y la crítica al gobierno, a los poderes fácticos y al sistema injusto en que vivimos resulta indispensable una educación de la libertad que se ocupe sistemáticamente del desarrollo de la responsabilidad individual y grupal de las acciones. Sin ello no habrá madurez democrática en el país, porque no hay democracia con ciudadanos menores de edad.

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