Por la tarde del viernes 8 de noviembre algunos medios de comunicación informaban sobre el asesinato de Cintia, una mujer trans que fue sofocada hasta la muerte al interior de su vivienda muy cerca del centro histórico de la ciudad de Puebla. Poco más de veinticuatro horas después, varios cientos de personas empezaban a congregarse en el Parque Juárez para marchar por décima segunda ocasión por el Orgullo, la Dignidad y la Diversidad Sexual.
“Cada año se nos permite salir a tratar de exigir, solicitar nuestros derechos, derechos sobre todo legislativos, que algo en la ley nos proteja a las personas que decidimos llevar una relación con una persona de nuestro mismo sexo y que pues somos trabajadores, somos igual a todos, tenemos otra preferencia y eso no nos tiene por qué excluir de las leyes. Por eso salimos, y este año nos tocó por nuestros compañeros que han sido asesinados, transgéneros que han decidido cambiar de sexo y básicamente el tema del año es eso: solicitar que se apruebe una ley que reconozca a las personas que han decidido cambiar su sexo”, cuenta una de los cerca de 5 mil asistentes de la marcha.
El de Cintia se suma a una extensa lista de crímenes de odio por homofobia o transfobia que ha cobrado, tan sólo en el presente año, siete víctimas mortales en la entidad poblana. Quizá por ello la prioridad de las organizaciones sociales que se aglutinan en el Comité Orgullo y que año con año gestionan la marcha, sea la aprobación de una serie de reformas al código civil estatal –conocida coloquialmente como “Ley Agnes”– para garantizar mejores condiciones a la población transgénero y transexual.
“Marchamos principalmente, en este momento, para exigir al Congreso del estado que apruebe la iniciativa Agnes Torres. Ése es el objetivo principal de esta marcha”, reitera Onán Vázquez, de la organización Vida Plena AC, mientras carga uno de los extremos de una gran manta que reza una leyenda contra la homofobia.
Pero no sólo por eso se toman las calles. La marcha que año con año viste de banderas arcoíris a la capital poblana se ha caracterizado siempre por su diversidad: lo mismo van a la vanguardia colectivos de mujeres lesbianas gritando consignas y demandas políticas que carros alegóricos, hacia la parte final de los contingentes, donde las ganadoras de los premios de belleza para travestis exhiben sus atuendos.
“Pues cada quien marcha por las razones que quiere, básicamente creo que la respuesta sería que cada quien marcha para representarse a sí mismo en una sociedad heteronormada”, dice Brahim Zamora, del Observatorio Ciudadano de Derechos Sexuales y Reproductivos.
Nolberto González, psicólogo del Capasits, añade: “marchamos, en un principio, por visibilidad; en un segundo momento para empezar a hacer un poco más de presión pidiendo algunas cosas que son legítimas y básicas como cuestiones de derechos humanos. Marchamos también para protestar, porque no puedo decir que soy un ciudadano de primera si me tengo que esconder para agarrarle la mano a mi pareja, y marchamos para celebrar que ha habido algunas cosas que se han podido hacer”.
El reconocimiento legal de los modelos alternativos de familia es otra de las grandes deudas que el Estado aún no subsana. El matrimonio igualitario está lejos de ser una realidad a nivel estatal y las autoridades legislativas han dejado claro que ese tema no es una prioridad en sus agendas.
“Por los derechos de los gays, de las lesbianas, yo marcho más que nada porque quiero que se legalicen las bodas aquí en Puebla”, dice una mujer, y otra más, que va acompañada de su hija, coincide: “estamos luchando por nuestros derechos, para que nos tomen en cuenta tanto a las lesbianas como a los homosexuales y también a las familias, por ejemplo yo ya tengo una hija, por eso también marcho, porque quiero que mis derechos sean igual al de todos”.
Si las consignas, las cartulinas con demandas, los tacones altos, los estoperoles y las pelucas provocarán verdaderamente un cambio directo –o no– en las legislaciones o en las interacciones sociales, es la vieja discusión de toda la vida. Pero tomar las calles, para muchos, sigue siendo la mejor forma de dar visibilidad a las luchas sociales y el valor simbólico de caminar juntos, en colectivo, no se ha agotado.
“Yo creo que el simple hecho de caminar es un acto humano, y creo que una de las cosas más humanizantes es caminar, es evolutiva. Cuando caminas en conjunto tiene un aspecto súper humanizante. La calle es un lugar político, yo marcho por una cuestión política y por politizar, porque creo que hay muchas cuestiones que no han sido disminuidas, como la homofobia o la transfobia”, dice otro de los asistentes de la marcha, ubicado en la vanguardia de la misma.
Al fondo, en un contingente feminista, se oye la consigna “Asesinos, asesinos, asesinos son ustedes, por abortos clandestinos las que mueren son mujeres”. Antes se había escuchado “Maricas contra la guerra, maricas contra el capital, maricas contra el machismo y el terrorismo neoliberal”. Y, por supuesto, las clásicas, las de siempre: “Derechos iguales a lesbianas y homosexuales”.
Un poco más atrás, se desplegaba la bandera arcoíris más grande que se ha visto en la ciudad de Puebla, la cual fue proporcionada por la Iglesia de la Comunidad Metropolitana (ICM), una congregación cristiana que ha abogado por los derechos de la comunidad LGBT y que también participó con un pequeño contingente durante esta marcha.
“Marchamos por una dignidad que todo ser humano debe de tener, en especial la comunidad LGTB porque todos somos hijos de Dios y como parte fundamental de esa obra y creación, exigimos, pedimos que la sociedad respete y, ante todo, reconozca que todos somos hermanos y debemos de participar ante todo de estas marchas para dignificar sobre todo a los jóvenes”, dice Rubisel Modesto González, pastor de la ICM.
¿Y por qué marchamos?, fue la gran pregunta que cada quien contestó a su manera. “Para darnos a conocer y a respetar, que no nos critiquen. Es lo más importante”, dice un adolescente al frente de la marcha mientras carga una pancarta. “Por la dignidad sexual, por el respeto y la lucha del amor”, responde otra chica, también joven, que va con sus amigas.
Alguien más opina: “por la equidad, por la igualdad, porque no existe la igualdad sin la visibilidad”. Otra chica adolescente, acompañada de su amigo, responde brevemente: “por los derechos de los homosexuales y lesbianas”. El amigo, apenado ante la grabadora, dice, mientras su amiga ríe: “lo que dijo ella”.
EL PEPO