Lado B
Investigación, política y prácticas: el triángulo roto en la Educación
 
Por Lado B @ladobemx
20 de noviembre, 2013
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

A propósito del XI Congreso Nacional de Investigación Educativa (CNIE) realizado en noviembre del 2011 en la UNAM, escribí en esta columna algunas ideas que tenían que ver con las recomendaciones hechas por don Pablo Latapí para hacer realidad la esperanza de que la investigación comenzara a ser un elemento fundamental para la transformación del sistema educativo en crisis que tenemos en nuestro país.

En el momento en que ustedes leen estas líneas, se está realizando en la ciudad de Guanajuato el XII CNIE y los avances respecto a estos y otros temas relacionados con la investigación educativa y su impacto real en la transformación de nuestra educación nacional siguen siendo muy limitados.

Para que la investigación educativa cumpla cabalmente con su función social es necesario que se articule un “triángulo virtuoso” que una de manera dialógica y recursiva a la investigación por un lado con la política educativa y por otro con las prácticas educativas cotidianas.

Porque el conocimiento que se genera en la investigación educativa tiene que estar relacionado con la política educativa en dos sentidos: por un lado, porque es necesaria la investigación sobre las políticas educativas, su fundamento, instrumentación e impacto para generar conocimiento sobre la eficacia de las acciones de gobierno sobre el sistema educativo. La investigación educativa debe alimentarse de la política educativa. Por otra parte, porque el diseño, instrumentación y evaluación educativa debe sustentarse en conocimiento generado por la investigación para que las políticas públicas no sean producto de meras consideraciones políticas o del seguimiento acrítico de las tendencias que marcan los organismos internacionales. La política educativa debe alimentarse de la investigación educativa.

En el otro lado del triángulo, la investigación educativa debe nutrirse de las prácticas educativas cotidianas, es decir, la investigación educativa debe hacerse y se hace, para generar conocimiento acerca de las diferentes dimensiones –curricular, didáctica, de evaluación, de convivencia escolar, de currículo, etc.- de las prácticas educativas con el fin de aportar elementos para su mejora continua. De la misma forma, las prácticas educativas deben alimentarse del conocimiento que genera la investigación para poder tomar decisiones adecuadas de mejora en todas sus dimensiones, desde un sustento científico y no solamente desde percepciones de los docentes o desde prescripciones de las autoridades escolares o de la SEP.

Finalmente, en el tercer lado, la práctica educativa debe constituirse en la eficaz e inteligente operativización de la política educativa para lograr los resultados que se esperan en el diseño de lineamientos educativos que hagan realidad la visión de país que se requiere y necesita y la política educativa debe diseñarse, instrumentarse, evaluarse y redefinirse a partir del análisis de las prácticas educativas y de la escucha a los actores que realizan estas prácticas.

De manera que el bucle Investigación educativa—política educativa—práctica educativa resulta fundamental para que el sistema educativo construya un dinamismo de transformación continua, de regeneración que evite la degeneración de sus procesos.

Pero: ¿Cuál es la realidad de este triángulo o bucle fundamental para la mejora educativa? Existen muchos indicios de que este triángulo está roto prácticamente desde siempre y que no hay mecanismos ni decisiones claras hacia su restauración.

En todos los lados del triángulo existe ruptura al menos en una de las direcciones necesarias.

En la relación entre políticas y prácticas educativas, existe una ruptura doble puesto que por una parte, las instancias intermedias del sistema –jefaturas de sector, supervisiones escolares, etc.- están constituidas como órganos burocráticos de control que repiten textualmente sin comprender y supuestamente hacen cumplir sin la menor flexibilidad ni comprensión de los contextos diversos, las políticas públicas establecidas. De manera que las políticas se distorsionan en su interpretación y no son comprendidas por los actores encargados de llevarlas a la práctica.

Del mismo modo, las instancias burocráticas tal como están funcionando resultan incapaces de recoger, sistematizar y hacer una interpretación adecuada de lo que se vive en las prácticas, por lo que la información que llega a la autoridad encargada del diseño de las políticas públicas es insuficiente y no es fiel a lo que sucede en la realidad cotidiana de las escuelas.

En el caso de la investigación, existe ruptura en los dos lados del triángulo relacionados: investigación-políticas e investigación- prácticas en uno de los sentidos. En la relación entre investigación y políticas educativas, existe la relación que va desde las políticas hacia la investigación puesto que se realizan proyectos muy pertinentes y sólidos de análisis de la política o políticas educativas por parte de los investigadores y se arrojan resultados que podrían ser muy útiles para el rediseño de políticas públicas en educación.

Sin embargo en el otro sentido, es decir, en el que va desde la investigación hacia las políticas públicas, esta relación está prácticamente rota. Es realmente muy poco el conocimiento generado por la investigación educativa que llega a traudcirse en política pública para la educación. Es posible que como afirmaba Latapí, esto se deba a que la lógica de pensamiento y operación de un funcionario público es muy distinta a la de un investigador y a que es necesario hacer traducción de los resultados de investigación en términos que puedan aprovecharse para la política.

La inmensa mayoría del conocimiento generado por la investigación se queda encerrado en memorias de congresos, publicaciones en libros y revistas especializadas que circulan casi exclusivamente entre investigadores y no llegan a los políticos y funcionarios responsables de generar y aplicar las políticas educativas.

Finalmente, en el lado que relaciona investigación educativa con prácticas educativas también existe una ruptura en el sentido que va desde la investigación hacia las prácticas. Es así que se realiza mucha investigación que nace de la realidad cotidiana de las aulas y escuelas pero esta investigación que toma la información de los sujetos de la educación, muy rara vez pone los medios para que los resultados de la investigación retornen a las escuelas y enriquezcan el trabajo en las aulas.

Esto se debe muchas veces al mismo sistema que organiza y legitima los trabajos de investigación. En mi experiencia directa he constatado que las publicaciones que son accesibles en precio y distribución a los docentes y directores escolares son consideradas de muy poco valor para los organismos evaluadores de la investigación que exigen publicar en revistas de alto impacto y en editoriales de libros que son prácticamente desconocidas y económicamente inalcanzables para los actores directos del proceso educativo que son los que necesitan del conocimiento generado en la investigación.

Un ejemplo de esta ruptura está en las mismas memorias y estados del conocimiento del COMIE que tienen una distribución y divulgación muy limitadas comparando con las enormes necesidades de conocimiento para la transformación educativa que tenemos como sociedad.

Ojalá que de este XII congreso nacional se deriven algunos resultados que permitan restaurar el triángulo roto entre investigación, políticas y prácticas educativas.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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