Lado B
Día de las Madres: el modelo y el amor
Esta columna se dedica a reflexionar sobre el proceso educativo y la mayoría de las veces lo hace dentro del campo de la educación escolarizada o educación formal.
Por Lado B @ladobemx
07 de mayo, 2013
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“Pero más importante que el modelo es el amor.

En efecto, incluso en hogares caóticos y desordenados

en ocasiones está presente el amor verdadero, y de esos

hogares pueden salir muchachos bien disciplinados. Y, no

pocas veces, padres que ejercen profesiones liberales –médicos,

abogados, mujeres de organizaciones sociales y filántropos- y llevan

una vida estrictamente ordenada y decorosa pero sin experimentar

amor verdadero, echan al mundo hijos que resultan tan

indisciplinados, destructivos y desorganizados como

un niño salido de un hogar caótico y pobre.

En última instancia el amor lo es todo…”

Scott Peck. La nueva Psicología del amor. (pp. 20-21)

Martín López Calva*

 @M_Lopezcalva

Esta columna se dedica a reflexionar sobre el proceso educativo y la mayoría de las veces lo hace dentro del campo de la educación escolarizada o educación formal. Sin embargo resulta claro para todos que la educación no se reduce a las aulas y que se produce muchas veces sin la escuela o incluso a pesar de la escuela.

Es indudable que la educación está en juego en todos los momentos y espacios de nuestra vida porque se trata de un hecho que consiste en enseñarnos unos a otros a ser humanos, en regalarnos humanidad mutuamente y esto sucede en cualquier ámbito de la existencia como el círculo de amigos, la calle, la tienda, el centro comercial, el museo, el cine o la televisión.

Pero no por ser un lugar común resulta menos cierto que uno de los ámbitos o espacios más poderosos de educación es la familia y que los padres juegan un papel fundamental en la formación de los futuros ciudadanos tanto en lo intelectual como en lo moral, en lo emocional y en lo social.

El tema viene a cuento porque este viernes celebramos el día de las madres que es por mucho, junto con el 12 de diciembre que también tiene connotaciones maternales, el día de mayor relevancia dentro del calendario simbólico de los mexicanos.

Resulta altamente complicado intentar escribir algo sobre esta conmemoración sin caer en lo superficial, lo trillado y lo cursi. Sin embargo, por la relevancia de esta fiesta, vale la pena intentarlo.

Empecemos por desmitificar la fecha diciendo que como en todas las dimensiones de lo humano, no existe LA madre ideal, santa, pura y abnegada que presentan los medios de comunicación y cultiva la tradición popular de nuestro país. Existen mamás concretas, personas de carne y hueso que han experimentado el privilegio de dar a luz nuevas vidas, lo cual es fundamentalmente un don, un regalo de la naturaleza o de Dios, según cada quien lo vea, pero es también una alta responsabilidad porque la maternidad, al igual que la paternidad, la fraternidad, la amistad, etc. se tienen que ejercer a lo largo de toda la vida, puesto que como todo lo humano, no son hechos meramente biológicos.

Para decirlo sintéticamente: “hay de madres a madres”. Más allá de la imagen de abnegación, sacrificio, donación y entrega desinteresada que representa a la madre abstracta y romántica existen mujeres concretas que han decidido o han tenido que asumir sin decidirlo, la enorme responsabilidad de criar y educar a uno o varios hijos con o sin el apoyo de un padre, con mayor o menor grado de corresponsabilidad, con mayor o menor gozo, con más o menos sacrificio, con poca o mucha presencia y cercanía, con distinto estilo y carácter, con diferente talante.

La maternidad es pues, además de un acontecimiento natural, una tarea cultural, social, afectiva y espiritual que tiene que ver con el acompañamiento de una nueva vida en su proceso de convertirse en persona más o menos humana.  Ser madre es también un deber y un compromiso que implican a toda la persona a lo largo de toda la vida.

Esta tarea fue por mucho tiempo aprendida empíricamente. Aún hoy se dice que para ser padre o madre no se estudia y ya la legendaria Mafalda le contestaba a su mamá cuando trataba de imponer su autoridad por ser su madre, que ella era su hija y que “se graduaron el mismo día”.

De manera que por siglos se ha aprendido a ser madre a partir de la propia madre y de otros modelos de maternidad cercanos a la familia y la comunidad. Ser mamá implicaba entonces –y sigue implicando aunque no se acepte hoy- un proceso de ensayo-error en el que se iba moldeando la personalidad y ajustando constantemente la estrategia.

En este modelo de ensayo-error crecimos muchos que vimos como nuestra madre se iba haciendo mamá en su tarea, a medida que crecía con nuestro crecimiento y en el proceso en que practicaba la maternidad con nuestros hermanos más pequeños. En este proceso el consejo de las abuelas, las tías y las mujeres con mayor “curriculum vitae” en el tema era escuchado y puesto en práctica, adaptado y mejorado para a su vez transmitirlo a la siguiente generación.

El proceso se rompió de alguna manera cuando el incremento en el nivel de escolaridad hizo que las mamás modernas fueran accediendo a la formación profesional y creyendo que ser madre no era propiamente un arte sino una ciencia. A esto fue contribuyendo cada vez más la llamada “posmodernidad” y la “nueva era” (new age) en la que proliferaron al mismo ritmo que los libros de autoayuda y pseudo filosofía (metafísica, le llaman incluso a algún cuerpo de conocimiento de sentido común y mitología impresa) los libros de “crianza” y cuidado de los hijos.

Nacieron así lo que algunos llamamos con ironía “las mamás de librito” o de manual, que son mujeres ilustradas que partiendo de esta idea de “profesionalización” de la maternidad, no hacen caso de la experiencia de las abuelas o las madres de mayor experiencia sino que siguen al pie de la letra lo que diga el libro de moda o la charla más reciente del pediatra o psicóloga de mayor rating, aunque su bebé real contradiga lo que el libro dice que deben hacer todos los bebés ideales.

Pero tanto las “madres artesanas” como las “madres profesionales” tienen en común que muchas veces se esfuerzan en seguir un modelo de maternidad –el de la tradición y el sentido común oralmente aprendido o el de los libros y manuales de actualidad- que las haga ser la mamá perfecta, la que todo 10 de mayo plasma en tarjetas y comerciales –o entradas de Facebook- color de rosa.

Sin embargo también es cierto que la mayoría de las madres –“artesanas” o “científicas” de la maternidad- tienen en común una cosa mucho más profunda: el amor incondicional a sus hijos e hijas.

Madres antiguas y modernas, madres “prácticas” o “teóricas”, madres de tiempo completo o madres que trabajan fuera de casa, madres ordenadas y rígidas o madres caóticas y dispersas, serán mejores madres y educarán mejores hijos y ciudadanos de México y del mundo en la medida en que se esfuercen menos por acercarse al modelo de madre ideal y asumiéndose como madres reales en circunstancias concretas, traten todos los días de vivir, alimentar y hacer crecer la decisión que implica amar auténticamente a sus hijos.

Este amar con autenticidad tiene que ver con formar en los hijos una disciplina, es decir, según el mismo Peck: promover que aprendan a posponer la satisfacción y a manejar la frustración, ayudarles a comprender que la vida es difícil y que hay que enfrentar y resolver los problemas que nos presenta, acompañarles en el proceso de aprendizaje para vivir con dedicación a la realidad que les toca afrontar y apoyarles en el desarrollo de la responsabilidad.

Porque el amor no es un sentimiento en el sentido espontáneo y superficial de la palabra sino un valor que se vive con decisión y persistencia, celebremos todos a las madres que más allá del modelo han comprendido que en última instancia “el amor lo es todo”.

 

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

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