Cerca de la mitad del año, mayo se levanta estirando sus brazos bien alto, con la clase obrera apretando cada dedo de sus puños. Abre la puerta, a los tumbos, exigiendo una jornada de ocho horas y el derecho a la organización sindical. Mayo, el quinto hermano, despertó así hace ciento veintisiete años, cuando el primer día del mes de 1886 iniciaron una huelga que paralizó Chicago, con doscientos mil trabajadores movilizados, logrando la atención y agrupamiento de distintos sectores de la sociedad alrededor de la demanda: “Ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”. Por aquellos años las jornadas se extendían hasta doce horas de trabajo… ¿por aquellos años?.
Las movilizaciones acompañaron el curso de las horas y los días. El dos de mayo la policía disolvió violentamente (sí sí, ya lo hacían, lo hacen ahora y no parecen querer dejar de hacerlo) a los manifestantes. Al tercer día del mes, los huelguistas reunidos a las puertas de la fábrica McCormik, se enfrentaron con los rompehuelgas que en ese momento salían del turno laboral. Intervino la policía (de la única manera que sabe hacerlo) y hubo un sinfín de heridos y seis muertos. Después del la represión, Adolph Fischer, cabeza visible y voz audible del movimiento, envió sus palabras al viento que las multiplicó impresas en folletos y diarios, gritando desde la tinta:
“Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza! ¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo. Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡a las armas! Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden… ¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!”
Luego de la proclama se convocó a los trabajadores a reunirse en la plaza Haymarket. La convocatoria tuvo tanto éxito que reunió a los trabajadores como la lluvia reúne las gotas de agua. Durante la oratoria de los dirigentes, un desconocido (de esos que aún abundan por el mundo, ¿pagados por los gobiernos?) hizo explotar un artefacto matando a un policía e hiriendo a otros más, pretexto suficiente para abrir fuego contra la multitud. Hubo muchos más heridos y muertos aquella tarde, lo que fue conocido como la revuelta de Haymarket. El 21 de junio del mismo año se responsabilizó del bombazo en la plaza a ocho líderes de los trabajadores. La corte Suprema con sus jueces y aliados mediáticos condenaron a prisión a tres, Samuel Fielden, Michael Schwab y Oscar Neebe; y dictaminaron la horca para otros cinco, August Spies, Adolph Fischer, George Engel, Louis Lingg y Albert Parsons. Miles asistieron a despedir a los líderes asesinados, a los Mártires de Chicago, y en ese andar respiraron las ideas que las balas no pudieron (y nunca podrán) matar.
Se dice que al final del mes, sectores patronales acceden a otorgar la jornada laboral de ocho horas. La realidad dice que las libertades y derechos no se otorgan, sino que se conquistan por arrebato. Más adelante, en 1889, durante el primer Congreso de la Segunda Internacional Socialista, se decidió que el primero de mayo se conmemoraría ‘la solidaridad laboral’. En nuestros días, el día del trabajo ha perdido su historia como se pierde la sombra en un mediodía de sol, pero el astro rey no podrá permanecer mucho tiempo en el mismo lugar, y poco a poco, seguirá su camino y aquella sombra crecerá sin detenerse. Eduardo, en su libro Espejos, recuerda a la prensa redactando los movimientos obreros como el día en que la tarántula universal picó y envenenó al elemento laboral. ¿Dónde está la tarántula universal?, ¿estará dormida, perdida, escondida? Esperemos que esté gestando tarantulitas.
Pero mientras averiguamos dónde están estos bichos demoníacos que envenenan a los trabajadores con ideas de libertad, igualdad y respeto, los diputados mexicanos aprueban leyes que entregan el litoral de ese hermoso país. Bien es cierto que ya lo habían facilitado a quienes forman parte de la élite económica, como sucede en gran parte del Caribe y particularmente en Cozumel, que curiosamente también conmemora su descubrimiento(?) en este Mayo Memorioso, Mortal, Mientras Muchos Más Manejan Mentiras Masivas.
El 3 de mayo de 1518, Juan de Grijalva, participante de las exploraciones de las costas mexicanas, dice haber descubierto la isla de Cozumel con el cinismo que se usa hoy para decir que se gobierna un estado o un país, pues la isla de Cozumel no fue descubierta sino encontrada, como todo el continente. Siendo una de las islas más ricas en naturaleza acuática, cariñosa compañera de la segunda barrera de coral más grande del mundo, es ahora (y hace un tiempo) explotada sin escrúpulos. Para la mayoría de los mexicanos, o de la mal llamada y casi extinta clase media, es una odisea desplazarse por el país para disfrutar de sus maravillas, más aún si se trata del Caribe. Y una vez logrado el viaje, disfrutarlo se convierte en algo prácticamente imposible.
A la maravillosa isla de Cozumel sólo se puede acceder, desde Playa del Carmen, vía ferry; convenientemente sólo hay dos compañías que prestan el servicio, nada económico, y poca información sobre el destino, salvo las fotos y descripciones dirigidas al turismo adinerado. Ambas compañías pertenecen, tranza mediante, a empresarios muy cercanos a los hermanos Bribiesca Sahagún, obtenidas durante la ¿gestión? de su padrastro. Pero una vez cruzado ese azul infinito del agua Caribe, te esperan más sorpresas. Para desplazarte por la isla, sólo puedes hacerlo alquilando auto o moto (agencias concesionadas a amigos del poder), o tomar taxi$ (controlados por el gobernador del estado de Quintana Roo).
Un taxista contaba lo difícil que es sobrevivir en la isla, lo costoso de las cosas, las tranzas, la corrupción, la violencia ejercida contra quienes brindan servicios a los lujosos centros de recreación turística del lugar. Alguna vez intentaron armar una cooperativa de traslado, en botes más pequeños, desde Playa del Carmen hasta Cozumel. Fueron amenazados y prefirieron salvar la vida. De la misma manera buscaron alternativas para prestar un servicio más económico de transporte dentro de la isla, tanto para visitantes como para quienes la habitan, pero los intereses que afectaban eran más valiosos que sus vidas, a decir de los que controlan el negocio. Nuevamente prefirieron seguir vivos aún en las condiciones que les imponen.
Cozumel es la isla más grande de México, con una extensión de 647.33Km2; a pesar de ello, sólo hay una playa con acceso público. “Nunca he visitado las playas de la isla, una sola es pública y yo tengo que estar trabajando, llevando a la gente de un lugar a otro. En mi día de descanso, lo que menos quiero es salir de mi casa”. ¿Pero entonces no has nadado en ese azul maravilloso que tienes en el lugar en que vives? “No”. Una familia nativa de Cozueml alquiló una embarcación pesquera para navegar los alrededores. Era la primera vez que lo hacían a pesar de haber vivido ahí toda la vida. Los familiares que se les unieron en el paseo, tampoco habían visitado el mar en los 25 años que tenían de vivir en Cozumel. No lo habían hecho porque es muy caro. Las tres parejas de quienes les hablo más dos compadres, aportaron el dinero para el paseo. Hacer snorkel era impensado, hay que sacar permisos para acercarse a la barra de coral. Las distintas familias trabajan para los grandes complejos turísticos de la isla, o para los servicios de los cruceros que arribaban tres veces por semana a su tierra. “Juntamos entre todos y hablamos con el capitán (del barco pesquero) que nos hizo precio. Está tan bonito. Y pensar que uno siempre lo mira desde las ventanas de los hoteles esos.”
El entreguismo parece ser uno de los deportes favoritos del país, quizá por encima del decepcionante fútbol. Y es que la clase política parece empeñada en regalar las riquezas de la tierra que no les pertenece. Gran parte del territorio mexicano está cercado por otro bicho que envenena y enferma, pero de corrupción y ambición. El Caribe es el hermano que más sufre los embates de aquellos que se sienten dueños de tierras ajenas. Existe un sinfín de complejos, construidos con la venia de los gobernantes, que niegan el acceso a quienes cuidaron y protegieron tantos años los lugares que, además, son sagrados para ellos. Para muestra basta un botonzote, el (por ahora detenido) Dragon Mart, y un botoncito como el de Aldea Zama, complejo turístico que compró un terreno que abrazaba un cenote al que asistían los tulumences, al cual ahora no pueden acceder. No me crean a mí, googleen ‘tulum terreno cenote’ y encontrarán muchas ofertas.
Es una desgracia que unos cuantos, unos pocos, se levanten por encima de la mayoría y exploten la riqueza que es de todos negando además el acceso a quienes la han cuidado y preservado durante tantos años, los legítimos dueños, como muchos de los nacidos en el Caribe mexicano; o que se empeñen en explotar a los trabajadores, la fuerza base de toda nación, sin quienes les sería imposible regodearse en sus cuentas bancarias.
En este mayo de hoy y el de ayer, los conquistadores de antes y los que se sienten conquistadores ahora, exploran lo ajeno y una vez encontrada la maravilla, se han empeñado en imponerse y explotar a costa de todo y de todos. Quiero decir con esto que los trabajadores, estudiantes, maestros y campesinos debemos organizarnos para exigir el respeto y la libertad que merecemos y nos han robado a golpe de espada, tolete y bala; sé que ya lo han dicho tantos tantas veces y de tanas formas, pero quisiera agregar: desde donde sea que estemos, ahí nos veremos.
*(Latinoamérica, 1982) Psicologo, escritor, lector y caminante. Cursó la Maestría en Salud Mental Comunitaria en la Universidad Nacional de Lanús, Argentina (2009). Ha sido colaborador y lo seguirá siendo. Colecciona proyectos que buscan ver la luz. Alguna vez ha hecho teatro, alguna otra radio, alguna más video y foto; la música nunca se le dio, pero le sigue rogando.
EL PEPO