Como “crónica de una caída anunciada” –desde que se nombró como secretario de Educación Pública a su enemigo político Emilio Chuayfet- pero al mismo tiempo como “final inesperado” la sociedad mexicana vivió la semana pasada la detención por parte de la PGR de la lideresa sindical del magisterio Elba Esther Gordillo.
“Crónica de una caída anunciada” porque de muchos modos resultaba insostenible por más tiempo el poder absoluto de un personaje como ella que tenía un altísimo desprestigio producto de los evidentes abusos de poder al frente del magisterio nacional urgentemente necesitado de democracia sindical, de la grosera ostentación de su riqueza frente a más de un millón de agremiados que viven una situación económica muy austera y de su cada vez más explícita soberbia y sensación de invulnerabilidad como factor de poder frente al poder político establecido y a los otros poderes fácticos que mueven al país.
“Final inesperado” porque nadie imaginó durante la campaña presidencial que de ganar la presidencia Enrique Peña Nieto se enfrentaría a “la maestra” en lugar de negociar con ella y continuar con el pacto de complicidad que habían firmado sus antecesores y mucho menos resultaba imaginable que este enfrentamiento llegara al límite del encarcelamiento.
Motivos para la aprehensión había suficientes. Para nadie pasaba inadvertida la inconsistencia entre el ingreso oficialmente declarado como profesora y lideresa sindical y los lujos con que vivía la presidenta del SNTE manifiestos en su ropa y joyas costosísimas, sus continuas –y fallidas- cirugías estéticas, sus casas en la isla de Coronado y en Polanco y Las Lomas en el DF y todos los demás excesos que consignaba la prensa.
A nadie sonaba raro que esta inconsistencia fuera muy probablemente debida a un manejo deshonesto de los recursos producto de las cuotas sindicales y de las asignaciones de la SEP al SNTE.
La decisión política –porque es evidente también para todos que no se trata de un acto solamente de aplicación de la ley- de proceder legalmente contra Elba Esther Gordillo ha sido valorada muy positivamente por la opinión pública y la opinión publicada en un país en el que la impunidad es el signo dominante y actos de autoridad como este renuevan los pequeños resquicios de esperanza de que es posible aspirar a un estado de derecho.
Se trata sin duda de una decisión que muestra consistencia porque habla de un gobierno que actúa con claridad en la línea de hacer realidad las reformas estructurales que ha propuesto y que manda una señal de fortaleza en el ejercicio del poder para ser interpretada por todos los demás poderes fácticos que pudieran estar pensando en oponerse a estos cambios estructurales enunciados.
Sin embargo la pregunta que surge inevitablemente entre los actores del sistema educativo y en la sociedad en general es: ¿Cómo será la vida después de Elba Esther?
En el ámbito de la vida política y de la aspiración democrática de nuestra sociedad mexicana no queda claro si esta acción de autoridad es una señal de voluntad política para caminar hacia un país donde como dijo el presidente: “nadie esté por encima de la ley” o estamos ante un caso que responde a la muy conocida frase que se atribuye a Benito Juárez: “a los amigos, justicia y gracia; a los enemigos, la ley a secas”.
Por otra parte, en el terreno de la educación persisten las interrogantes acerca de los cómos concretos en que se traducirá la reforma constitucional en materia educativa puesto que están por construirse las leyes reglamentarias que normarán el sistema profesional de carrera docente así como la estructura, organización y funciones del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) como organismo autónomo.
Un ámbito esencial en el que habría que plantearse la pregunta sobre cómo será la vida después de Elba Esther es el de la dignidad y la profesionalización de los docentes del país.
Desde mi punto de vista, el daño más grave que hizo la lideresa sindical ahora encarcelada –quién sabe por cuánto tiempo- a la educación del país tiene que ver con esta dimensión de la identidad, la imagen y la práctica de los profesores.
Porque además del daño patrimonial de Gordillo hacia los agremiados al SNTE por el manejo corrupto de las cuotas sindicales y los recursos que asignaba la SEP al sindicato para el beneficio común que se tradujeron en su insultante riqueza personal, daño que sin duda es gravísimo, el mal que más afecta a la educación de nuestros niños y jóvenes es el que “la maestra” –así, entre comillas- perpetró con su dinámica de politización partidista del magisterio y sus mecanismos de apoyo y oposición –real y autofabricada- que repercutió de manera directa y muy profunda en el creciente deterioro de la imagen y estatus social de los maestros y en el mismo autoconcepto y autoestima docente.
¿Cómo será la vida después de Elba Esther? ¿Podrá restaurarse el autoconcepto y autoestima docente para que el maestro vuelva a asumirse como un profesional de la educación que tiene la altísima responsabilidad de contribuir al desarrollo y la transformación del país mediante la formación de los futuros ciudadanos? ¿Ayudará el sistema profesional de carrera docente como se defina en su estructura y operación a cambiar la cultura docente haciendo que los esfuerzos de los profesores se centren en su formación y en la calidad de su práctica y no en la simulación y el esfuerzo por quedar bien con la dirigencia sindical que ha sido hasta ahora el mecanismo para obtener promociones, permisos, becas y comisiones?
¿Cómo será la vida después de Elba Esther? ¿Se producirá al fin el cambio hacia el círculo virtuoso profesionalización-alta autoestima docente-mejora de la imagen-recuperación del estatus social de los docentes? ¿Se podrá restituir la relación de colaboración y corresponsabilidad entre directores, padres de familia, maestros y alumnos para la formación integral de los educandos?
¿Cómo será la vida después de Elba Esther? ¿Se aprovechará la oportunidad para reformar desde sus fundamentos la organización y las prácticas sindicales creadas para el sistema corporativista del siglo pasado e inoperantes en un México que aspira a la democracia y la transparencia? ¿Se podrá democratizar la vida interna del sindicato dándole voz y haciendo sujetos de su propia organización gremial a los docentes? ¿Se llegará a establecer una normatividad que garantice la alternancia y el cambio en los cuadros dirigentes y evite los liderazgos “vitalicios” que dependen de la voluntad del presidente de la república en turno?
La pregunta por la vida después de Elba Esther genera mucho más preguntas que respuestas hasta ahora. Preguntas que necesitan ser planteadas con seriedad y asumidas con responsabilidad y apertura en un momento crucial para redefinir el rumbo de la educación del país.
Por lo pronto, unas horas después de la aprehensión de la ex lideresa vitalicia del SNTE se eligió en Guadalajara, en la sesión del comité ejecutivo nacional del sindicato, a la persona que ocupaba el segundo lugar en el escalafón gordillista. ¿Cómo será la vida después de Elba Esther?
*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.
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