Amarte así es suicidarme en defensa propia
Ustedes no están para saberlo ni yo para contarlo –ay ajá–, pero estos últimos días, mis hormonas han decidido manifestar una especie de post-adolescencia bastante molesta.
Y digo molesta porque ya en sí el periodo adolescente es fastidioso en su comportamiento –no generalizo pero digamos que casi siempre– como para además padecer y lucir los síntomas típicos: acné, cambios de humor constantes, la voz un poco transexual y por supuesto, exagerado aumento de la libido –chicxs guapxs, por favor, tomen nota–.
En estos gajes andaba yo por la vida intentando que mis padecimientos fueran lo menos notorios posibles cuando así casual, decidí confesarle el asunto de mi acné a la persona menos indicada: mi ex.
Que quede asentado en actas que fue la única afección de la que tuve a bien contarle.
Según sus cálculos –que no sé en qué se basan– últimamente he estado bajo mucho ‘estrés’. Lo que no logro descifrar hasta este momento, es cómo relacionó el supuesto estrés con el acné para concluir en el siguiente círculo vicioso:
Ser una persona soltera me produce estrés.
No coger me produce acné.
No cojo porque soy una persona soltera.
Una vez que estableció la causa de todos mis males, el sexo era la solución. Y como todo se reduce a satisfacer un instinto primario y yo soy una persona sin sentimientos, ni aspiraciones y no merezco nada decente, coger con cualquiera bastaba. Al menos esa fue su idea, lo juro.
De lo anterior concluyo que me quedan tres opciones:
¿A poco no les encantan estas soluciones machistas y heteronormadas que tan bien hemos aprendido de las telenovelas?
Lástima que a mi ex no se le ocurrió pensar que mi soltería no es sinónimo de abstinencia y que por lo tanto, el acné debió ser la consecuencia de cualquier otra cosa, excepto de quedarme con las ganas de coger.
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