Lado B
¡Esas cosas del demonio! [o me fallaste co-razón]
Por Lado B @ladobemx
25 de octubre, 2012
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Tuss Fernández

@ituss79

Con las ganas de quererte, así, sin querer.

No hay manera más efectiva de conspirar contra uno mismo que entablando relaciones con otras personas. Me explico:

Son dos las frases que han marcado mi vida romántica. La frase buena y la frase mala. La verdad es que sería incapaz de contarles la primera porque aunque he hecho de este espacio una ventana de mi vida personal, hay cosas tan maravillosamente bellas, que uno guarda para sí mismo con cierto recelo y digamos que este es el caso así que, hablemos de la mala.

–“Yo no espero nada de ti”.

Hace tres años que esas seis palabritas me calaron en lo más profundo y me hicieron morir un poco pero hoy, en diferentes circunstancias alguien intenta venderme como la panacea para replantear una relación no del todo perdida.

Pareciera que en este ‘no esperar’ nada del otro, podemos reinventar una relación en la que hay voluntad, hay cariño, hay empatía y sobran ingredientes para que ‘algo’ funcione… no más que no sabemos qué, ni cómo.

No voy a negarlo, a mí me parece un absurdo porque según mis cálculos, si existe la intención de arreglarnos es porque existen también las expectativas aunque mi contraparte se empeñe en que debemos deshacernos de ellas.

Así pues, en el estira y afloje hemos decidido lanzar una moneda al aire –literal–  y dejar que el azar resuelva lo que la lógica y el ego mantienen atorado.

Entre que espero la respuesta para ver quién va a echar el volado me viene a la mente otra pareja que tuvo la buena idea de que la nuestra, fuera una relación ‘sin etiquetas’; no éramos novixs, ni amantes, ni esposxs, ni nada de esos conceptos que en teoría, equivalen a ‘cierto’ tipo de compromiso. Vivíamos en la misma casa los siete días de la semana, íbamos al súper, al cine, salíamos de viaje, paseábamos mascotas, etcétera, etcétera, etcétera, pero no éramos ‘nada’, o quizá éramos ‘todo’ pero el caso era no nombrarlo.

La idea sonaba genial al principio –aunque tengo la ligera sospecha de que era una tomada de pelo–, el problema vino cuando a falta de definiciones, terminamos sin saber cuáles eran las reglas del juego y evidentemente, fracasamos. Volvimos a ser ‘nada’, sólo que esta vez cada quien por su lado.

Mis resoluciones matemáticas me indican que es improbable [re] iniciar una relación sin saber al menos a nivel básico, qué se espera del otro. Lo sé, hasta ahora mis capacidades aritméticas han sido poco más que torpes pero la verdad es que tampoco confío mucho en dejarle a la alineación planetaria, eso de que el amor –o lo que sea– funcione.

Por otro lado, prometerlo, ofrecerlo o entregarlo, todo tampoco es garantía de éxito y aquí ya me rindo. Las relaciones son lo más cercano a una conspiración para el caos pero… cómo carajos nos encanta pensar que vamos a encontrarles el final feliz –sí, ese también–.

Tan fácil que es quererse y tan difícil que es coincidir. Así somos los seres humanos.

Moraleja: las expectativas son una cosa del demonio.

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