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La ambigüedad sexual y de género ha estado presente en el manga japonés desde sus inicios. El más antiguo ejemplo es Ribon no kishi —publicado en 1954 y conocido en México como La princesa caballero—, obra del padre de esta manifestación visual, Osamu Tezuka, creador de historias clásicas como Astroboy.
Quienes crecimos en los 90, conocimos este tipo de situaciones, poco comunes en la cultura pop de Occidente, a través de animes como Sailor moon y el ultracensurado Ranma ½. Sin embargo, fue en los años 70 cuando las mangakas Riyoko Ikeda y Ryoko Yamagishi trataron con mayor constancia el género yuri, nombre con el que se denomina a la relación sentimental o sexual entre mujeres.
De estas dos autoras, es Riyoko Ikeda quien ha cobrado mayor renombre en América Latina, con excepciones como México, donde su obra es menos conocida quizá debido a la censura.
El travestismo, el yuri y el gender blender estuvieron constantemente presentes en obras de Ikeda como Berusaiyu no bara (La rosa de Versalles), Orpheus no mado (La ventana de Orfeo) y Claudine!, por mencionar algunas. Las tres historias tienen por protagonistas a mujeres que, debido a diversas circunstancias, se ven “forzadas” a vivir comportándose como hombres o deciden actuar de esa manera.
Para quienes conocemos a Japón por lo tradicional de su sociedad, encontramos un tanto extraño que temas como la homosexualidad y el travestismo tengan una difusión tan masiva en los mangas. No obstante, Oriente es, en cierta forma, otro mundo.
Sondeando los foros de manga y anime pertenecientes a personas que se han adentrado en este interesante tema, se puede concluir que ni los mismos oriundos del país del sol naciente se ponen de acuerdo respecto a si esta permisividad data del antiguo Japón o si más bien se trata de un fenómeno cuyo origen se oculta en las contradicciones de la condición humana.
El género yuri encuentra sus raíces en una específica literatura japonesa de principios del siglo XX: las llamadas Class S. Se trataba de novelas que abordaban, como temática principal, el amor entre mujeres. Las jóvenes japonesas tenían permitido leerlas debido a que la relación entre las protagonistas era puramente platónica y, regularmente, terminaba en tragedia o con el encuentro de un marido. El factor de la desgracia sería heredado por Ikeda.
ÓSCAR, UN TRAVESTISMO IMPUESTO
Óscar —protagonista de La rosa de Versalles— es una mujer noble de la Francia pre-revolucionaria educada como hombre desde el día en que nació, por órdenes de su padre. En su deseo de tener un hijo varón, éste conduce a la joven por la carrera militar, sin que a nadie le sorprenda dicha circunstancia.
Desde la adolescencia, Óscar se encarga de la seguridad de la última reina francesa, María Antonieta, y es curioso notar que aunque nadie en la corte ignoraba el verdadero sexo de Óscar, ninguna de las aristócratas tiene reparo en confesar que se sienten atraídas por la apuesta comandante.
Si bien en múltiples ocasiones Óscar sufre debido a la presión de jugar el rol de varón, no muestra incomodidad alguna ante el amor que le profesan otras mujeres. Esto se vuelve más evidente en su relación con Rosalie, su joven protegida, que incluso la besa en alguna escena, sin que a Óscar esto le cause conflicto alguno.
Asimismo, es crucial el momento en que su padre, de súbito, le ordena casarse con un hombre. Esto significa un duro golpe para ella, que al final se niega a casarse y se presenta a su fiesta de compromiso vestida como hombre, desafiando las órdenes de su padre.
CLAUDINE
El caso de Claudine es distinto. La historia inicia cuando, a los ocho años, ella comienza a decir que es un niño y adquiere un comportamiento asociado al de los varones. Si bien su madre está profundamente preocupada por el cambio, su padre toma a bien la transformación y se refiere a ella como “su hijo”.
Nuevamente, cabe destacar el rol del padre en la historia. A través del manga sabemos que Claudine guarda un gran parecido físico con él, y debido a esta semejanza era su hijo preferido y con quien guardaba vínculos más fuertes.
Conforme la historia avanza, sabemos que el abrupto cambio de Claudine se debe a que, a los ocho años, ella descubre que su padre está enamorado de un joven, casi niño, llamado Louis Laques. La protagonista los sorprende besándose, y el evento cimbra su mundo.
Claudine, a diferencia de Óscar, está completamente interesada en las mujeres como objeto amoroso. Primero se enamora de Maura, luego de Cecile, hermana del amante de su padre, y por último mantiene una relación con Sirene, quien termina marchándose con el hermano de la propia Claudine, por lo cual ésta se suicida. Nuevamente, distinguiéndose de Óscar, Claudine sufre al ser rechazada por las últimas dos mujeres de su vida, a causa de ser “una chica”.
Como lo marcan los orígenes de la nueva era del manga, sentada por las creaciones del mencionado Tezuka, estas manifestaciones tuvieron una función específica en la época de la posguerra. En los 50, en medio de una crisis económica, eran medios masivos baratos que fungían como herramientas de esparcimiento y remplazos de proyectos que la crisis económica impedía realizar, como series televisivas, películas u otras clases de expresiones más inclinadas al arte.
Ambos mangas comentados aparecen en los 70, el primero al iniciar la década y el segundo casi en su final, una época que trajo la ruptura de ciertos esquemas sociales, así como la reivindicación del movimiento feminista, la expansión de los ámbitos en los que incursionaba la mujer y la revolución homosexual.