Lado B
Los tumba-puertas [o cómo evitar quedarse en el armario]
Por Lado B @ladobemx
13 de septiembre, 2012
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Tuss Fernández

@ituss79

Deberías volver un día a dibujar tu sonrisa en mi pecho.

Siempre he tenido algo de kamikaze y algo de oveja negra. Es como una mala combinación, lo acepto, pero a mis 33 aún no descubro cómo abandonar una o la otra y la verdad tampoco tengo la seguridad de querer hacerlo aunque hay días –demasiados­­­­­– en que me pregunto a dónde voy a parar con mi insistencia. La buena noticia es que soy fuerte, la mala noticia es que temo descubrir el límite de mi umbral de resistencia, justo cuando ya no la tenga.

No sé si lo que siga en estas líneas tenga que ver con el párrafo anterior pero necesitaba desahogarme, lo siento, son los privilegios de tener una columna combinados con el reto de llenar una página en blanco. Es un buen método, no pueden negarlo, ya llevo varias líneas.

El asunto es que la vida de este lado de los no heterosexuales, es lo que yo llamaría un Meta-clóset, algo así como un clóset que alberga muchos otros clósets, aunque quizá ustedes quieran ver el suyo como uno solo de varias puertas, con varias divisiones, yo que sé. Basta, dejen de pensar en el clóset de sus sueños que estamos hablando en serio.

Hagamos cuentas. Yo siempre supe que era bisexual aunque para aquellas alturas de mi infancia en que lo descubrí imagino que más bien andaba como en un rollo Queer, jaja, perdonen la risa pero es que acabo de darme cuenta de mi identidad y no puedo evitar pensar en todos los años que pasaron para que re-aprendiera lo que ya sabía.

En fin, por ahí de la prepa salí del primer clóset, luego de un sueño húmedo en el que mi objeto de deseo fue también receptor de la noticia –la del sueño húmedo y la de mi salida del clóset–, todo bien hasta ahí. Después tuve la fortuna de encontrarme en la vida con dos buenos amigos, uno de ellos gay, así que como pez en el agua vino la salida dos y contando. Antes de casarme –cuando viví como buga– vino la tercera que luego se convirtió en la cuarta y digamos ‘oficial’ cuando mi entonces pareja decidió desclosetarme con mis papás. De ahí en adelante ya me pierdo porque con la separación me olvidé de cuidar las formas en el trabajo y en el resto de los círculos sociales; súmenle diez y once si contamos esta columna como la versión más pública de mis salidas y por si algún despistado no se había enterado, ya ven que nunca faltan.

Claro que también está la opción de quedarse dentro y es muy respetable –aunque tremendamente enredada–, pero desde mi muy cursi punto de vista, cada vez que uno da un paso fuera del armario inicia una transición y algo cambia para bien. Por lo menos se es más libre.

Yo no sé cuánto nos dure esto de ser los ‘raros’ a los que la mayoría no logra adaptarse –espero que no mucho­­– pero mientras lo somos, crucemos tantas puertas como nos sea posible para alejarnos cada vez más de lo que queremos ser y acercarnos más a lo que realmente somos.

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