Lado B
Las máquinas del amortsss [o cómo jotear sin ser encarcelado en el intento]
Por Lado B @ladobemx
30 de agosto, 2012
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Tuss Fernández

@ituss79

Comenzaré a vivir de día y dejaré que la noche se ocupe de las estrellas.

Para la lectura de hoy tendrán que imaginar que se suben a una máquina del tiempo y llegan a las calles de México durante el porfiriato. Entonces reciben la invitación para ir a una fiesta organizada por el mismísimo yerno de Don Porfirio Díaz. La fiesta está a todo dar aunque no hay muchos invitados, no sé, 42 más o menos. De pronto llega la policía, se arma una redada y los llevan a la cárcel de la época, el Castillo de Lecumberri por el delito cometido (sí, sí, por ser ustedes una bola de homosexuales). Todos van a dar a la crujía “J” que es la de los raros que se niegan a ser heterosexuales y que se contonean demasiado para juntarlos con los ladrones de la “A”, los rudísimos violadores de la “B” o los exclusivísimos y elegantes de la “H” que es algo así como la suite de lujo donde cabe puro VIP.

En un acto de escapismo más que audaz y como el mismísimo Doctor Who, regresemos al presente pero ya un poquito más cultos que hace cinco minutos. Vamos, acepten que descubrir el nacimiento del término ‘JOTA’ fue divertido; aunque tengo mis dudas acerca de si es gracioso ser objeto de una redada pero bueno, imaginemos que eso ya no sucede en estos tiempos y pasemos al siguiente punto: ¿qué es la “jotería” en estos los días de la Nueva Jerusalén –sí, ese pueblito retrógradamente pintoresco de Michoacán–?

 Pues la jotería es una forma de ser… qué digo forma de ser, es toda una cultura. Es más, “jotear” debería ser un verbo agregado a la RAE. Jotear es la exaltación de lo femenino, casi casi un performance diario de los modales que nos han enseñado, son exclusivos de las mujeres; voltear la mano, cruzar la pierna de manera coqueta, parar la trompita estilo patito sexy, caminar cual modelo en pasarela, parpadear como elefantito presumiendo largas y hermosas pestañas y claro, buscar el tono más agudo que salga de nuestras gargantas para entonar palabras tipo “¡Querida! ¡Mana, manita! ¡Reina! ¡Ay mamita chula, pues yo sí estoy bien puesta no como ooootras!” y así. Además, es indispensable caer en el cliché y la farsa teatral. Me imagino, en un caso muy extremo pero no poco común, a la típica diva, estilista con peinadaxo perfecto, camisa rosa, pantalón coquetamente pegadito –untado, pues–, cinturón blanco, zapatos ídem y pues así muy chic, muy nice. Ah, olvidaba mencionar que la buena jota moderna le agrega a las palabras una coqueta “ts”, ya saben, “amortsss”, “horrortsss”, “por favortsss”.

Los protagonistas de la jotería son (por lo regular) hombres homosexuales que gozan de este actuar y esta identidad en la que exageran su lado femenino –el suyo de ellas–  y que todos tenemos (por si no sabían). ¿Por qué lo hacen? ¡Porque es divertidísimo! En serio, ¿no lo han intentado? Pues deberían.

Jotear entre amigos es muy entretenido, jotear con círculos no tan cercanos, lo es más. Hacerlo con descaro en cualquier lugar con cualquier persona también es una manera de visibilizarse, una forma de decir “Ey, aquí estoy, soy hombre, soy homosexual y no me importa lo que pienses, yo seré como me dé la gana ser y tú no tienes derecho a juzgarme, es más, sé que hasta podrías envidiarme porque yo sí tengo el valor suficiente para no reprimir mi lado femenino y divertirme siendo como quiero ser y no como el resto quiere que sea”.

¿Ya me están entendiendo, manas?

Además, ¿por qué lo joto, es decir, lo femenino –o amanerado o torcido o mariposón o mariquita,  etcéteras mil– debe ser entendido como un insulto? Evidentemente porque vivimos en una sociedad machista que ha menospreciado a la mujer hasta el cansancio –miento, porque al parecer hay muchos que aún no se cansan– y que entonces convierte toda condición femenina en un sinónimo de inferioridad. Para un ‘macho’ que se precie de serlo, al menos en nuestra cultura, es inentendible que un ‘hombre’ que nació biológicamente ‘superior’quiera convertirse en un ser ‘inferior’ como una mujer –y eso también es cliché pero no vamos a abundar hoy en el tema–. ¡Sacrilegio!

En fin que esa palabrilla de “joto” que se ha utilizado indiscriminadamente para mofarse de los hombres homosexuales es también un término del que el colectivo se ha ido apropiando poco a poco para desarollar toda una corriente –la más popular entre la comunidad LGBTTT– que exagera y reivindica las expresiones de la femineidad. Y aunque cabe señalar que no todos los homosexuales son jotos –ni todos los jotos son homosexuales–, tod@s podemos jotear!

Nota: esta columna fue posible gracias a la invaluable colaboración de @AmbarBrizz

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