Lado B
"Estaba todo planeado. Ya lo estaban cazando"
Con motivo del aniversario luctuoso de Joel Arriaga, presentamos una entrevista con su viuda Judith García
Por Lado B @ladobemx
17 de julio, 2012
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Judith García viuda de Arriaga es una mujer de unos 70 años, alta, esbelta, morena, cabello corto, piel surcada, tiene grandes ojeras, y en su mirada, su voz y su presencia se percibe un dejo de tristeza y de justicia reclamada hacia el Estado y todos los que tuvieron que ver con asesinato de su esposo, en plena vía pública, disparando por la espalda y por los lados

Joel Arriaga. Archivo fotográfico de Judith Garcia

Oralia Ramírez

*Segunda de dos partes

El penal de Lecumberri era como una vecindad grandota, ya se tenían ubicados todos sus habitantes, pues era un lugar común donde convivían todos. Muchas cosas de Joel que se perdieron porque dejaron entrar a presos del fuero común a las crujías donde habitó.

Los guerrilleros eran contrarios a Joel, sin embargo, el día que se fue, pidieron permiso y adornaron la crujía con globos y serpentinas para hacerle su despedida.

El arquitecto Ambrosio Guzmán, actual investigador del Instituto de Ciencias “Alfonso Vélez Pliego”, fue a visitar a Joel a Lecumberri, al igual que sus amigos José Luis Meza, Donato Marín. La excepción fue José Luis Naval.

Judith menciona que él fue un cobarde, porque se escondió cuando pasó lo de Joel. Le resulta repulsivo y siente por él un profundo desprecio. (Sin embargo, en  la casa de Judith, hay un retrato obra de Naval pintado a tinta sobre papel, donde Judith está representada a manera de los retratos de Modigliani, cargando a su hija Galia, la niña tenía un año y pocos meses de edad. Ambas se muestran abatidas. Este retrato fue hecho a los pocos días del asesinato de Joel). Naval estuvo viviendo un tiempo en casa de los Arriaga, pues hubo épocas difíciles y muchos amigos de Joel llegaban ahí, donde fue varias veces punto de reunión.

Judith considera que la sociedad elitista poblana tiene en primer orden sus propios intereses, que entre ellos se han solapado para protegerse; aunque no se puede generalizar porque hay poblanos con rasgos humanitarios.

Joel Arriaga. Archivo fotográfico de Judith Garcia

A Joel lo mataron como a un perro. Eso es un acto de impunidad, por lo tanto es injusto y debe ser castigado, no se puede vivir en una sociedad que solapa estos actos. Todo lo que está pasando ahora con Calderón son crímenes de Estado, la lucha antinarcotráfico, etc. Esto es vergonzoso para una sociedad, no es posible que una sociedad continúe “funcionando” con normalidad con tantas muertes a cuestas. El poder ha venido justificando todos estos crímenes, sin cuestionarse su política genocida.

Yo llevé el caso de Joel a Estados Unidos y me he dado cuenta que estamos solos, además de todo lo que hay que mandar fotos, documentos, etc. Es mucho dinero y tiempo. Me mandaron una carta en donde preguntan si todavía estoy interesada en el caso de Joel.

Yo sé que su expediente está mutilado. Yo no sé mucho de carros, pero ahora sé que quienes mataron a Joel iban en un Valiant amarillo, tenía una llanta empotrada en la parte de atrás. con vidrios polarizados, como los que usó el ejército.

Estaba todo planeado. Ya lo estaban cazando, saliendo de una reunión a medianoche, Joel y yo regresábamos a casa, veníamos en un Opel gris. En una esquina de la 24 sur había una zanja, por lo que Joel tuvo que detenerse, los que lo ejecutaron eran profesionales, en ese momento no alcanzas a comprender lo que está pasando. Estoy segura que Joel los vio, a lo mejor por el espejo retrovisor o no sé. Estruendo de vidrios del coche pegaban en la cara, es como un momento de locura. Cuando salí del coche para pedir ayuda vi. que pasó un vocho azul, iba ahí un policía, y yo le dije: “señor, señor ¡mi esposo!”. Yo escuchaba que Joel todavía respiraba. Venía una patrulla de caminos y lo que hizo fue tapar el auto baleado para que los del Valiant amarillo se escaparan por una privadita paralela a la 2 Poniente, pues era de doble sentido. El carro se quedó abierto, ahí estaban los papeles de Joel. Bueno, sentía tanta impotencia.

Nos fuimos a la Beneficencia Española, a mí se me quitó el sueño, yo creo que para toda la vida. A Joel lo llevaban en una camilla y a mí en una silla de ruedas. Yo le hablé a Sergio Flores (en ese entonces rector de la UAP) y a Ambrosio, el arquitecto amigo de Joel, porque apenas hacía unos minutos habíamos estado en un restaurante. Lo más increíble es que a mí no me pasó nada. Me entregaron una libreta que Joel llevaba en el saco, ahí anotaba teléfonos y unos papeles manchados de sangre que todavía conservo. Yo no me separaba de la puerta de donde lo habían metido. Creo que si me hubieran dicho que ya estaba muerto hubiera jalado al médico que lo atendió o algo le hubiera hecho. Todavía estaba esperando que Joel me hablara, que me dijera algo. Fueron momentos terribles los que provocaron estos desgraciados.

Joel Arriaga. Archivo fotográfico de Judith Garcia

Es muy triste que lo hayan matado y de la forma en que lo mataron. La derecha poblana solapó el crimen. Incluso algunos de los propios compañeros de Joel callaron.

Después, los asesinos pensaron que yo los había visto e intentaron matarme cuando iba sobre la veinticuatro, rumbo a CU. Lo recuerdo muy bien, me paré a la altura de una gasolinera, a mi izquierda había un camión de redilas y a mí derecha estaba saliendo un camión Garita de la gasolinera, cuando hace el cambio para el siga, meto primera y avanzo, en eso se jala el camión de redilas y me impacta contra el Garita, vi estrellas y todo oscuro. Cuando volví en sí, estaba prensada entre los dos camiones, había gente a mi alrededor e intentaban sacarme del auto.

El otro intento de asesinato fue cuando el Güero, un señor que lavaba los carros en CU me dijo: “le lavo el coche, déme las llaves”, se las di y me dice “maneja usted rápido ¿verdad?”. Cuando regresé, le pedí las llaves, me las dio, pero el carro no arrancó. Mi tío Nico, hermano de mi papá, al revisar el carro dijo: “¡Mi Judicita qué bueno que no arrancó el carro porque le quitaron el líquido de frenos!”. Se dio cuenta porque había restos de esponja en el recipiente que contiene el líquido en cuestión; la metieron para que chupara el líquido. Estoy segura que Joel me protege desde el lugar donde está.

La última vez que vi el asunto de Joel me pusieron hombres greñudos con miradas horribles y me dijeron que tenía que identificar quien o quienes habían matado a Joel, entonces fue cuando dije basta. No hay manera de encauzar el reclamo de justicia por la vía jurídica.

Joel no era orador, era callado, formador, organizador, todo lo tenía en su mente. Era la diferencia con Cabrera, que era un orador nato, a él también lo mataron el mismo año que a Joel, 1972, a Joel el 20 de julio y a Cabrera el 20 de diciembre, él tenía la orden de no regresar, sin embargo, por ser diciembre, regresa para ver a su familia. Cabrera ya había recibido amenazas, pues después de que pronunció un discurso en la Universidad, habló el gobernador Gonzalo Bautista O’Farrill y dijo que si no lo callaban podía desaparecer. Les gustó el día 20 para acabar con ellos.

Donato Marín le había dicho a Joel: “ten cuidado, andan armados”, Joel le contestaba: “no te preocupes, lo peor que me podría pasar es que me entierren en el Panteón Francés, a mi que me entierren en el Panteón Jardín”. Y precisamente el día de su entierro, ya estaban preparando todo para sepultarlo en el Francés, entonces Donato Marín dijo: “no, ahí no, Joel dijo que eso era lo peor que le podía pasar”, así que se enterró en el Jardín. Se lo llevaron cargando hasta allá y fue muchísima gente.

Tienes que aprender a vivir con esto, porque quedas señalada de por vida.

Así termina Judith esta ráfaga inclemente de recuerdos cargados de emoción y amor que aún le profesa a su esposo, quien vive en su memoria, participándonos en estas líneas fragmentos de su vida, hecha a pie de lucha.

¡Gracias Judith por este testimonio!

Aquí la primera parte

Joel Arriaga. Archivo fotográfico de Judith Garcia

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Autor Lado B
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