Lado B
Susanita Mood
Por Lado B @ladobemx
21 de junio, 2012
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Tuss Fernández

@ituss79

Ya es casi un día menos de todos los que me falta extrañarte.

Fue prácticamente clandestino. Lo decidimos un jueves y para el sábado luego de muchos cambios de sede y horario, estábamos firmando el acta. La manera fue poco ortodoxa –cosa que a mí se me da con mucha facilidad. Fue en un pequeño teatro, ataviados con jeans y camisas blancas. Sólo estaban los amigos más cercanos y de ellos, sólo seis personas sabían la razón por la que llegamos hasta el Foro, el resto, pensaron que iban a la función. Al filo de las 10 de la noche, se hizo oficial. Así fue como me casé la noche de un 14 de febrero de hace muchos, muchos años (bueno, bastantes).

De nada sirve aclarar que la fecha no tuvo nada que ver con los clichés típicos de San Valentín –sino con cuestiones meramente administrativas- si al mismo tiempo confieso que el motivo fue consumar la cursilería de tener un matrimonio de esos que nos venden en las telenovelas. Sí, de esos en los que antes de que aparezca la palabra ‘FIN’ en la pantalla, nosotros solitos concluimos que mágicamente ‘fueron felices para siempre’.

Hasta ese momento de mi re-buga vida en la clandestinidad y todo, cumplí con la norma social por voluntad propia. O dicho de otra manera, entré en Modo Susanita (sí, la de Mafalda) y me casé, ya no más me faltaban los hijitos.

Luego, por azares del destino -que no voy a contarles porque van a pensar que me enamoré perdidamente y luego de cursi no me van a bajar- me cambié al bando no heterosexual de las relaciones de pareja y entonces el chip que manda el impulso que activa a la hormona que libera las ganas de contraer matrimonio, se me borró.

Sucede que según yo,  mi generación es una de las últimas que creció en una realidad en la que los homosexuales no tenían derechos. Eso de que dos personas del mismo sexo pudieran casarse era, vaya, impensable. Así que como no existía pues el chip no se activaba.

Pero luego nos llegó el pensamiento evolucionado de los países avanzados y aunque a nosotros no más nos alcanzó para aplicarlo en el DF, fue suficiente para cambiar la realidad. Resulta que los homosexuales, al menos en esa pequeñísima parte del país, ya pueden casarse y vivir su relación en lo público, lo privado y lo legal, tal como lo hacen los bugas.

He ahí el meollo del asunto, uno podría jurar que avanzamos pero ahora lo que tenemos es un montón de LGBTTTI post-adolescentes pensando en pastel, anillos, ramo, liga, recuerditos, vestidos, smokings, flores, arroz, mariachi, payaso del rodeo (si no hay payaso del rodeo la boda no es oficial) y víbora de la mar.

Hasta parece que nos educaron con telenovelas y películas de Disney. Lo que a mí no me cuadra es que después de tanta pinche lucha, usemos los derechos para terminar alineándonos a la heteronormatividad. Qué desperdicio. A como van las cosas,  yo propongo que los siguientes estados que aprueben los derechos LGBTTTI sean los que tengan playa, para que ahora podamos casarnos a la orilla del mar.

PD. ¿Y en Puebla como para cuándo tendremos derechos, querido Congreso?

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