Lado B
El beso de Aracely
De como el precandidato priísta vino a Puebla a grabar sus comerciales de campaña
Por Lado B @ladobemx
09 de febrero, 2012
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Foto: EEF

Ernesto Aroche Aguilar

@earoche

La mirada de Aracely Zacatelco transmite miedo y confusión. Mira para todos lados y luego agacha la cabeza. El hombre que a su paso arranca suspiros y tiene una novia de telenovela la toma de las mejillas, le acaricia el cabello y le planta un beso en la frente. Una lluvia de clicks y flashes cae sobre ellos.

Foto: Joel Merino

Enrique Peña Nieto, el precandidato del PRI a la presidencia de la República difícilmente recordará el reclamo infantil de Aracely que a sus 11 años no entiende por qué no la dejan vender sus collares y flores de bisutería en la plancha del zócalo. Para ella, en cambio, el encuentro será una de las historias que llevará a cuestas al menos los próximos meses cuando la propaganda política tapice las calles y el rostro del hombre del cabello engominado se le aparezca en cada esquina, en cada calle, en cada poste, en la televisión, en la radio, en los diarios, en las revistas.

Pero mientras eso llega, Aracely sigue ahí, inmóvil sobre las baldosas del zócalo capitalino, azorada por lo que acaba de pasar. Las cámaras ya no la miran, los celulares que segundos antes la grababan ahora siguen el paso del priísta que las encuestas ponen en la antesala de Los Pinos. Ella mira los productos que no logró venderle a Peña Nieto, mientras él suelta por enésima ocasión su estudiada sonrisa y sigue su camino a la Suburban negra que lo transportará a la siguiente locación: Talavera Uriarte.

Aracely no parece ser parte del grupo de 60 o 70 extras que fueron contratados para los comerciales de campaña que el ex gobernador del Estado de México grabó en la capital poblana, y no lo parece porque tras el beso, uno de los hombres que acompaña a Peña Nieto se le acerca, la toma de los hombros y conversa brevemente con ella. Después desaparece y minutos más tarde regresa con un sobre blanco que pone en las manos de la pequeña vendedora.

Foto: Joel Merino

Ella mira de nuevo con desconfianza hacia todos lados antes de asomarse al interior del sobre. Al fin lo abre. Incrédula descubre dentro un billete de 500 pesos que le ilumina la mirada. Cierra el sobre y lo vuelve a abrir una y otra vez. El billete sigue ahí. Como también sigue ahí Peña Nieto, encaramado ya en la puerta de la Suburban rodeado de micrófonos que le preguntan sobre esas cosas que a la mayoría de la población apenas le impactan en su vida diaria: que si ahora deberá enfrentarse a una mujer en el PAN, y que si podrá contrarrestar el discurso amoroso de la izquierda, que si su campaña… Aracely ya ni siquiera los escucha, busca a su mamá para enseñarle el billete que le acaban de regalar.

Y mientras la caravana de ocho vehículos –cinco Suburban, una Cheyenne, un VW y una Captiva– que acompaña al priísta abandona el zócalo bajo las porras y vivas del grupo de “casting”, Aracely se encamina a una pizzería cercana. Hoy comerá una rebana de hawaiana y un refresco. Mañana será otro día.

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