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El Género...
Todo el tránsito desde los estudios de la mujer a los inicios de los estudios de género tuvo como centro la situación y condición de la mujer
Por Lado B @ladobemx
21 de agosto, 2011
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Rosana Renau Aymamí

Todo el tránsito desde los estudios de la mujer a los inicios de los estudios de género tuvo como centro la situación y condición de la mujer. Se trataba de explicar las desventajas visibles de las mujeres en comparación con los hombres.

Desde la perspectiva más revolucionaria se trataba de lograr la igualdad con los hombres en términos de reconocimiento, valoración social del trabajo femenino (básicamente el trabajo doméstico). Se suponía que la base de la liberación femenina estaba en la incorporación al trabajo productivo (esa fue una de las perspectivas más fuertes desde el marxismo) y en tener algún control sobre las condiciones económicas que las alejaban de los hombres.

Una perspectiva más conservadora implicaba un reconocimiento del lugar de la esposa/madre en la sociedad que llevara a la obtención de ciertas prestaciones como el pago por el trabajo doméstico. Esta perspectiva conservaba los roles genéricos pero reconocía el trabajo femenino como TRABAJO, lo cual ya era un paso adelante.

Desde la perspectiva más conservadora, el trabajo doméstico no era trabajo porque era un “acto de amor”. Esto implicaba que el rol fundamental para las mujeres era el de madresposa[i] y que incluía la maternidad social además de la biológica. Incluye la idea de que las mujeres somos madres por definición y que al mismo tiempo la maternidad es lo que nos define como mujeres.

Ninguna de estas propuestas logró resolver, en última instancia, la problemática femenina en las sociedades patriarcales. Las mujeres nos incorporamos al mercado laboral pero esto se tradujo en una doble jornada para nosotras ya que el mundo público no nos liberó del mundo privado.

La incorporación masiva de mujeres en el mundo laboral público se relaciona estrechamente, en casi todas sus fases más dramáticas, con convulsiones políticas, bélicas o económicas.

En tiempos de guerra, las mujeres deben sustituir a los hombres en las fábricas, en casi todos los empleos que ellos deben abandonar para cumplir con las obligaciones que la patria les demanda.  Esto les permite conocer el mundo del trabajo pero no las libera de las obligaciones domésticas, Así, las mujeres aprenden que pueden con ambos mundos aunque no todas están contentas con la situación. Estamos hablando de los 30 y los 40, donde todavía ser una “esposa” era el mejor lugar que podía ocuparse tanto en las representaciones colectivas como en la  construcción de las identidades individuales.

Educadas para las tareas del amor –cuidados, afectos, atención, preocupación, culpa, responsabilidad- hacia los miembros de la familia, muchas mujeres asumen su responsabilidad en el mundo público porque es necesario, no por convicción. Esto es el principio de múltiples descubrimientos y de convicciones feministas al respecto. Finalmente, la incorporación al mundo laboral no resuelve el problema de las mujeres, y lo que es peor, lo multiplica. Ellas ahora tienen una doble jornada de trabajo porque luego de 8 horas en la fábrica o como empleadas en oficinas o domésticas, deben llegar a casa a cumplir con la jornada de amor que implica cocinar, lavar, planchar, ayudar con las tareas, etc.

Un fenómeno con bases económicas que ha implicado la incorporación masiva de las mujeres a trabajos o empleos considerados como masculinos ha sido la emigración de los hombres en busca de mejores condiciones de trabajo.

En países como México, la emigración masculina local, estatal, nacional o transnacional dejó ocupaciones y tareas en manos de mujeres, niños o ancianos. Tareas que no sólo tenían el contenido masculino de la fuerza y la capacidad sino también el contenido simbólico de lo que correspondía a cada género y a cada categoría etaria. Esto implicó modificaciones importantes en la concepción que los sujetos tenían sobre su propia realidad.

Con el paso del tiempo las modificaciones en los roles de género, principalmente en la vida de las mujeres, llevaron a un análisis más aprehensivo de la realidad que las rodeaba y rodea. Ingresar al mundo laboral, percibir un salario por su trabajo, la posibilidad de disfrutar de la sexualidad erótica además de la reproductiva gracias a la revolución sexual y el descubrimiento de los anticonceptivos no resolvieron, ni pudieron explicar, muchas de las desigualdades entre hombres y mujeres.

Nada de esto podía ser analizado o explicado teniendo como universo único  a las mujeres. El género se define, se estructura, se aprende y se reproduce en pares complementarios, a saber, en hombres y mujeres, hubo que incluir a los hombres para poder entender el orden social en el que participamos todos voluntaria e involuntariamente: el patriarcado.

El patriarcado como sistema social da contenido a cada individuo teniendo como categorías, no sólo el género, sino también la edad, el estado civil, lo étnico, etc. Esto implica que cada una de estas categorías se ordena jerárquicamente, no sólo en la práctica sino también a nivel de lo simbólico, de las identidades, de los espacios, etc.


[i] Categoría acuñada por Marcela Lagarde

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