Alejandro León
Muchos años después frente a la horda de acarreados, el candidato del PRI habría de recordar aquella tarde remota en la que su papá lo llevó a conocer la verdadera democracia. México era en ese entonces gobernado por un tipo que se parecía a Walt Disney, un ratón de la peor calaña brava que presumía un bigotito mal recortado. La revolución era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre y si las señalaban con el dedo corrías el riesgo de ser fusilado.
En esos años en la humilde morada en la colonia Narvarte tres niños jugaban, Gustavo, Raúl y Carlos. Un estruendo alarmó a los vecinos, la sangre escurría a través del hueco del ojo del niño. La sirvienta Manuela llegó siendo un remolino.
–¡Qué hicieron!
–¡Ya matamos a Gustavo!
–Él dijo que quería ser presidente y nadie va a ser presidente antes que yo.
Carlos lloraba, no sabía exactamente lo que estaba pasando. Su hermano acaba de asesinar, no habría más juegos ni cine durante una gran temporada que para sus cuatro años era toda una vida.
La noticia salió a la luz, pero solamente por un breve tiempo ya que la maquinaria hizo desaparecer todo rastro que manchara el buen apellido de los Salinas. Enrique tendría que llegar al poder en algún momento y si aún quedaban residuos de sus hijos, él se encargaría de limpiar los destrozos, era el rol de un padre ejemplar. Lástima que el hueso nunca llegó para él. Un perro fiel que nunca traicionó los principios del partido, un excluido más de la larga lista de nombres que por un tiempo sonaron para la silla presidencial.
–Raúl, Carlos, ustedes son y siempre serán el futuro de México. Mi futuro, mis niños.
Enrique enfocó todo para ser el seductor de la patria o bien para que un Salinas llegará hacer lo que él un día se propuso.
***
Sus ojos cristalinos se acercaban a Carlos, una sonrisa llena de gozo gritaba de alegría.
–¡Ya la hicimos!
Lo apretó a manera de candado y tomaba los escasos cabellos.
–¡Nos tardamos 25 años pero llegamos!
Carlos lo había logrado, había conseguido la candidatura del PRI. Quedaban tan solo unos cuantos meses, debía prepararse para derrotar a un rojillo, un dolor de huevos que había salido de su propio partido, ya habría tiempo para pensarlo después, era momento de festejar con su familia.
Enrique no paraba de llorar, Carlos con un movimiento brusco separó a su padre y fue a encender la radio, esperaba que la noticia aún no saliera a la luz pero era práctico saber que no existían filtraciones.
Estás escuchando la mejor música en radio capital.
Hua-chubi-dubi-du, hua-chubi-dubi-du, hua-chubi-dubi-du, hua-hua.
¡Me duele la cara de ser tan guapooo! ¡Me duele la cara de ser tan guapooo!
Hua-chubi-dubi-du, hua-chubi-dubi-du, hua-chubi-dubi-du, hua-hua.
La canción le había dado una idea, quizá esta podría ser la música para su campaña. Algo refrescante para la manera de hacer política. Aunque sus acciones eran simplemente para tener la aprobación de su padre, ya lo había conseguido. Raúl se morirá de envidia, él era el hijo favorito, el ideal para la presidencia pero ahora no era nada. Una escoria más.
Carlos daba vueltas a su sueño de niño, aquel que había dejado para tomar el mando del mesías de México. Sus películas favoritas eran; “Santo vs las mujeres vampiro”, “Santo y Blue Demon contra los monstruos” y la emblemática “Santo en el tesoro de Drácula”.
Carlos sabía que el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente. No tenía ya necesidad de demostrar esa premisa. Lo había logrado, él se convertiría en el próximo presidente de México.
En su cabeza resonaba la idea que por mucho tiempo estuvo encadenada a las buenas costumbres de los Salinas, pero hoy tenía el pase de salida para abandonarlo todo.
***
Estás escuchando radio capital, estas son las noticias más relevantes del día. El candidato del PRI Carlos Salinas de Gortari de manera inesperada y frente a cientos de simpatizantes declinó sorpresivamente a favor del Ingeniero Cuahutémoc Cárdenas. Esto es un hecho sin precedentes que marcará sin duda la memoria de la política mexicana. Estas son las palabras del ex candidato.
–Me di cuenta que vivía en un sueño que no era el mío, siempre bajo presión. Agradezco enormemente al partido y sé que el ahora electo presidente Cuahutémoc Cárdenas iniciará un nuevo periodo democrático.
–¿Qué hará ahora que ya no estará más en el PRI?
–Me espera un nuevo reto en mi vida y cerca de mi familia que es lo más importante.
Carlos intuía lo que le diría su padre, lo que diría su hermano. Después de todo, arrebatarle el timón de la candidatura para después renunciar y hacer que ganara la coalición de partidos de izquierda era una locura enorme. La poca prudencia y el escaso honor eran importantes para él. Ninguna persona con las manos de sangre debería gobernar y ese discurso era muy noble, absurdo para todos inmiscuidos en la política.
Con el camino libre se dedicaría a lo que siempre fue su motivación, eran otros tiempos y el aire de cambió le serviría. Ya estaba en sus cuarentas y con poco de carrera para poder ser igual que el Santo, un luchador, un héroe de la pantalla grande. Una inspiración para los niños y un galán para las damiselas. Con su condición flacucha y su escaso pelo lo único que conseguiría sería la burla. Decidió someterse a un entrenamiento duro a cargo del luchador rudo el Dr. Caguama. Un viejo panzón que era muy querido por la afición. Su baile era sensual al mover su cuerpo con un destello extravagante que hacía al ganar una lucha. Vivía en Puebla y para nada se trasladaría a otro estado así que entrenó a Carlos haciéndolo correr por las mañanas 2 vueltas diarias al cerro de Amalucan, pues ahí entrenaba el equipo camotero y seguramente le brindarían algún consejo para mejorar la condición física.
***
Con sus botas grises y una máscara negra era nombrado “El zopilote”. Su debut sería en pareja con el Dr. Caguama en la Arena Puebla. El día que tanto había esperado y por lo que dejó atrás estaba ante sus ojos. Esto lo hacía Gustavo, en honor a ese amigo que nunca volvió a ver.
–¡Señores y señoras! En una lucha de presentación apadrinado haciendo pareja con el Dr. Caguama, el único e inigualable. ¡El zopiloteee!
–Por el lado contrario, los invencibles, los grandes y únicos. ¡Opitekus y Rayo de Jalisco Jr.! Será una lucha maravillosa.
–No pueden descuidarse, estos retadores van por lo suyo, tendrán que dar la lucha de su vida, no hay margen de error. Aquí son máscaras vs cabelleras. ¿Quién ganará?
La multitud enardecida entre gritos de los bandos. Y así de efímero fue su carrera pues al subir a la tercera cuerda cayó de hocico. Se levantó mareado y Rayo de Jalisco Jr. aprovechó para dar un salto desde la tercera cuerda dándole un planchazo. Se rindió sin dar ningún golpe.
Le quitaron la máscara. El mundo se detuvo en ese instante, no podían creer que el excandidato del PRI era ahora un luchador. La noticia llegó a Palacio Nacional provocando una crisis que hizo desestabilizar al país.
Carlos Salinas se escondió en Chiapas algunos años, era la burla de su familia y salió a la luz en el año de 1995 cuando Diego Fernández de Cevallos, presidente electo de México a cargo del PAN, instauró una dictadura religiosa realizando una cacería de ateos.
Frente a la horda de revolucionarios el coronel Carlos Salinas de Gortari habría de dar uno de los mejores discursos de su vida:
“Yo veo un México de comunidades indígenas, que no pueden esperar más a las exigencias de justicia, de dignidad y de progreso, yo veo un México con hambre y sed de justicia”.
El Ejército Zapatista de Liberación Nacional aplaudía y gritaba a todo pulmón.
*Alejandro Emmanuel León Cohetero. Estudió Relaciones Públicas y Comunicación, originario de la mixteca poblana. Sus pasiones son la literatura, la escritura y los productos audiovisuales. Ha trabajado en distintos lugares desde restaurantes de comida rápida, como community manager y en la gestión de audiencias en el medio independiente Lado B. Actualmente es librero y colabora en el programa cultural Cuéntame una Historia Puebla que se transmite en redes sociales. Es organizador de círculos de lectura en la ciudad y amante de los gatos.
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