Lado B
Sobre las alquimias ideológicas y la posibilidad de disentir
Por Nodo de Derechos Humanos @nodho
03 de noviembre, 2021
Comparte

Si pensamos en un presidente mexicano que hiciera todo lo posible por criminalizar a los movimientos feministas, ecologistas, indígenas y de derechos humanos se podría sospechar de cualquiera desde Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto. Hace unos días el presidente López Obrador dijo que “una de las cosas que promovieron en el mundo para poder saquear a sus anchas fue crear o impulsar los llamados nuevos derechos. Entonces, se alentó mucho, incluso por ellos mismos, el feminismo, el ecologismo, la defensa de los derechos humanos, la protección de los animales”.

Miercoles 01 1

Lo paradójico de esta declaración es que es parte de sus constantes intentos por deslegitimar a aquellos grupos, personas y comunidades que se oponen a la continuación del saqueo que el mismo presidente está perpetuando.  Así que ahora resulta que luchar por los derechos de la mujer, por un medio ambiente sano y en contra de la destrucción de territorios y comunidades es “neoliberal” y promover la edición más reciente del Plan Puebla Panamá es “transformador”. Esta alquimia narrativa no es extraña en un país que tiene un partido “Revolucionario Institucional” (sic), con un partido “Verde” que promueve el ecocidio, elecciones en las que los candidatos de la derecha más recalcitrante son postulados por partidos que se definen de izquierda y viceversa. La cuarta transformación es un episodio más de esa alquimia ideológica que reproduce cacicazgos y las pugnas entre élites que perpetúan la tragedia permanente que es México.

López Obrador se ha definido como liberal y todo aquel que lo critica o se opone a sus iniciativas es, desde su mirada, conservador, independientemente de si es un personaje turbio y vinculado a las élites más racistas y clasistas interesadas en perpetuar su poder y dinero como Claudio X. González, o si es una comunidad indígena que resiste y lucha por sobrevivir ante la amenaza de ser destrozada por un gasoducto, un tren o una carretera.

Cuando se trata de entender al presidente actual como liberal puede uno retomar las figuras que él mismo enaltece, como la de Benito Juárez, un presidente que fue tan devastador con los pueblos indígenas como el actual.  Pero cuando surgen estas declaraciones en las que cualquier crítica proveniente de la izquierda es tildada de conservadora o de “conservadores radicales de izquierda” (recontra-sic) a la vez que personajes corrosivos y parasitarios como Ricardo Salinas Pliego, o paladines del capitalismo más devastador como Alfonso Romo son solapados y promovidos, algo más está pasando.

También puedes leer: La muerte de la democracia

Hubo otro célebre liberal del siglo XIX que en el camino hacia el siglo XX se convirtió en uno de los conservadores más célebres: Porfirio Díaz. Se le puede tratar de matizar como un incomprendido, así como lo hacen historiadores de centro comercial como Enrique Krauze, pero la realidad es que fue uno de los dictadores más brutales, represivos y elitistas de la historia de México, o por lo menos el que estuvo más años en el poder. También es cierto que fue uno de los principales actores de la lucha armada contra los conservadores en la guerra de Reforma y en contra de la intervención francesa. Promovió los ferrocarriles y tenía un proyecto para conectar de costa a costa el Istmo de Tehuantepec, usó a las fuerzas militares para reprimir e hizo todo lo posible por perseguir y acallar a sus críticos. Porfirio Díaz fue un aguerrido militante liberal que se convirtió en un duro gobernante conservador. ¿Suena conocido?

El doble discurso, la retórica, la impunidad, la criminalización y la protección del estado y la fígura presidencial a costa de la gente y de lo que sea, incluso de la justicia y la libertad, parecen ser elementos muy difíciles de quitar de la lógica política mexicana. Las declaraciones de López Obrador en un contexto como el que atraviesa México desde hace más de 14 años, en un país sumergido en la violencia, violaciones de derechos humanos y múltiples crímenes de poder resulta muy preocupante. No solo deja claro que la disidencia, la critica y la defensa de los derechos humanos le son incómodos sino que lo único defendible en esta “transformación” es su proyecto, no de grupo, ni siquiera de partido, sino personal. En simultaneo, la constante omisión de AMLO a los actos violentos y criminales de grupos paramilitares en Chiapas y de grupos de sicarios en el resto del país contra los defensores ambientales y pueblos indígenas están reflejando algo más que un descuido y configurando poco a poco y en silencio futuros escenarios de sangre e impunidad. El asesinato de un migrante a manos de la Guardia Nacional el lunes 1 de noviembre no se puede ver como un hecho aislado cuando el discurso y la práctica están trazando nuevamente caminos de justificación de la violencia, la brutalidad y la impunidad. Los discursos no se pueden leer lejos de los actos.

Entre 1988 y 1994 hubo otro presidente que se fue contra todo aquel que cuestionó sus proyectos de “progreso” y planes geopolíticos bajo un discurso de democracia liberal (neo-liberal, en realidad). En aquella época logró embelesar con su narrativa modernizadora y “transformadora” a muchos que por defender el fin en sí, justificaron cualquier medio. ¿Nuevamente, suena conocido?

En el México de abajo, en el México que se resiste a los megaproyectos de la 4T, hay mucho más que grupos de derechos humanos, mucho más que académicos, hay pueblos que resisten desde mucho antes de 2018, y que ahora se enfrentan a una administración cuya fortaleza radica en legitimidad que le da la ceguera voluntaria y voluntariosa de aquella población que por creer en la “transformación” y por desmarcarse de las élites conservadoras puede justificarlo todo, incluso todo aquello que antes juzgó.

* Foto de portada: @lopezobrador_ | Twitter

Comparte
Autor Lado B
Nodo de Derechos Humanos
En el Nodo de Derechos Humanos (NODHO) habemos personas de historias y contextos muy diversos que trabajamos juntos para establecer condiciones que permitan resistir los actos y estructuras que implican relaciones asimétricas y producen abusos de poder. En 2007, aproximadamente en el mes de mayo, el NODHO apareció. En más de una década de existencia o inexistencia, según como se le mire y quén le mire, sin presupuesto, sin oficina, sin organigrama y con muchas personas solidarias y sensibles, el NODHO, y sobre todos quienes con su trabajo le dieron forma, ha construido una forma particular y peculiar de enfrentar las injusticias. Hemos buscado una forma crítica de abordar la acción en cuestiones de derechos humanos, muchas veces efectiva, otras no, pero siempre comprometida y auténtica. No tenemos misión y visión, tenemos preguntas para caminar.
Suscripcion