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La propagación de la danza: prueba de la permanencia del arte
La danza no debería considerarse un arte efímero; puede pervivir propagándose mediante las narrativas y la documentación que se generan a partir de sus presentaciones
Por Gene Cruz @
23 de noviembre, 2021
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Es abril de 2018. En una sala oscura, ubicada en la ciudad neoyorquina, una mujer mueve una instalación suspendida en el centro del lugar, haciéndola girar mientras camina y corre a su alrededor. El gran conglomerado —compuesto por electrodomésticos, cubos de pintura, tejas de lámina, una escalera portátil y diversos trozos de tela, plástico, madera y metal— se cae a pedazos, en tanto ella insiste en jalarla, principalmente mediante una tira morada que conecta su arnés con aquel conjunto de materiales y objetos.

La presentación en vivo ocurrió años atrás en Nueva York, pero algo de ella sobrevive hasta la fecha, en parte gracias a la grabación en video realizada por Iki Nakagawa. Sobre este  fenómeno, Silverio Orduña Cruz, curador del Proyecto Siqueiros: La Tallera (en Morelos), desarrolló su ponencia “Narrativas y documentación de la danza en la práctica curatorial”, en el marco del Coloquio Ecosistemas de la danza. Prácticas y contextos, celebrado de manera híbrida junto al Encuentro Nacional de Danza México (ENDMéxico) 2021, del 15 al 21 de noviembre. 

A lo largo de su conferencia virtual, el ponente originario del Estado de México demostró que, por encima de argumentaciones habituales en la materia, la danza no debería concebirse como un arte que desaparece en el instante en que sus ejecutantes dejan de moverse.  

¿La danza se disipa?

Orduña, quien cuenta con una formación en Historia del Arte, puntualizó que en esta última disciplina suele dificultarse la entrada de las narrativas alusivas al movimiento de los cuerpos, pues el baile (y también el performance) es considerado un arte efímero, cuya fugacidad no puede ser capturada o resguardada. 

Sobre esto, Lois Fichner-Rathus, profesora en The College of New Jersey, explica que el arte efímero es un término útil para describir trabajos artísticos caracterizados por la inmediatez temporal, o llevados a cabo con la conciencia de que, pasado un tiempo, se esfumarán. 

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Por su parte, la bailarina norteamericana Abby Frances Johnson, en su tesis de 2010 The ephemerality of dance, señala que, la danza, es verdaderamente efímera, ya que no deja un rastro permanente tras de sí, una vez concluida su ejecución. 

Asimismo, Víctor Martínez —performer mexicano y miembro fundador del grupo 19 Concreto (responsable de diversas instalaciones y eventos de performance entre 1990 y 1995)—, reconoció durante una charla ofrecida en la Galería de Arte Antonio López Sáenz (en Culiacán, Sinaloa), a finales de 2014, que su área de especialización es, “de todas las artes efímeras,  (…) la más efímera, [porque] no quedan registros, aunque hoy existen a la mano medios audiovisuales electrónicos para preservarlos y transmitirlos”.

La danza permanece

Foto: Compañía Nacional de Danza de México | Facebook

Orduña planteó en la charla que la danza, a pesar de lo previo, no se desvanece; al contrario, permanece a través de diversidad de recursos, entre ellos las herramientas hasta ahora utilizadas como documentación. 

En este punto, el primero de su discusión, el a su vez docente comentó que la subsistencia de la danza no se observa, como en las artes plásticas, por medio de sedimentos, residuos solidificados u objetos; sino, gracias a una “propagación”.

En sus palabras, un suceso dancístico presencial activa reacciones en bailarines, público y espacio, por igual; pero al concluir, su efecto no finaliza, más bien, reverbera en los cuerpos de los intérpretes y de los espectadores, quienes consiguen apropiarse de la danza, tanto a nivel visual como corporal, pues el físico humano es capaz de percibir y acumular información, con la mediación de los sentidos.

Con esto, Orduña pretende, por un lado, demostrar que la danza nunca cesa de coexistir e impactarnos; y, por otro, formular que las prácticas curatoriales pueden facilitar que la danza se propague.

Desde la curaduría

Cuando se procura ofrecer a las audiencias una experiencia perceptual-cognitiva determinada, y ello se alinea a la preocupación por fortalecer la dispersión de la danza (y de otras artes que exploran o investigan, directamente a partir del cuerpo), Orduña sugiere que se reflexione en torno a cuatro elementos curatoriales. 

Comenzando por el tercero y cuarto lugares, de acuerdo al curador, sería oportuno tener consciencia de dos factores: las economías inciden en las oportunidades de circulación a las que puede acceder la danza para difundirse, y de la mediación depende el establecimiento de un adecuado puente de comunicación entre obra, artista, público e instituciones, que vaya más allá de lo promocional y haga viable el aprovechamiento de todo el potencial de resonancia de esta manifestación artística. 

Con la noción “el espacio, el cuerpo y el tiempo” en el segundo puesto, dado que la danza a veces no halla eco en recintos diferentes a los teatrales en donde usualmente se aprecia —porque varios sitios no disponen de la infraestructura idónea para su desempeño práctico—, Orduña recomienda que estos perímetros concedan una negociación que le posibilite al baile desplegarse y adueñarse momentáneamente de esos entornos.

Ahora, cerrando con el primer lugar en el listado del ponente, se tienen que esclarecer “las narrativas” a nivel curatorial, o sea, lo que se desea contar de la danza y el modo de hacerlo, preferentemente consiguiendo incidir o conectarse con otros relatos ya existentes en la Historia del Arte. 

En la práctica

Epicentro (1978)./ Foto: http://inba.gob.mx/

Orduña enunció que la documentación debe entenderse, no al modo de un residuo de lo dancístico, sino como su apoyo integral, pues en el baile interceden gran cantidad de procesos, a partir de los cuales puede generarse memoria con fotografías o vídeos, cuya funcionalidad satisface intereses publicitarios, pero también de índole coreográfico, experimental, ensayístico, histórico o analítico.

Ejemplo de esto son tomas de 1978 de la puesta en escena Epicentro, creada por la coreógrafa veracruzana Guillermina Bravo. De ellas, se rescata la identidad de los bailarines, su uso del espacio y algunos de sus pasos, todo lo cual ilustra un medio de propagación de la danza que, en su totalidad comprenden: “la imagen, lo sensitivo, (…) la escritura, [y] (…) la oralidad”, sin obviar los múltiples ensayos que anteceden a las funciones, subrayó Orduña.

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Una prueba más es la videodanza de 2021, Piel de humo, cuya autoría pertenece a Sofía Valto. Con “esta composición coreográfica para la pantalla” (sintetiza el curador), Valto recorre un camino de circulación alternativo para su trabajo (no se tiene que disfrutar en un teatro o escuela especializada exclusivamente), transitando y desbordando las fronteras entre baile y cine.

Si a esto añadimos que las redes sociales resucitan continuamente (y según nuestra voluntad) presentaciones que nos son ajenas sólo en tiempo y en espacio, entonces performances como Insistir Insistir Insistir de Barbara Foulkes (descrita al principio) ciertamente no poseen límites, porque no pueden evitar extenderse abandonando su rincón en el mundo, fulgurando durante meses, a través de medios que exceden sus confines hasta tocar incluso notas como esta que, a cientos de kilómetros y tres años de distancia, aún la redescubren, la absorben y la sienten.

*Foto de portada: barbarafoulkes.com

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