Lado B
La bomba de tiempo de la migración
El éxodo de latinoamericanos hacia Estados Unidos, acelerado por la pandemia, ha llevado a una crisis sin precedentes. Un problema más para un atribulado Biden, que sigue con el fantasma de Trump a sus espaldas
Por Connectas . @
02 de septiembre, 2021
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Leonardo Oliva

En el Salón Oval de la Casa Blanca el presidente Joe Biden cavila sobre la bomba que le explotó en las manos sin que él la haya activado: Afganistán. La exitosa y veloz ofensiva de los talibanes, seguida de la caótica salida de las fuerzas estadounidenses del aeropuerto de Kabul, le recordaron a muchos el desastre de Vietnam. Pero mientras los ojos del gobierno permanecen fijos en un país del que lo separan 7.400 kilómetros, otra bomba, esta de tiempo, lo amenaza justo en su patio trasero: la frontera con México.

Los reportes de prensa hablan de que allí este año los arrestos de migrantes indocumentados que intentan cruzar hacia Estados Unidos han llegado a cifras récord. Solo en julio 176 mil personas fueron detenidas por la Border Patrol, el mayor número desde el año 2000. Además, en lo que va de 2021, las patrullas fronterizas rescataron al menos a 9.000 personas deshidratadas o en riesgo de muerte, cuando en todo 2020 habían sido unas 5.000.

Estas cifras demuestran que el problema migratorio se ha agravado como nunca en lo que va del siglo. Y han puesto a la administración Biden en una rara paradoja: revivir las políticas de intolerancia y mano dura que su antecesor, Donald Trump, impuso como un sello de su gestión.

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A fines de agosto la Corte Suprema le ordenó reactivar la política de inmigración de la era Trump conocida como “Permanecer en México”. Este programa, suspendido por Biden, obliga a los migrantes a quedarse en ese país mientras esperan por sus citas de asilo en las cortes de Estados Unidos.

Así, a menos de un año de asumir la presidencia, la política “blanda” del demócrata, que había prometido acelerar la naturalización de indocumentados, empieza a resquebrajarse. Justo cuando los motores de la economía estadounidense se han encendido a todo ritmo tras el freno de la pandemia, Biden ve cómo dos fracasos en la política exterior (Afganistán y las migraciones) rompen su idilio con la clase media que lo llevó a la Casa Blanca.

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Para intentar revertir la grave situación en su frontera sur, que incluye el drama de los niños separados de sus padres y el combate a los traficantes de personas, el presidente apeló a dos figuras: una muy cercana, Kamala Harris, y la otro algo más lejana, Andrés Manuel López Obrador (AMLO). La vicepresidenta viajó a México y Guatemala en julio para comprometer a esos gobiernos a contener a los migrantes. “No vengan”, les dijo después a los desesperados que no temen someterse a todo tipo de abusos y penurias con tal de llegar al “sueño americano”. Sin embargo, por ahora esa advertencia no surtió efecto. Por eso, a finales de agosto el gobierno de Washington le pidió a su par mexicano despejar los campamentos que albergan a miles de migrantes en las ciudades fronterizas, porque atraen a bandas de narcotraficantes y a los omnipresentes “coyotes”.

En este difícil contexto se entienden las cifras de migrantes que hoy golpean a las puertas de Estados Unidos. Y mientras despliega la diplomacia con Kamala Harris en Centroamérica, Biden empieza a escuchar voces que le piden tomar medidas urgentes. “Va a tener que mostrarse más fuerte, demostrar que no es débil”, advirtió desde Washington Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, al diario La Nación, de Buenos Aires.

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