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Biodiésel: la ardua lucha contra la burocracia, impuestos y el crimen organizado
El biodiésel podría ayudar a que el sector del transporte público cambie a una era de energía más limpia y respetuosa con el clima, sin embargo, existe una falta de apoyo regulatorio por parte del Gobierno mexicano, quien ignora las opciones de biocombustibles y las soluciones climáticas basadas en la naturaleza
Por Mongabay Latam @
19 de agosto, 2021
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Sandra Weiss

Dos veces por semana, Moisés Flores envía sus camionetas a recorrer grandes restaurantes y cadenas de comida rápida para recoger lo que, de otra manera, terminaría en la basura: aceite de freír usado. Puebla, su ciudad natal en el centro de México, es un foco gastronómico que cuenta con muchos restaurantes, hoteles y escuelas de cocina que utilizan mucho aceite, el cual puede convertirse en biodiésel para el sector del transporte.

México consume 1280 millones de litros de aceite de cocina por año. La mitad se utiliza en las industrias alimenticia y gastronómica, y el resto se usa en las casas. Hace una década, el aceite residual terminaba en la basura o se echaba a la pileta, lo que generaba un problema para las plantas de tratamiento de aguas residuales, que acababan con cañerías y sistemas tapados.

Luego, surgió el reciclaje y, en la actualidad, el aceite de cocina usado es una material por el que se les paga a los restaurantes, lo que resulta un cambio de paradigma organizado por emprendedores ecológicos, que son los pioneros en el movimiento del biodiésel en México. Moisés Flores es uno de ellos.

Bidones de aceite de cocina apilados en la fábrica Amro. El cierre de restaurantes durante la pandemia provocó una escasez de aceite de cocina residual, lo que frenó la producción del biodiésel. / Foto: Sandra Weiss

Reciclar aceite de cocina en beneficio del clima

“Estoy resolviendo dos problemas ambientales» —declara Flores—. «Estoy sacando residuos de circulación y convirtiéndolos en combustible limpio y respetuoso con el clima”. El hombre de 32 años habla desde su fábrica en el oeste de Puebla y recuerda cómo se le ocurrió la idea hace una década. México entonces comenzaba a tomar más en serio las acciones sobre el clima y a establecer sus primeras reformas en energía, después de haber sido el país anfitrión de la cumbre mundial del clima COP16, celebrada en Cancún en el 2010. Ese compromiso aumentó aún más tan solo cinco años después, cuando México definió su compromiso voluntario de reducción de carbono en los términos del Acuerdo de París.

“Se abrió una ventana para el biodiésel”, recuerda Carlos Campos, presidente del Consejo Nacional del Biodiésel, que reúne a más de dos docenas de emprendedores además de otros grupos de accionistas.

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Pero agrega que “el cambio ha sido frustrantemente lento”. Eso se debe, en gran parte, a que “México —según Campos— nunca ha legislado una cuota mínima de mezcla de biodiésel, como lo han hecho Europa o muchos estados de Estados Unidos”.

Explica que la Unión Europea reguló y dio un fuerte apoyo a la creación de una mezcla de biodiésel, lo que facilitó un mercado nuevo, aunque en lugar de utilizar aceite usado de vegetales prensados, respaldó el éster metílico de semillas de canola, que es más compatible con motores sensibles, en especial, los de los automóviles con motor diésel.

El Gobierno mexicano jamás instituyó cuotas, normas ni mezclas. Sin regulaciones que los apoyen, los emprendedores tuvieron que hacer todo prácticamente solos, y nunca hubo un auge de biodiésel en México como el que hubo en la UE.

No obstante, los empresarios con mentalidad ecológica, como Campos y Flores, se volcaron con entusiasmo al nuevo sector: crearon una red de recolección del aceite de cocina residual, desarrollaron la tecnología para procesarlo y establecieron un mercado para el biodiésel ecológico.

Empleados filtran aceite de cocina usado recién recolectado. / Foto: Sandra Weiss

¿Una solución amigable con el clima para ciudades contaminadas?

Los productores de biodiésel tienen otra esperanza y es que su producto pueda ofrecer algo de alivio a un problema urbano catastrófico: las ciudades de México están ahogadas por los gases de escape. En Ciudad de México, la contaminación del aire es peligrosa y riesgosa para la salud, aunque la ciudad capital ha extendido las bicisendas o ciclovías y, desde hace décadas, es obligatorio que todos los vehículos descansen una vez por semana.

A pesar de estas medidas, la flota vehicular de la ciudad está aumentando. Hay cinco millones de automóviles registrados en el área metropolitana de veinte millones de habitantes. Según Sandoval, el 80 % de los contaminantes del transporte provienen de motores diésel.

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Claudia Sheinbaum, jefa de gobierno de Ciudad de México, quien representó al país en un panel de expertos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU, quiere disminuir de manera drástica esas emisiones. Anunció un plan para reducir las emisiones del transporte en un 30 % para el final de su mandato en el 2024. Otras ciudades, incluidas Guadalajara y Puebla, tienen planes similares.

“Estaría satisfecho si los 5000 autobuses diésel que brindan el servicio municipal en Ciudad de México funcionaran con un porcentaje de biodiésel”, afirma Campos. Un pase al biodiésel en las ciudades ofrecería un sustento fundamental a la industria de energía alternativa, que continúa luchando.

La COVID-19 tuvo un impacto en el negocio, ya que algunos restaurantes cerraron o están operando al mínimo, lo que reduce la provisión de aceite de cocina residual. Amro vendía hasta 200 000 litros por semana antes de la pandemia. Eso se redujo a 50 mil litros debido al colapso de la provisión de aceite de freír residual.

Biodiésel: burocracia, impuestos y el crimen organizado

Un empleado vacía un contenedor de aceite de cocina usado sobre una tela de filtrado; es la parte mecánica del proceso de purificación. / Foto: Sandra Weiss

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Sin embargo, aún no está claro hasta qué punto puede mejorar el aire de la ciudad con el biodiésel. Hartmut Schneider, especialista en motores y profesor en la Universidad de las Américas en Puebla (UDLAP), señala que, si bien la mezcla de biodiésel disminuye las emisiones de carbono, no reduce otros contaminantes tóxicos producidos durante la combustión del motor diésel, tales como el monóxido de carbono, los óxidos de nitrógeno que producen esmog, e hidrocarbonos cancerígenos.

 

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*Foto de portada: Sandra Weiss

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