Lado B
San Miguel Tzinacapan, una comunidad que preserva el náhuatl desde la infancia
Proyectos para niñas y niños en Puebla y Guerrero han tomado un papel activo en dar continuidad a la cosmovisión de sus comunidades, para así evitar la desaparición de sus lenguas ante la falta de una política multilingüe.
Por Fernando Merino Noriega @FerMerinoN
03 de diciembre, 2020
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Desde que Jesús Adán Domínguez, de seis años, iba en preescolar quiso aprender a hablar náhuatl. En su casa todas las personas se comunican en ese idioma y le han hablado de lo importante que es involucrarse en la preservación de su lengua materna. El náhuatl, cuenta a LADO B, tiene palabras que le gustan más, una de ellas es Xocotl, una de las primeras palabras que aprendió a decir y que en español significa: naranja.

Ese es el mismo caso de Leslie Joselin Flores, de 12 años, que ve en el náhuatl una forma de vincularse con sus abuelos. Para ella, el ser parte de una comunidad indígena es “muy especial”, porque el hablar náhuatl le enseñó a ver el mundo a través de las palabras que todos los días le enseña su abuela Esperanza, con quien pasa la mayor parte del tiempo.

Las palabras que aprende las utiliza día con día y privilegia su uso para referirse a las cosas que la rodean, comenta en entrevista para LADO B, en especial la naturaleza. La palabra en náhuatl que más le gusta a ella es papalotl, que en español es: mariposa; estos insectos abundan en San Miguel Tzinacapan, donde vive.

Ambos infantes son de la misma junta auxiliar, y a través de talleres con cantos, juegos, poemas, adivinanzas y otras actividades lúdicas han comprendido la importancia de hacer dinámico el aprendizaje de su lengua materna. Ahora comparten con sus amigos y amigas los conocimientos que les han facilitado dichas actividades. 

Emilia Arroyo, madre de Jesús Adán, es parte de la organización de mujeres artesanas Maseual Siuamej e imparte algunos de estos talleres de revitalización de la lengua náhuatl, en los que participaron Leslie y Adán, los cuales empezaron el 21 de febrero de 2018 por la conmemoración del Día Internacional de la Lengua Materna.

Este proyecto es el resultado de un esfuerzo comunitario, el cual suma a miembros de la población que se han organizado para fomentar el aprendizaje del náhuatl en las infancias. 

“Después de los talleres, los niños [y las niñas] que casi no hablaban el náhuatl fueron aprendiendo más palabras o frases (….) Ahora platicamos más en náhuatl que en español”, cuenta Leslie.

Leslie Joselin comenta que después de los talleres, en los que participaron decenas de infantes, ha reflexionado sobre la importancia de que las y los niños tengan un papel activo en dar continuidad a los saberes de su comunidad. A raíz de esto le pidió a su abuela que le enseñara el tejido con fibra de jonote –una artesanía muy conocida a nivel nacional– a lo que ella accedió con mucho gusto, comenta Esperanza.

En San Miguel Tzinacapan, las y los habitantes de la comunidad tienen un arraigo muy importante con sus tradiciones, entre ellas las fiestas, los textiles y la comida, cuentan quienes habitan ese lugar. Las infancias tienen una participación muy activa en la organización de estos eventos, y son quienes más se emocionan al compartir su cultura. 

“San Miguel Tzinacapan es una comunidad con muchas costumbres y tradiciones (…) lo cual favorece a la organización de las actividades porque se sienten involucrados”, explica en entrevista para LADO B Emilia Arroyo.

Preservación y desarrollo de las lenguas indígenas, un trabajo en casa

La tallerista considera que el enseñar náhuatl –u otras lenguas indígenas– a las y los niños es un trabajo que se tiene que hacer en familia, porque es a través de la oralidad y de compartir el conocimiento que el aprendizaje se da de forma orgánica y que el núcleo familiar se une más. En las escuelas, las políticas públicas sólo contemplan la enseñanza del náhuatl en la primaria, pero en secundaria, bachiller e incluso en la universidad no se le da continuidad.

A Jesús y a Leslie les han enseñado en su escuela primaria a escribir en náhuatl para así poder utilizarlo en sus actividades escolares, y tienen la fortuna de tener una telesecundaria, llamada Tetsijtsilin –en español: piedras que suenan–, en su comunidad, donde podran seguir aprendiendo de su lengua originaria, pero es una excepción a la norma.

La madre de Adán considera, por su parte, que “el español se puede aprender fácil con los libros o en la escuela”, porque todo el sistema educativo se centra en el español, por lo que gana importancia la intervención de los familiares en la transmisión de la lengua y las tradiciones. 

Como Adán y Leslie, Guadalupe Martínez y Yolselik Martínez, dos niñas de Tlapa de Comonfort en la región de La Montaña de Guerrero, también están muy interesadas en promover el uso del náhuatl en la escuela y entre sus compañeros, así como recuperar la historia oral de su pueblo, que corre el peligro de desaparecer si no hay una transmisión entre los abuelos y las infancias.  

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“Me gusta hablar náhuatl porque es algo que nos han enseñado nuestros ancestros, y debemos conservar la lengua para que [nuestra descendencia] la siga hablando, y [así] nuestra lengua trascienda por muchos años más”, cuenta Guadalupe a LADO B

Guadalupe dice que lo que más le gusta de su lengua es que le permite decir cosas muy específicas, en su caso, su palabra favorita en náhuatl es: tlazocamati, que significa: agradecer con todo el corazón, pues en su cultura dar las gracias es muy importante y es algo que sus abuelos siempre le recuerdan. 

El náhuatl y las escuelas

Pragedis Martínez De la Cruz, profesor bilingüe y padre de Xochitl y Yolselik, recuerda que sus profesores de primaria los castigaban a él y a sus compañeros por hablar náhuatl, pues alegaban que “era por su bien, para evitarles la discriminación”. Ahora, siendo profesor de una escuela multigrado en Tlapa, diseñó un programa de enseñanza de  lengua materna con un enfoque diferente, “en el que el niño [y niña] se sienta feliz al aprender la lengua náhuatl”, para que en caso de que dejen la comunidad, al hablar náhuatl las y los infantes sientan sus raíces.

Pragedis es xochitlahkwilohkeh (poeta) y parte de su programa se enfoca en promover la producción literaria a partir de los saberes de los ancestros y de las experiencias de las y los infantes. El canto, en el que se puede conocer la historia de las comunidades, también es parte de las asignaturas, y ocasionalmente invitan a integrantes de la comunidad a compartir sus conocimientos; esto lo ha hecho desde hace ocho años, y las y los niños han mostrado una buena respuesta.

Martínez De la Cruz también ha hecho materiales pedagógicos como libros, juegos de lotería, memoramas y otros juegos de mesa con materiales de bajo costo, como cartón y papel reciclado, pues la escuela no ha destinado recursos para elaborar los materiales. Aquí el papel de los padres, madres y tutores es muy importante, pues se comprometen a fomentar el uso del náhuatl desde casa. 

El profesor explica que con la reforma al artículo 2 de la Constitución Mexicana –que eleva a rango constitucional la riqueza lingüística de México–, la cual fue avalada en el pleno de la Cámara de Diputados, espera que se genere una política multilingüe que abarque los procesos frente a instituciones o el acceso a la justicia, incluyendo por ejemplo, políticas públicas interculturales en la educación. 

Los esfuerzos de las comunidades contrastan con el avance lento de las políticas públicas para incluir a la diversidad cultural, que, sin embargo, han ayudado a reconocer la libre determinación de los pueblos originarios –un paso importante para darles autonomía–, e implementado un modelo bilingüe, reconociendo la importancia de un enfoque educativo diferenciado, de acuerdo con el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Aunque aún hay retos para garantizar infraestructura y robustecer el vínculo entre la escuela y la comunidad.

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Por su parte, la doctora Elizabeth Martínez Buenabad, coordinadora de la maestría en Antropología Sociocultural del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades (ICSyH) Alfonso Vélez Pliego, explica a LADO B que, si bien desde 2001 –año en que se impulsó el modelo educativo bilingüe– ha existido una visibilización de la diversidad lingüística que hay en México, aún falta trabajar por eliminar la discriminación hacia las personas hablantes de lenguas indígenas.

La investigadora considera que una pregunta que se deberían hacer quienes hacen las políticas públicas es cómo hacer para que los esfuerzos comunitarios, como los que se hacen en Tzinacapan o Tlapa, “no sólo queden a nivel de la localidad y de una propuesta pedagógica y educativa aislada”. Destaca que “no va a ser únicamente responsabilidad del sector educativo empezar a mover el paradigma”, sino de toda la sociedad que no habla alguna lengua originaria.

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Autor Lado B
Fernando Merino Noriega
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