Vaya que el duelo entre Joe Biden y Donald Trump por la presidencia de los Estados Unidos ha acaparado la agenda mediática y las charlas de sobremesa de la última semana, tanto por lo cerrada de la contienda —que a más de uno lo remontó al 2006— como por las posibles repercusiones políticas, económicas y sociales que tendría a nivel local e internacional dependiendo quién ocupará la Casa Blanca los próximos cuatro años.
Entre todo lo ocurrido en los últimos días, el análisis tiene múltiples vertientes, pero para fines de este espacio vale la pena detenernos en uno de los momentos más llamativos en medios de comunicación: cuando el jueves 5 de noviembre, varias de las principales cadenas de televisión estadounidense —ABC, CBS, NBC, Telemundo y Univisión— determinaron interrumpir abruptamente la transmisión del mensaje del presidente Donald Trump, luego de que este emitiera afirmaciones sin prueba alguna de un presunto fraude electoral a través del voto por servicio postal. El presidente que hizo famoso el término “fake news”, acusado de decir “fake news”.
El hecho inédito abre la puerta a la reflexión, no sólo desde los Estados Unidos sino a nivel mundial, en torno a los límites de la libertad de expresión y la responsabilidad de los medios de comunicación ante la desinformación.
Sobre el alcance de la libertad de expresión, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), dentro de la Interpretación de la Declaración de Principios sobre Libertad de Expresión, señala que “una interpretación correcta de las normas internacionales, especialmente del artículo 13 de la Convención Americana, nos lleva a concluir que el derecho a la información abarca toda la información, inclusive aquella que denominamos “errónea,” “no oportuna” o “incompleta”. Por tanto, cualquier calificativo previo que se le imponga a la información limitaría la cantidad de información protegida por el derecho a la libertad de expresión.”
Asimismo, indica que “indudablemente, el derecho a la libertad de expresión protege también a aquella información que hemos denominado “errónea”. En todo caso, de acuerdo a las normas internacionales y la jurisprudencia más avanzada, únicamente la información que demuestre ser producida con “real malicia” podría ser sancionada.”
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Si bien podría parecer contradictorio o contraproducente que la libertad de expresión ampare la difusión de información “errónea,” “no oportuna” o “incompleta”, es cierto que hacer una valoración previa sobre algún hecho o actor podría limitar la difusión de ideas. ¿Bajo qué criterios podríamos calificar la información? ¿Cómo podríamos ser imparciales? ¿Podría abrirse la puerta a una censura previa?
Ante tal dilema entra ahí un elemento clave: el periodismo. En pro del derecho a la información y la libertad de expresión, el papel de los medios de comunicación y de los periodistas está en comprobar la veracidad de la información.
Para algunos, el cortar abruptamente la señal pudo representar un posible acto de censura —sin duda una jugada muy en el límite—– aunque en todos los casos se justificó la suspensión debido a la difusión de información falsa o no sustentada. Hubo otros medios como CNN o Fox News que dejaron que concluyera el mensaje para después hacer precisiones respecto a lo dicho por el presidente Trump.
Se podría polemizar sobre cuál era el momento oportuno para la intervención de los periodistas, pero considero que, más allá, en ambos casos, los medios pusieron por delante el derecho a la información de las audiencias ante un contexto sumamente crítico y que podría poner en riesgo un proceso electoral de por sí ya tenso. Los medios asumieron su papel dentro del sistema democrático velando por la veracidad de la información.
Los medios de comunicación, como instituciones, y los periodistas, como sujetos directos en el ejercicio de la libertad de expresión, tienen una responsabilidad social de generar información oportuna, veraz y confiable respecto al acontecer político-social de una nación. De ahí, podríamos determinar entonces que tras escenarios como el que fuimos testigos —un discurso político con información falsa o no verificada— es responsabilidad de los medios de comunicación y periodistas hacer una labor de investigación y verificación para poder contrastar la información y ser un contrapeso a estas versiones.
En el caso mexicano, recordemos que, durante el proceso electoral de 2018, un grupo de medios de comunicación —incluida esta casa editorial— se sumó a la iniciativa #Verificado2018, con el objetivo de contrarrestar la información falsa o fuera de contexto.
Lo hecho por los medios estadounidenses sienta un precedente de cara al papel de los medios de comunicación frente a las llamadas “fake news” y vuelve a poner al centro la importancia del periodismo en desmentir la información “errónea,” “no oportuna” o “incompleta”.
*Foto de portada: @realDonaldTrump | Twitter