Lado B
Cuando “quédate en casa” es más peligroso que el COVID-19
El confinamiento se volvió la estrategia global para frenar el COVID-19, al ser un virus más fuerte en su contagio que en su letalidad. Y con esta estrategia, también se ha evidenciado la falta de prevención y preparación que tuvieron los gobiernos para saber qué hacer en esta situación
Por Espacio Ibero @
09 de septiembre, 2020
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Dr. J. Alejandro Ortiz Cotte

Tal vez la estrategia más importante en esta pandemia fue el confinamiento bajo la publicidad del “quédate en casa”. El confinamiento se volvió la estrategia global para frenar el COVID-19 al ser un virus más fuerte en su contagio que en su letalidad. Sin embargo, esta táctica ha dejado ver la poca prevención, preparación e inteligencia que tuvieron los gobiernos para saber qué hacer en esta situación. 

Para Michael Levitt, ganador del Premio Nobel de Química en 2013, «los confinamientos pueden ser efectivos, pero son una medida medieval”, ya que en esos tiempos se desconocía la plaga que estaba azotando y la solución era quedarse en casa para evitar el contacto, no había otra opción. Pero en pleno siglo XXI el confinamiento si bien puede ser una respuesta rápida para evitar el contagio masivo, los costos humanos al volverse un confinamiento largo pueden ser peores que los efectos del virus mismo.

El confinamiento va unido a una variable que poco importó en los gobiernos sobre todos de los países más empobrecidos del planeta: el lugar donde se vive. La pregunta sustancial es: ¿la casa tiene las condiciones para vivir un confinamiento saludable?, ¿sus cuartos mantienen la privacidad de sus habitantes?, ¿hay zonas espaciadas para una buena interacción?, para los menores ¿hay un espacio para jugar propicio, como un pequeño jardín?

Según el Relator Especial de Vivienda para Hábitat ONU, entre los años 1990 y 2000, el déficit de vivienda en América Latina aumentó de 38 a 52 millones de viviendas. Esto quiere decir que muchas personas tienen donde vivir, pero carecen de elementos como tenencia legal de la tierra, espacio suficiente y acceso a servicios básicos como agua potable, alcantarillados y salud, para vivir seguras y en paz.

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Según la ONU se estima que unos 1,600 millones de personas se alojan en viviendas inadecuadas y cerca de 900 millones lo hacen en asentamientos informales tanto en países de pocos recursos como en las naciones con mayores ingresos. Por ejemplo, en México (y seguramente en muchos países) más del 65% de las casas son de autoconstrucción, esto significa que la vivienda es construida por el mismo habitante, sin ningún factor legal que lo respalde. Con materiales de calidad insuficiente. La vivienda se va construyendo progresivamente en función del dinero que van obteniendo, seguramente por sus familiares migrantes. Son pequeñas pero largas, siempre construyen para arriba, queriendo tocar el cielo. Su arquitectura es básica y la mayoría de veces no tienen espacios privados, ya que sus cuartos frecuentemente no tienen ni puertas. 

En México, en América Latina y en otras zonas del mundo, somos expertos en habitar lo inhabitable. Se construye en los cerros, en las montañas, lejos de cualquier servicio público. Sus cuartos son pequeños, mínimos, multifuncionales: de día cocina y sala comedor y en la noche dormitorios para todos. ¿Quédate en casa?

¿Cómo quedarse en casa cuándo es peligroso habitar en ella? ¿cómo quedarse en casa si puede inundarse, caerse, desarmarse, que se la lleve un río? ¿cómo quedarse en casa cuando la casa no tiene la suficiente agua, ni los pisos y techos adecuados, para crear un ambiente sano y limpio y así no enfermarse? ¿para qué quedarse en casa cuándo se está cerca de basureros, precipicios o zonas altamente violentas y peligrosas? ¿cómo vivir con la constante tensión y angustia de ser desalojados en cualquier momento? Aunque ambos pueden ocasionar la muerte, parece que el virus es menos peligroso que una inundación o un derrumbe.

quédate en casa

Foto: Anrita1705 | Pixabay

Hay otro sector de habitantes que, en sus casas no tienen las dimensiones apropiadas ni para la privacidad de sus habitantes, ni mucho menos para construir una “oficina” y trabajar desde la casa. En lugares con estas características abundan los problemas familiares por mil razones: el uso del internet (los niños lo necesitan para su escuela, los adultos para su trabajo), el ruido de la casa (el ruido de la licuadora o de la lavadora en horarios de home office o de escuela), las condiciones del hogar (sin sillas y mesas adecuadas para largas jornadas escolares o laborales en casa), por el uso de la única computadora o por endeudarse por comprar una computadora más.

Vivir juntos en casa trabajando, estudiando, limpiando, cuidando, aseando, preparando la comida al mismo tiempo a veces no es tan lindo, sale más caro por la electricidad, por comer más, por las deudas que uno contrayendo por comprar cosas que se necesitan para trabajar o estudiar online. ¿Cómo se puede quedar en casa una familia cuando su casa no está adecuada para la convivencia de todos al mismo tiempo? ¿Paradoja o contradicción?

La presión de vivir así es enorme, pero aumenta cuando el sueldo no alcanza, o cuando lo reducen las empresas para que ningún trabajador pierda su empleo. Para Hábitat para la Humanidad, vivir en un lugar pequeño, donde conviven a diario más de 7 individuos, afecta la autoestima, el humor y la confianza. Llegar a un lugar, donde todos gritan porque se carece de un espacio adecuado, son factores que indudablemente afectan el sistema nervioso. Michael Levitt agrega “Yo podría decir que un niño que es golpeado por su padre que está enojado por perder su trabajo es una pérdida terrible, es algo que puede afectar a una persona de por vida». Para el nobel de química todavía no sabemos cuánto daño ha causado el confinamiento a la economía mundial pero tampoco a la sociedad. Él explica así, el gran aumento en la tasa de suicidios, de violencia doméstica, y tal vez en los divorcios. 

¿Quedarse en casa con el golpeador, con el violador? Según datos de France24 existen aumentos significativos en los feminicidios en América Latina durante la pandemia. ¿Quedarse en casa a vivir con alguien que ha dejado ser su pareja, su compañero, su gran amor? ¿Cómo serán los niños COVID-19 después del confinamiento? ¿Cuánto estrés está guardado en la casa? ¿Cuánta angustia? Tal vez la vieja normalidad tapaba de manera global estas realidades y hoy con el confinamiento no podemos dejar de verlas.

Seguramente los gobiernos no previeron nada de esto. Pero eso no justifica que no hayan implementado nuevas políticas públicas hoy para vivir un confinamiento largo. No han diseñado estrategias integrales para que el quedarse en casa no sea un privilegio para muy pocos. Todavía falta tiempo para levantar el encierro, por eso cada día es más urgente diseñar y activar políticas de apoyo no sólo económico, sino psicológico emocional, y así como procesos educativos para mejorar las relaciones, la comunicación y la resolución de conflictos. Son tiempos de ser ciudadanos con cubre bocas para exigir acciones concretas gubernamentales para evitar la muerte lenta en confinamientos largos.

*Foto de portada: Pikist 

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