Una historia policiaca, casi que filmada por Guy Ritchi, fue develada el miércoles pasado cuando un equipo transnacional de más de 30 periodistas, comandados por el rumano Paul Radú, publicó en México y en la Europa del Este la historia del Tiburón y su banda de ladrones de cajeros automáticos.
Florian Tudor, el Tiburón, llegó a México procedente de Craiova, una ciudad ubicada en el corazón agrícola de Rumania, y se afincó en Cancún, en donde conformó una banda de más de mil personas dedicadas a hackear cajeros automáticos utilizando un aparato llamado skimmer.
El skimmeres un dispositivo que se coloca en la ranura en donde se insertan las tarjetas de crédito y copia la información del plástico, mientras una cámara instalada en el cajero graba el nip de la misma.
Pero el Tiburón dio un paso más allá, en 2013 registró la empresa Top Life Servicios, una compañía comercial que se convertiría en el pilar de su imperio empresarial de Tudor, pues le permitió obtener contratos con empresas financieras para instalar sus cajeros automáticos, cajeros ya intervenidos.
El skimmer ya no estaba en la ranura sino dentro del software del cajero.
Y ya que estamos en terreno criminal, ¿ustedes conocen el valle de calacas?
Eukid Castañón, el otrora señor oscuro en el minimato trunco de Rafael Moreno Valle y hoy encarcelado por el delito de extorsión, se ofreció a llevar a ese destino a un par de abogados a los que amenazó telefónicamente.
La tarde del lunes se filtró a medios un audio en el que se escucha la animada perorata del excontralor, exdiputado local y federal, presumiendo que sus guardaespaldas usan armas AK47 y AR15, las armas favoritas del crimen organizado.
El también operador de la red de espionaje que usaba el Sistema de Control Remoto Galileo, una suite de espionaje gubernamentalque fue comprada a la empresa italiana Hacking Team, asegura en la llamada que a pesar de la denuncias que pesan sobre él todavía puede intervenir la comunicación de las personas a las que desea hacer daño.
En respuesta Castañón envió un mail a medios boletinando que tras la decisión gubernamental se convertía en el primer “preso político” del gobierno de Barbosa.
Y un tema enlaza al otro. Ya que hablamos de armas de alto poder, no se pierdan la serie de reportajes que publicó hace unos días el portal peruano Ojo Público sobre el tráfico de armas México, Colombia y Estados Unidos.
En particular el texto “México: El otro virus que rompe las fronteras”, en donde se cuenta como cada año cruza la frontera de manera ilegal casi un cuarto de millón de armas para alimentar una industria muy lucrativa.
“Una frontera laxa, un Estado ausente y una industria —el crimen organizado— que pertrecha ejércitos con fusiles de contrabando o facilitados por un vecino como Estados Unidos, acostumbrado a jugar a la policía global. Un país donde, pese a la pandemia planetaria, el sonido de las metrallas no se detiene”.