Lado B
Iván Ávila Dueñas y El peluquero romántico, entre la reconstrucción de la memoria y la identidad
La cinta tiene como objeto visibilizar elementos que en su momento configuraron la mexicanidad; por ejemplo, la denominada Época de Oro del cine nacional
Por Jaime López Blanco @
01 de agosto, 2019
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Foto tomada de YouTube

Jaime López

Si uno visita la Cineteca Nacional durante estos días puede encontrarse con una propuesta diferente que rema a contracorriente de las temáticas establecidas por el celuloide hegemónico en las marquesinas mexicanas, o venidas de Hollywood.

Se trata de El peluquero romántico, la nueva película de Iván Ávila Dueñas, que posee diferentes capas o niveles de interpretación, y que puede ser disfrutada tanto por las grandes audiencias como por aquellos espectadores ávidos de planteamientos o desarrollos argumentales menos convencionales.

En entrevista para este reportero, el también realizador de La sangre iluminada (2007) señaló que su nueva cinta tiene como objeto principal visibilizar aquellos elementos que en su momento configuraron la mexicanidad; por ejemplo, la denominada Época de Oro del cine nacional.

De modo que El peluquero romántico sigue la historia de un hombre de mediana edad, quien de forma continua mira las producciones fílmicas protagonizadas por Germán Valdés «Tin Tan», Pedro Armendáriz o Ninón Sevilla, por citar algunas.

Sin embargo, lo anterior no es lo único que integra la premisa principal del inédito relato de Ávila Dueñas, también existe la intención de mostrar la reconstrucción de un hombre común tras la pérdida de un ser querido, cuestión que también comentó el propio realizador.

«Estaba muy interesado en hacer una película sobre la gente común, no héroes extraordinarios. Tratar de hablar como somos los mexicanos en general […] La peluquería es una especie de metáfora de este pasado del que habla la película, de estas cosas que conforman la mexicanidad, cosas que a lo mejor están fuera de moda, pero que, a final de cuentas, sí son cosas que nos conforman como mexicanos», dijo.

Sobre si recuperar pasajes de la Época de Oro lo convierten en un cineasta subversivo o nostálgico, respondió que la memoria, así como el pasado y la melancolía, son temas recurrentes de su filmografía.

Abundó diciendo que otra de sus finalidades era «poner en juego» a un personaje anacrónico, además de romper las expectativas de los espectadores en determinado momento de la historia, pues –señaló– el cine de Hollywood ha creado un solo tipo de estilo narrativo, al cual se ha acostumbrado en demasía el público mexicano.

En otro orden de ideas, Ávila Dueñas platicó sobre la dirección de arte y la elección de su elenco; dos elementos fundamentales que, a juicio de quien esto suscribe, hacen que destaque su nueva producción.

Respecto a lo primero, el realizador mencionó que algunas casas de la Ciudad de México (como las de la colonia Nueva Santa María) siguen teniendo una construcción exenta de modernidad, algo que las convierten en sitios atemporales en donde es fácil recrear argumentos como el suyo.

Con relación a la elección de su protagonista, Antonio Salinas, el director dijo que necesitaba a alguien que tuviera poca experiencia en cine, pero con una formación seria, capaz de memorizar textos y estar pendiente de la continuidad de su personaje.

Finalmente, el otrora autor del libro El cine mexicano de Luis Buñuel. Estudio de los argumentos y personajes, hizo énfasis en su lucha por visibilizar o difundir sus historias a pesar de estar dentro de un sistema de distribución que sigue considerando al séptimo arte como un ente industrial y no como un bien cultural.

La crítica

Una de las principales virtudes de El peluquero romántico radica en la evolución natural de su personaje central, quien va transitando por diferentes emociones de manera orgánica. 

Eso último se debe al oficio de Ávila Dueñas para contar su premisa, así como a la solidez histriónica de Antonio Salinas, quien con discretos gestos plasma sus sentimientos. Ojo a la manera en que el estelar va mirando las películas de la Época de Oro o escuchando los discos de su colección personal: al principio, con cierto aire de melancolía, luego con mayor alegría.

Por otra parte, el filme evita caer o se desmarca de las dos vertientes más claras del celuloide nacional contemporáneo: la jodidez-corrupción de la sociedad o la comedia simplona.

Entonces, en su nueva película, Ávila Dueñas apuesta por un conflicto universal: esto le puede ocurrir a cualquier persona, pero lo dota de una identidad tricolor a través de sonidos, disrupciones de la imagen y un soundtrack de antaño.

Finalmente, el casting es sumamente oportuno pues evoca una imagen de gente común, mientras que los diálogos y situaciones fluyen eficientemente.

Quizá el único «pero» (aunque eso depende del punto de vista de cada espectador) sería el final complaciente aunque, pensándolo mejor, no podría ser de otro modo por la personalidad del protagonista.

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Autor Lado B
Jaime López Blanco
Reportero comunitario. Junkie del séptimo arte. Documentalista de guerrilla; dos veces finalista del Festival Internacional de la Imagen (FINI) de Pachuca, Hidalgo; en una de ellas, primer lugar en la categoría de Cortometraje Estudiantil. Constante aprendiz de periodista cultural. Sueña con que algún día las notas bonsai sean sustituidas por los textos de raíces profundas, amenos y reflexivos. Comunicólogo que aspira a no ser un escritor fugaz dentro del sobrepoblado firmamento de las letras.
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